La tensión institucional ha llegado a un punto crítico en los últimos días, tras la polémica pelea de egos entre el presidente de la República, Gustavo Petro, y el fiscal general, Francisco Barbosa.
Por: Luís Alonso Colmenares Rodríguez
Es una vergüenza que en pleno siglo XXI, dos altos funcionarios del Estado se comporten como niños peleándose por un juguete, es una muestra de la falta de responsabilidad y madurez que existe en algunos líderes de todos los niveles de la clase política del país.
Dicha confrontación ha dejado mucho que desear en cuanto al diálogo constructivo y respetuoso que debería primar en una sociedad democrática. La actitud del presidente al llamarle «jefe» al fiscal no solo es inapropiada, sino que además sugiere una falta de respeto hacia las instituciones del país y las personas que trabajan en ellas.
Por su parte, la respuesta del fiscal Barbosa al llamar al presidente Petro «dictador» no solo es igualmente inapropiada, sino que además evidencia un exceso de emotividad que no debería tener cabida en la justicia y la investigación objetiva de casos.
Es lamentable que los altos mandos del país se enfoquen en descalificar a sus contrapartes en lugar de trabajar juntos para encontrar soluciones y avanzar en los temas importantes para el bienestar de la sociedad. En lugar de gastar energías en insultos y provocaciones, podrían enfocarse en promover un diálogo constructivo respetando el avance de las investigaciones.
¡Basta ya de peleas de egos y confrontaciones absurdas entre los líderes del país!
¡Es hora de que se pongan a trabajar en serio por el bien de Colombia!
La discusión entre el presidente y el fiscal es una muestra clara de la falta de respeto y tolerancia en la esfera pública, y un ejemplo más de la polarización política que vive Colombia en estos momentos.
Pero ahora es especialmente preocupante que el presidente Petro parezca estar buscando provocar la irascibilidad del fiscal Barbosa para que sea recusado en las investigaciones que se llevan a cabo contra su hijo. Esta actitud es totalmente inapropiada y refleja una falta de compromiso con la justicia y la legalidad. Y en tal sentido hay razones para pensarlo porque ya fue radicada la recusación en la Corte Suprema de Justicia por parte de los abogados defensores de Nicolás Petro; y nada de raro tendría que en el mismo sentido aparezca el hermano del presidente reclamando lo mismo.
El fiscal Barbosa no es el que los investiga y, en una sociedad democrática, todas las personas, independientemente de su cargo o estatus, deben estar sujetos a las leyes e investigaciones objetivas. La impunidad y el nepotismo solo debilitan las instituciones del país y ponen en peligro la confianza de la sociedad en ellas. Además de que los fiscales conocedores de las investigaciones son autónomos.
Lo que demuestra el camino que va llevando toda esta situación es que tanto el presidente Petro como el fiscal Barbosa se equivocaron y están poniendo en riesgo la estabilidad institucional del país. La falta de diálogo y el lenguaje agresivo y ofensivo son síntomas de una sociedad enferma que necesita de líderes políticos capaces de establecer puentes de comunicación y de encontrar soluciones a los problemas que afectan a todos los ciudadanos.
Ambos líderes tienen una inmensa responsabilidad en la lucha contra la corrupción y la impunidad en Colombia. Sin embargo, sus egos y diferencias personales están obstaculizando el avance en la construcción de un país más justo y equitativo.
El presidente Petro y el fiscal Barbosa deben comprender que en su trabajo no se trata de demostrar quién tiene más poder o influencia, sino promover juntos la construcción de un futuro mejor para todos los colombianos.
El fiscal es eficiente en la medida en que reduzca la impunidad y no convierta el vencimiento de términos en una política institucional. Por su parte, el presidente hace más por el país dedicándose, junto con su equipo de gobierno, a tomar las decisiones necesarias para resolver los problemas de la gente.
¡Basta ya de peleas de egos! ¡Es hora de que cumplan con su deber!
Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…
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