El embajador chino tiene razón

Zhu Jingyang embajador de la República Popular China en Colombia, ha acertado en muchos de sus comentarios expresados a través de su cuenta en X sobre el desarrollo de infraestructura y los problemas que enfrenta Colombia.

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Como hemos mencionado en numerosas ocasiones, Colombia no es un país que favorezca la autocrítica, mucho menos exponerla y debatirla abiertamente. Es más común esconder el desorden, barrer el polvo bajo la alfombra y aparentar que todo está bien. Y esta actitud, errónea por completo, no significa que las cosas estén bien. En realidad, es todo lo contrario. De los debates más difíciles y complejos surgen los grandes procesos y, muchas veces, revoluciones que corrigen la política y acaban con la hipocresía. No hay nada positivo en el silencio.

En este editorial, no nos cansamos de decir que la infraestructura en Colombia es alarmantemente deficiente: pobre, mediocre y limitada. Este es uno de los mayores talones de Aquiles del país, y lo peor es que quienes tienen la responsabilidad de cambiar esta realidad parecen no estar interesados en hacerlo. No se trata solo de este presidente; esto ha sido un problema con presidentes anteriores, así como con alcaldes actuales y pasados. Es un problema que, lamentablemente, no es nuevo en Colombia.

El embajador ha sido muy claro al señalar ciertos proyectos de infraestructura no solo en China, sino también en países vecinos como Perú. Destacó que China siempre busca lo mejor en sus proyectos, subrayando sus tiempos de ejecución, costos y las impresionantes características de sus obras. Un ejemplo es el puente marítimo Huangmaohai, construido en la provincia de Guangdong, China, con una longitud de 31 kilómetros, 14 de los cuales están sobre el mar. La obra, que duró cuatro años en completarse, es solo uno de los ejemplos de la calidad y la eficiencia con las que China aborda sus proyectos.

También habló sobre la tecnología utilizada en este puente. En sus publicaciones, ha recibido críticas y cuestionamientos por parte de algunos colombianos, quienes le han preguntado sobre el sistema político chino, acusando al país de no ser libre. A estas preguntas, el embajador ha respondido de manera respetuosa, y una de las respuestas que más llamó mi atención fue la siguiente: «Claro, somos libres de pobreza, de atraso, de humillación, de corrupción, de conflictos, de guerra, de hambruna, de analfabetismo. En fin, mucho más libres de lo que te puedes imaginar.» y así ha tenido confrontaciones y cruce de palabras con la ahora candidata a la presidencia, Vicky Dávila.

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En cuanto a la infraestructura, el embajador ha sido enfático al señalar que Colombia, comparada con países como Chile, Perú, México y Brasil, presenta un retraso notable. Recientemente, se inauguró el puerto de Chancay en Perú, uno de los más importantes de América Latina, y el embajador resaltó: «Un puerto estratégico, en el marco de una cooperación estratégica. Si Colombia no redobla esfuerzos, solo le quedará envidiar las fiestas en las casas de su vecino.»

Junto con la construcción del metro de Bogotá, el embajador se ha dado cuenta de que hacer cualquier tipo de obra en Colombia es un reto constante. Los chinos están empezando a ver esto, no solo en infraestructura, sino también en áreas como la minería y la tecnología. No comprenden, por ejemplo, los bloqueos en las vías del país, la cantidad de feriados, ni el irrespeto a las leyes y autoridades. No es sorprendente que misiones diplomáticas, como la que menciona el embajador, experimenten frustración al enfrentarse a estos obstáculos. En Colombia, construir un simple andén, una ciclorruta o un parque conlleva retrasos interminables, ya que siempre habrá alguien dispuesto a oponerse: un ciudadano preocupado, una CAR, un gremio, un concejal o un congresista. Y no podemos olvidar las leyes como el acuerdo de Escazú y la consulta previa, que a menudo se usan como mecanismos de extorsión contra las empresas más importantes del país.

El embajador chino tiene razón en todo lo que señala. Nos disculpamos con él, pues lo que ha tenido que enfrentar en Colombia, y lo que probablemente seguirá enfrentando, es un claro reflejo de esa realidad tan particular de Macondo que define al país. Mientras tanto, Colombia sigue atrapada en una eterna discusión sobre la infraestructura: unos dicen que no, otros que sí, y algunos piensan que es solo para los ricos, mientras los demás países avanzan. Colombia está perdiendo oportunidades clave con potencias como China para mejorar su infraestructura, algo que es vital para su desarrollo.

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Existen varios ejemplos de esto: el Puerto de Antioquia recientemente suspendido, el metro de Bogotá que lleva más de 40 años en construcción, el túnel de Oriente en Medellín detenido por casi cuatro años. Y esto es solo el principio. Hablemos del Canal del Dique, de la tercera pista del aeropuerto El Dorado, de aeródromo del aeropuerto José María Córdova, del aeródromo de Cartagena y Colombia sigue sin poder aliarse con potencias como China, los Emiratos Árabes o Arabia Saudita para obtener inversión extranjera y avanzar. Es lamentable.

Afortunadamente, el embajador ha visitado el país y está dando lecciones claras sobre lo que Colombia debería hacer. Los ciudadanos deberían exigir a sus políticos que cambien esta realidad, que solo está perjudicando a todos.

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