Acabaron la sabana: «Sería injusto echar toda el agua sucia a las administraciones y concejos municipales solamente. Acá hubo muchos más protagonistas que también se enriquecieron haciendo estas marrullas…»
Por: José Miguel Santamaría Uribe
Cuentan en relatos de la conquista de América los abrumados que quedaron los españoles cuando después de semanas caminando llegaron a lo que hoy es la sabana de Bogotá, un sitio único, rodeado de montañas, con un clima diferente al que venían padeciendo y sin bichos. Los asentamientos no se hicieron esperar. Aunque en general fueron bien recibidos por los Chibchas, hubo algunos altercados y peleas.
Siempre la sabana ha sido un lugar ideal para la agricultura y la ganadería, con muy buenas tierras que dejaban producir infinidad de productos y buenas fuentes de agua, siempre ha existido la vocación agrícola.
Aunque Bogotá seguía creciendo y densificándose siempre se mantenía ese límite entre lo urbano de la ciudad y lo rural del resto de la sabana. Los municipios crecían lentamente a medida de sus capacidades hasta que apareció ese cáncer que ha sido el volteo de tierras.
El fenómeno es sencillo. Cada municipio debía tener un Plan de Ordenamiento Territorial, POT, que es la hoja de ruta del municipio. Definía el uso de la tierra y, por ende,el precio a futuro de esta. El alcalde lo presentaba y debía ser aprobado por el concejo municipal.
Muchísimas tierras que estaban dedicadas a la agricultura y la ganadería por décadas cambiaron su uso a urbano y se les permitió la construcción de viviendas densificadas o su utilización industrial y de bodegas.
A medida que el precio de la tierra dentro de Bogotá aumentaba, más municipios cercanos aprovechaban para convertirse en ciudades dormitorio y parques industriales sin ninguna planeación, generando el caos de movilidad y de servicios públicos que tienen la mayoría de estos municipios.
Si este cambio de uso de la tierra hubiera sido ordenado no habría tenido ningún problema. Así es el desarrollo normal de las ciudades. Desafortunadamente en este proceso la falta de planificación y de inversión en servicios públicos fue fatal, mientras que las ansias de dinero fácil y corrupción de muchas administraciones municipales nos llevaron a la realidad de hoy.
DEL MISMO AUTOR: Jugando con candela
Sería injusto echar toda el agua sucia a las administraciones y concejos municipales solamente. Acá hubo muchos más protagonistas que también se enriquecieron haciendo estas marrullas. Los dueños de las tierras que cohonestaron con las administraciones municipales y, por supuesto, los constructores, que también participaron de esta feria del billete fácil.
Los números son escalofriantes. Un POT cambiando el uso del suelo podía modificar el costo de una hectárea de tierra de $200 millones, cuando estaba dedicada a la ganadería o agricultura, a $20.000 millones para hacer vivienda. Sólo se necesitaba el concurso del alcalde y la mayoría del concejo para lograrlo. El municipio debía ser el gran ganador de este cambio ya que el impuesto a la plusvalía de la tierra ayudaría a la construcción de infraestructura. Desafortunadamente en muchos casos los grandes ganadores fueron los dirigentes, se crearon organizaciones delictivas que montaban alcaldes para hacer estas maniobras sin importar el futuro del municipio ni de la sabana.
Muchas fortunas nuevas fueron hechas a merced del mal manejo de los POT. Hay municipios que necesitan comprar el 90% del agua que consumen a Bogotá. Nunca hubo planeación. La densificación y crecimiento ha hecho imposible la movilidad entre los municipios y Bogotá. Hoy en día es un calvario de dos horas ir a un municipio que esté a treinta kilómetros de la capital de la República.
Lo peor, el volteo de tierras sigue vivito y coleando, ha mutado en muchas ocasiones, ha viajado a municipios más alejados. Las fortunas de muchos de estos personajes son tan grandes que manejan a sus anchas los municipios y las elecciones. Las cifras para salir elegido son aterradoras.
Todavía se puede salvar la sabana de Bogotá. Tenemos que defender la frontera agrícola de la ciudad. Se necesita un cambio. En estas elecciones regionales elijamos personas diferentes, que piensen verdaderamente en el futuro y desarrollo de sus municipios. Nadie es rey por siempre, menos con rabo de paja.