Antela suficiente, mediocre y precaria infraestructura vial en las principales ciudades del país. Quizá exceptuando ciudades donde sí se ha invertido en este rubro con continuidad y responsabilidad, como Barranquilla, aunque no se escapa del flagelo de los mal parqueados. Todas las ciudades del país hoy enfrentan un problema gigante en materia de movilidad, que ha agravado las grandes congestiones, la accidentalidad y otros siniestros negativos en las vías, como lo son los carros mal estacionados.
Y es que resulta por lo menos llamativo cómo esto demuestra los principales rasgos del comportamiento del colombiano promedio. Así lo confirman centenares de agentes de tránsito que tratan infructuosamente de imponer orden y hacer cumplir las normas en las calles de Colombia.
El colombiano siempre tiene una excusa: un familiar en el hospital, una urgencia médica o estomacal, una situación de inseguridad, no conocer las reglas o cualquier otro motivo que, para ellos, les exime de cumplir las normas. Esta situación no puede ser más traumática en el sentido de que ha llegado a un punto en que la gente ha normalizado no respetar las normas de tránsito, como detenerse en un semáforo, respetar un pare, encender una direccional o incluso ceder el espacio a los peatones.
En el caso de los mal parqueados, se suma también el problema de los conductores de bus que descargan y recogen pasajeros en la mitad de las vías, a pesar de tener bahías a pocos metros.
El problema es claro: el colombiano promedio no respeta las normas de tránsito. Ni siquiera se preocupa por pagar seguros como el SOAT, y en el caso de los motociclistas, ni siquiera cuando está subsidiado.
Pero las autoridades tampoco están haciendo lo suficiente. Primero, porque han permitido la narrativa de que las fotomultas son malas. Claro, las fotomultas tienen problemas, como sucede en Medellín, donde dependen de un privado. Este privado recibe la mayoría del dinero, dejando poco para el Estado. Las fotomultas deberían recaudar el dinero para invertir en infraestructura, campañas educativas y tecnologías como instalar la mayor cantidad de cámaras posibles en cada esquina de las ciudades. Estas cámaras deberían multar a quienes estacionan mal, bloquean intersecciones, no respetan señales de pare, no pagan impuestos o alteran placas, y a los conductores de buses que no descargan y recogen pasajeros donde deben.
Eso debería ser, en esencia, el propósito de las fotomultas. Pero la solución no es no tenerlas, ni tampoco permitir que el dinero se lo lleve un privado sin justificación.
Mientras tanto, el tema de los mal estacionados debe sancionarse con toda la severidad posible en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena. Esto incluye imponer multas altas y sin contemplaciones, porque esa es una de las principales causas del pésimo tráfico en las ciudades colombianas.
Además, se deben dar ejemplos, especialmente en Bogotá, donde los políticos abusan sistemáticamente del espacio público con sus esquemas de seguridad. Estacionan cuatro o cinco camionetas, impidiendo que el tráfico fluya. Esto tiene que penalizarse con severidad.
Ojalá que este año traiga, entre sus propósitos, mayor orden, control, sanciones y, sobre todo, autorregulación por parte de las personas que consideran que no tienen por qué respetar las normas y señales de tránsito.