“El Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibiendo la libre práctica de esta; ni limitando la libertad de expresión, ni de prensa; ni el derecho a la asamblea pacífica de las personas, ni de solicitar al gobierno una compensación de agravios”.
Por María Fernanda Cabal
Así reza la primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que primordialmente protege a la ciudadanía de una posible restricción a su libertad de opinión y creencias. Sin embargo, hoy, a más de 200 años de haberse promulgado, parece estar pasando a un segundo plano por cuenta de presiones políticas en época preelectoral.
Al menos esto fue lo que dejaron ver recientemente los congresistas Gregory Meeks y Rubén Gallego, en su columna de opinión publicada en CNN. “Como representantes electos de Estados Unidos, tenemos un mensaje muy claro para nuestras contrapartes colombianas: muéstrenos el respeto de permanecer fuera de nuestras elecciones” señalaron, llamando supuestamente a la unión, pero haciendo la advertencia de que “ahora no es el momento de jugar con fuego”.
LEER TAMBIÉN: ¿Todos contra Trump?
A estos duros señalamientos contra figuras colombianas, endilgándoles estar interfiriendo en las votaciones del país del norte, se sumó la voz del Embajador de los Estados Unidos en Colombia, Philip S. Goldberg; que, a través de su cuenta de Twitter, expresó: “…El éxito de las relaciones entre Estados Unidos y Colombia a lo largo de muchos años ha sido basado en apoyo bipartidario. Insto a todos los políticos colombianos a evitar involucrarse en las elecciones estadounidenses”.
Desafortunado trino; en contravía de lo que protege la primera enmienda de la Constitución americana. Pero comprensible en cuanto a la emotividad y exacerbación de las conductas en épocas de contienda electoral.
El activismo político sugiere mucho más que emitir una opinión sobre el mapa político de una nación, históricamente conectada a la nuestra. Y, para influir en una candidatura a la Casa Blanca, se necesita mucho más poder del que puede tener un senador o representante a la Cámara en Colombia.
Resulta llamativo analizar por qué se le dio un trato ostensiblemente diferente al expresidente Juan Manuel Santos, quien en 2016 manifestó abiertamente su apoyo a la entonces candidata demócrata Hillary Clinton, sobre la cual aseguró que ofrecía “más garantías» para la paz, que su contendor republicano Donald Trump; de quien aseguró en ese momento que sus políticas «no son muy acordes con lo que Colombia quiere».
LEER TAMBIÉN: El negocio del ELN
Santos, siendo en ese entonces jefe de Estado, no fue conducido al patíbulo como lo pretenden hacer ahora contra quienes nos identificamos con las ideas y programas del Partido Republicano.
Adicionalmente, las relaciones de Juan Manuel Santos parece que llegaron más allá. De acuerdo con información revelada por el portal Daily Caller, la estrecha relación entre el exvicepresidente demócrata y el exmandatario colombiano, sirvió también para que Hunter Biden, hijo del candidato demócrata Joe Biden, visitara nuestro país para hacer negocios millonarios.
Según indica el reporte del medio internacional, “en 2017, Hunter Biden y un grupo de socios comerciales que buscaban un acuerdo de inversión con una empresa de energía china, promocionaron las relaciones amistosas de Joe Biden con el presidente de Colombia (Juan Manuel Santos) en su propuesta de venta, que sugería una serie de inversiones petroleras en el país sudamericano, según documentos obtenidos por The Daily Caller News Foundation. Hunter Biden y otros cuatro empresarios, incluido su tío James Biden, destacaron la relación positiva del exvicepresidente con Juan Manuel Santos en un esquema de inversión del 15 de mayo de 2017 para CEFC China Energy, un conglomerado energético chino”.
Igualmente se conoció que una sección de la propuesta de ventas titulada “Colombia – Puerta de entrada a América Latina”, presenta una foto del 1 de diciembre de 2016 del entonces vicepresidente Joe Biden, estrechando la mano de Santos Calderón.
Casualmente hace unas semanas el exmandatario hizo fuertes afirmaciones relacionadas con la campaña de Donald Trump, sobre la cual aseguró que funcionarios del gobierno del Presidente Iván Duque le estarían “ofreciendo ayuda” para su reelección en Estados Unidos; agregando que el Partido Demócrata había advertido que dicho comportamiento era «un acto ilegal”. ¿Podemos entonces deducir sus verdaderas intenciones frente a un eventual triunfo de Biden?
LEER TAMBIÉN: ¿Derecho a delinquir?
Otro ejemplo que tampoco fue objeto de críticas se dio en 2018, durante la maratón democrática en Nueva York para la elección del Presidente Iván Duque, la ahora representante demócrata por ese Estado, Alexandria Ocasio-Cortez -AOC-, estuvo disfrutando de la compañía de los electores colombianos en una de las sedes del partido Centro Democrático en los Estados Unidos, mientras promovía su propia candidatura a la Cámara.
Cualquier elección presidencial en los Estados Unidos, representa un interés, suscita un escenario de opinión y es, quizás, uno de los retos que plantea la globalización: la adaptación de los partidos políticos a los contextos internacionales, que lejos de quebrantar la democracia, termina por fortalecerla. Puesto que muchas decisiones que los partidos locales toman podrían alinearse con las tendencias internacionales, guardando por supuesto la afinidad desde lo ideológico y, por qué no, promover una sana conexión entre sus miembros en la construcción de políticas públicas regionales.
Las pasiones que generan las ideas políticas crecen a medida que se acerca la fecha final de la contienda. En el caso particular de Donald Trump, despierta patriotismo, respeto a la honorabilidad de su Ejército y su bandera, y la defensa del orden y la libertad; características que para muchos son retrógradas, mientras que para otros se constituyen en valores dignos de imitar.
Pronto sabremos si acertamos o no. A fin de cuentas, sea cual sea el resultado, hay que disfrutar de la fiesta que nos ofrece la democracia.