Ni la envidia ni la pereza, a Colombia la mata la doble moral

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A Colombia la mata la doble moral. Y con la llegada del gobierno del cambio la muy democrática derecha colombiana y sus medios (miedos) de (in) comunicación hegemónicos ahora sí han descubierto que trabajan y viven en Colombia y exigen soluciones a problemas que antes no veían


Por: Wilmar Vera Zapata

A Colombia no la está matando ni la envidia ni la pereza, como el boxeador Kid Pambelé y el expresi (dente, diario) han definido en dos momentos diferentes. La primera, la padeció el excampeón cuando se dio cuenta que su éxito era motivo de rechazo por esos que de frente lo halagaban y de espaldas lo trataban de negro miserable.

El segundo, en una perorata aseguró que a los colombianos los mataba la excesiva pereza. Seguro esos millones de personas que a las 6:00 de la mañana van a laborar o están en sus puestos por un miserable salario mínimo deben reflexionar lo que quería decir el presi eterno. En vez de ser como Tom y Jerry, empresarios de manillas, basuras, zonas francas, venta de casas, lotes y constructores de centros comerciales. Pobres empresarios que, seguramente, son multimillonarios gracias a que sólo duermen 20 minutos al día y su existencia se resume en “trabajar, trabajar, trabajar” …

Hipócritas.

A Colombia la mata la doble moral. Y con la llegada del gobierno del cambio la muy democrática derecha colombiana y sus medios (miedos) de (in) comunicación hegemónicos ahora sí han descubierto que trabajan y viven en Colombia y exigen soluciones a problemas que antes no veían.

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Algunos ejemplos:

Desde el 7 de julio ya no hay “asesinatos masivos” sino masacres y los que vivimos la peor época de Pablo Escobar, Carlos Castaño y las patrióticas y justicieras Convivir, sabíamos que para los medios una masacre de menos de cinco personas no calificaba para mojar prensa. En radio sí, pero la TV y la página de Seguridad en los impresos, abuela de la prensa amarillista diaria, tenía sus reglas.

Desde el 7 de julio los políticos son seres cuasi divinos, quienes tienen prohibido tomar más de la cuenta, trasnochar más de lo debido, decir más de lo que los periodistas comprendan y ni atreverse a dar opiniones porque hiere las delicadas susceptibilidades de los dueños del poder, del saber y de la verdad.

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¿Qué Alex Flórez es un alcohólico y violento que por fin se realizará un tratamiento? ¡Horror! Los borrachos y políticos no pueden legislar porque nadie -menos el Pacto Histórico o la Izquierda o el Progresismo- tiene ese mal entre los Padres (y Madres) de la Patria. Un representante o senador que llega al templo de la democracia debe ser pulcro, límpido, sobrio, cándido, templado, modesto y ahora ese beodo afecta la imagen de sus colegas.

¿Qué una ministra no responda las dudas preclaras y sesudas de nuestros reporteros que actúan en organizadas hordas, cuyas ruedas de prensa parecen paredones de fusilamiento? ¡Jamas! Los medios hegemónicos y sus grandes reporteros siempre han sido respetuosos de la diferencia, sus entrevistas son ecuánimes, bien sustentadas y con el único objetivo de generar en la opinión pública una decisión mesurada e informada.

¿Qué el líder de una agremiación de ganaderos no pueda defenderse con sus colegas solidariamente? ¡pardiez! ¿Desde cuando una reunión inocente de gente de bien -que no quieren reformas agrarias o paz total- se ha convertido en episodios de violencia, despojo o desplazamiento campesino?

¿Qué Gustavo Petro (no el presidente Gustavo Petro, eso duele decirlo) hace comentarios sobre el triunfo de Rechazo en la nueva constitución chilena? ¡Anatema! Nunca un político o presidente colombiano se ha atrevido a inmiscuirse en los asuntos internos de otros países.

Que el exembajador Pachito Santos o el presi (dente, diario) eterno hicieran campaña por Donald Trump y los Republicanos más racistas y reaccionarios o que el subpresidente Iván Duque realizara acciones para tumbar al presidente de Venezuela o que el mejor Fiscal del mundo mundial viajara a Ecuador a darle un empujoncito al candidato de derecha Lasso son simples acciones aisladas. En nada van en contra de la neutralidad que caracteriza a la democrática derecha nacional.

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¿Qué en un mes no se ha hecho nada por parte de este gobierno, por lo que podemos decir que es un fracaso total? Es que llevan años diciendo cómo cambiar el país y ahora que son gobierno, ¿dónde están los cambios?, ¿esto es vivir sabroso?

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Ahora sí los Julitos nomecuelgue, Victoriaseugenias, Modestos Morales, Salud Herr-nández o hasta los neonazis judíos o infieles, como Ghitis o Yamhure, alzan sus voces al cielo porque estamos peor que Venezuela y que 30 días es tiempo suficiente para arreglar la inequidad que vivimos.

La prensa hegemónica -con pocas excepciones- pasó de ser el “perro guardián” de la democracia al perro faldero de los plutócratas corruptos y sigue ejerciendo una gran influencia sobre la audiencia, para desgracia de ella, pues desde sus páginas, mensajes y programas puede alimentar el odio y la injusticia.

El mejor ejemplo son la apología al delito del diario El Clarín, explicando cómo cargar un arma similar a la del atentado contra Cristina Fernández viuda de Kirchner o la exigencia del editorial de RCN Noticias a rechazar las actuaciones de Daniel Ortega, cuando callan a las manifestaciones progolpistas y desestabilizadoras de la democracia colombiana por parte de senadores republicanos fascistoides o de exmilitares de dudosa reputación investigados.

La prensa colombiana (la gran prensa, la de los medios tradicionales) requieren de una reflexión profunda y actuar en consecuencia. No se puede recurrir a la libertad de agresión bajo el manto de la libertad de expresión. Los medios no son personas y por eso sobre ellos debe pesar más responsabilidad social y atención a lo que emiten. No pueden decir y hacer lo que quieran.

Mientras eso no ocurra, los medios y sus periodistas más que constructores de paz serán solapados alcahuetas de los violentos. Protagonistas de la doble moral que, como el fútbol o la corrupción, parecen definir lo que significa ser colombiano.

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