EDITORIAL
La reacción de la ciudadanía no es un capricho sin fundamento sino la simple demostración de los grandes vacíos de justicia que tiene nuestra nación.
Se ha vuelto costumbre escuchar todos los días en absolutamente todos los noticieros del país sin importar si la población es pequeña o grande, que las personas se han venido tomando en muchas ocasiones algunas retribuciones de impartir justicia por cuenta propia sobre personas que han presuntamente cometido delitos y en otros en los que sí está claro su participación pues son capturados en flagrancia.
El primer defecto está en la prevención, a la Policía Nacional y a la “inteligencia” si es que la hay, se le olvidó lo concerniente a todo el sistema de prevención temprana, detección e inteligencia de la seguridad de las ciudades, esto en virtud de que se convirtió en una policía reactiva, que espera el llamado para ir tan pronto como puedan al lugar del incidente.
La mayoría de veces, la función o la aplicación de la Policía, está mal sincronizada en números de cuadrantes y fuera de eso, en la línea 123 se pueden demorar entre 1 y dos minutos en tomar su caso mientras preguntan hasta por cómo está peinado el ladrón y no reaccionan de inmediato.
Es una cadena de horrores, son varios eslabones que están generando un gran problema, no solo a la estabilidad jurídica de la mayoría de casos sino a esa convivencia o ese respeto que debería existir entre diferentes estamentos de la sociedad como Policías, ciudadanía y entes judiciales. Los robos están disparados así algunos alcaldes quieran manifestar que la delincuencia ha disminuido. Ninguna medida contra el robo de celulares ha sido efectiva, ni siquiera la campaña del código IMEI, los ladrones son cada vez más ingeniosos y van un paso más delante de las personas que están en la legalidad y esto desde que tenga una rentabilidad tan grande seguirá siendo negocio para muchos.
Uno de los aspectos más preocupantes tiene que ver con la cantidad de muertos que se han registrado en las últimas semanas en el país por cuenta de robos. Pareciera ser que ya la decisión de los ladrones es asesinar a la persona que demuestre aunque sea un mínimo de resistencia. Sucedió en Cúcuta la semana pasada con una señorita, sucedió en Bogotá también y en Medellín ya llevamos cerca de 3 o 4 casos en esta modalidad. Los ladrones no tienen compasión de la ciudadanía. Están dispuestos a perder su vida porque está demostrado que quienes cometen estos delitos lo hacen bajo los efectos de sustancias psicoactivas lo que los inhibe del mundo real y termina siendo una mezcla peligrosa para el ciudadano que es víctima de este atroz delito.
Le ha faltado no solamente a la Policía, hay que ser justos con todos. La Policía está abandonada por el Estado en este sentido, si un Policía le dispara a un ladrón para evitar un robo termina en la cárcel más fácil el Policía que el ladrón, todo el mundo lo sabe pero no pasa nada. El Congreso desde que siempre ande con camionetas blindadas y policías atrás no van a sentir este flagelo de la inseguridad, fuera de eso la Presidencia no adelanta reformas ni trata de prevenir estos delitos y esto lo aprovechan esta cantidad de delincuentes.
Los ladrones se están viendo beneficiados cada vez más por las leyes de amnistía, excarcelamiento y reformas que buscan descongestionar las cárceles, como la que presentó el pasado nefasto Ministro de Justicia, Yesid Reyes, quien decía que hay delitos mínimos que no merecen cárcel y en virtud de eso, el mensaje fue “robe un poquito y no le va a pasar nada” y eso está cobrando las vidas de muchos colombianos.
En diciembre se aumenta la cifra de robos, extorsión y homicidios, teniendo en cuenta que son enero y marzo los meses de menor movimiento en la economía es donde más aumenta el delito de la extorsión. Las recomendaciones de las autoridades son risibles: no saque dinero en la quincena, no saque celular, no se ponga cadena ni aretas, no vaya con el vidrio abajo, no salga hasta tarde. Es una cesión completa ante la delincuencia, porque se le entrega en bandeja de plata la tranquilidad de los ciudadanos a estas organizaciones ilegales que han causado tanto sufrimiento.
Sin tratar de cuestionar el proceso de paz o la palabra paz, si queremos hacer hincapié en que jamás habrá paz en este país, desde que la inseguridad en las ciudades sea el pan de cada día, desde que todas las personas, desde el más pequeño hasta el más rico tengan que salir con miedo de su casa porque no saben si van a volver con lo que salieron o si no saben si van a volver vivos , a la merced siempre de cualquier loco desadaptado, delincuente, protegido por el actual sistema judicial que decida en 3 segundos quitarle su vida si no le entrega una pertenencia que le está arrebatando abruptamente.
Nos falta mucho como país en miras de la seguridad ciudadana pero es lamentable que en instancias tan esenciales y diría uno lógicas como garantizar este derecho, no se haga absolutamente nada.
Los terroristas de la maratón de Boston, de la masacre del Bataclán en París, del aeropuerto de Bruselas en Bélgica, nunca fueron perseguidos por una turba de gente enardecida y con ganas de justicia, porque las autoridades hicieron justicia, los dieron de baja en la mayoría de las ocasiones y en los otros mínimos casos restantes fueron encarcelados sin ningún tipo de concesión. Cuando la gente ve esa respuesta de la justicia y cuando sabe que no se premia la delincuencia es que no se toma la justicia por cuenta propia. Parece que a muchos alcaldes, Comandantes de la policía y a la Presidencia le faltaran neuronas al entender que no es un capricho querer tomar la justicia por cuenta propia sino que es una reacción ante la incapacidad del estado para castigar a quienes cometen crímenes tan graves.