Existe una parte de la población que está dispuesta a respaldar todos los procesos de paz que sean necesarios con el fin de buscar una paz que para muchos es loable perseguirla mientras que la miran con desconfianza en un escenario utópico y otros son amigos de no concesionar ante la delincuencia y hacer cumplir la ley.
Colombia fácilmente puede ajustar cerca de 40 años con numerosos procesos de paz, distintas conversaciones, iniciativas y diálogos se han hecho con el fin de desmovilizar a miles de ciudadanos que han optado por ingresar a los grupos armados ilegales, claramente delincuenciales que han atentado contra los bienes, la honra y la integridad de la mayoría de colombianos.
Cada presidente está facultado para buscar la paz, obligado dirían los más constitucionalistas, pero también es cierto que existen unos mínimos que se deberían cumplir para poder avanzar hacia escenarios en donde los victimarios sean los que tengan que someterse al imperio de la ley y no que sea el estado que tenga que claudicar ante ellos por presiones externas, por condiciones sociales que ponen vilo la gobernancia, por amenazas políticas y ojalá que nunca por un escenario en donde las fuerzas militares y policía han quedado completamente debilitadas.
Quisiéramos hacer un alto en el camino y alertar de que esto nunca jamás se puede permitir en ningún gobierno sin importar la ideología o posición política. La Armada, la Fuerza Aérea, la Policía y el Ejército tienen que cuidarse inmaculadamente como los garantes de la protección de los derechos, de la soberanía y la integridad de cada centímetro de territorio colombiano y desde luego de cada ciudadano.
La paz total pareciese ser ese último cartucho que los militantes de las corrientes del pacifismo quieren agotar y desde esta tribuna no solamente creemos que es una oportunidad válida, es un esfuerzo importante, porque no plausible en donde el Estado buscará una vez más cerrar un capítulo de historia muy violenta para Colombia, una historia que ha mutado en varias figuras, varios brazaletes, en donde no ha sido suficiente hacer la paz con diferentes grupos terroristas.
A esto se le suma que siempre quedan reductos, siempre existen disidencias, mutaciones, entre otras que siguen desangrando las regiones más abandonadas del país a través de la minería ilegal, extorsión, secuestro, raponeo y narcotráfico.
Ojalá este Gobierno sepa medir hasta dónde va a aguantar en estas conversaciones, ojalá sea transparente y le comunique al país cuáles son los parámetros para este proceso de paz, ojalá permita que exista una amplia reflexión y una crítica constructiva y una participación de los colombianos en general y que una vez más el Estado busque prevenir que delincuentes como Iván Márquez tome del pelo al Estado Colombiano porque en el caso de Márquez no sería la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que lo hace.
Ojalá esto salga bien, ojalá no se ataque a quienes puedan tener algunas críticas y tampoco se satanice a quienes no creen en este nuevo esfuerzo. Si esto sale bien le conviene a todo el país, si sale mal será otra derrota para nuestro país, para la institucionalidad y sobre todo dará paso a que nuevas formas de violencia puedan aparecer en las regiones de Colombia.