Las últimas 48 horas no pueden ser peores para Colombia. Al asesinato de cuatro niños indígenas, se le suma las amenazas de la disidencia de las Farc al Suroeste y occidente de Antioquia, el cese al fuego bilateral que nunca existió con las disidencias de Iván Mordisco y también “el descanso” en las negociaciones con el ELN que acabaron de sepultar la bandera principal del Gobierno de Gustavo Petro.
Editorial
En primera línea habría que decir, para evitar cualquier clase de mal interpretación, que en ningún momento consideramos que el anhelo y el trabajo que se hace para buscar acuerdos que pongan fin a los conflictos en Colombia llevan malos deseos.
El país le ha apostado a la paz sin cesar durante 40 años. Solo con el ELN se han realizado cinco procesos de paz. A los delincuentes se les ha dado muchas oportunidades para que rediman sus culpas y se vinculen a la sociedad civil, pero en definitiva la criminalidad es mucho más atractiva para estos miserables.
Gustavo Petro lo dijo en muchas oportunidades, todas ellas documentadas, que si él era presidente habría paz en Colombia, que el ELN dejaría de existir en tres meses, y fuera de eso, siempre le echo la culpa a los Gobiernos de turno de no hacer lo suficiente para alcanzar la paz y según ellos promover la guerra. Ahora que estamos durante su mandato estamos observando un gran deterioro en nueve meses de la inseguridad y el orden público en el país.
Si bien es cierto que en el Gobierno de Iván Duque se perdió mucho en seguridad, lo que estamos viendo en este momento en Colombia es desastroso. La fuerza pública está con las manos atadas, el ministro de defensa, Iván Velásquez, no está cumpliendo con los roles que le obliga su cargo, se están avanzando en proyectos como la humanización de cárceles, que no es más que la liberación de bandidos para que salgan a operar en las calles colombianas.
Nuevamente nuestro país se devolvió 22 años atrás. El cese al fuego que se declaró el pasado 31 de diciembre nunca existió, fue absolutamente falso. Del número de grupos al margen de la ley que se montaron al bus de la “Paz Total”, que según el presidente eso fue un invento de los medios de comunicación a pesar de que en la papelería de su Gobierno y en el Plan de Desarrollo se menciona este nombre, de esas cinco organizaciones solo quedan dos: el grupo Cierra Nevada, el cual fue inventado de la nada y que nadie conocía, y las disidencias de alias “Iván Márquez”, que viven en Venezuela con la protección de Nicolás Maduro.
El ELN no solamente se ha dedicado asesinar policías, soldados, atentar contra la infraestructura del sector minero energético, sino que también ha secuestrado, extorsionado y esto sin contar los niños apósteles del Clan del Golfo, que tuvieron durante mucho tiempo al Bajo Cauca antioqueño bajo un paro armado. Además, como ya lo mencionábamos anteriormente, de las disidencias de “Iván Mordisco” que ya cuentan con más de 3.000 personas en sus filas luego de asesinar a cuatro niños indígenas.
Todas estas organizaciones tienen un punto en común y es que son carteles del narcotráfico que no quieren la paz, y todo el espacio que están abriendo con el Gobierno Nacional tiene el único propósito de fortalecerse militar, operativa, financiera y popularmente.
Colombia ya vivió esto con Andrés Pastrana. Acá la buena voluntad de los políticos y las buenas intenciones no son suficientes. Tenemos unas fuerzas armadas desmoralizadas que no están combatiendo a los delincuentes, y hoy el país está destinado a ser un Estado fallido respecto a su combate ante los grupos criminales.
El Gobierno tiene que reaccionar ya. Las administraciones regionales tienen que dejarse de marchas y pancartas, y combatir con todo el peso de la ley a quienes amenazan la integridad de los colombianos.
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