La acumulación de problemas estructurales en Colombia

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EDITORIAL

Todo lo que vemos hoy no es más que la explosión de una serie de largos, continuos y profundos problemas que el país no ha resuelto de raíz en los últimos 15 años. Por lo general, es una ley de la vida dejar crecer los problemas como una bola de nieve hasta que tapan, y pareciera imposible salir ileso de estos.


Toda nación, independiente de la ideología política que profese, de la Constitución que posea o incluso del régimen que tenga (parlamentario, presidencialista o monarquía), tiene que estar cimentada en unos principios de igualdad, justicia, libertad, orden y que tenga una carta magna que sea esa hoja de ruta en donde se establece hacia dónde va un país, cómo lo hace y cuál es el papel de los ciudadanos en su diario vivir.

Como Colombia es un país que ha tenido más de 55 años continuos de guerra en todos los sentidos (con guerrillas, paramilitares, grupos delincuenciales urbanos, narcotraficantes, países vecinos), ha sido una aventura, podríamos parecer un caso muy exótico de un país que lo tiene todo para crecer porque cuenta con tierras benditas, con acceso a dos mares, con una ubicación estratégica envidiable por el mundo, pero a la vez contamos con unos problemas coyunturales que han puesto al país en situaciones muy arduas para poder salir adelante, problemas que han demandado liderazgos que no han existido y que solamente algunos atisbos de buen gobierno han hecho que el país recupere la esperanza, corrija el camino y se haya convertido en un país resiliente.

Sin embargo, a las primeras de cambio, cuando apenas existen algunos vientos desfavorables o cuando llegan tragedias tan grandes como una pandemia en la cual vivimos, todo lo que está flojo se cae, todo lo que no está bien elaborado tambalea y por ende las instituciones se hacen más vulnerables y débiles, la ciudadanía mucho más volátil y ocurre lo que se presenta hoy.

Colombia es un país que nunca ha tenido un sistema judicial eficiente, la justicia en Colombia no es justa, con esa sentencia tratamos de que muchos entiendan la dimensión y la gravedad de esto. Ni el legislativo ni el ejecutivo se atreven a revertir esta situación, en el país delinquir paga, hacer el bien no paga porque te castigan y eso trae consecuencias inconmensurablemente dañinas para cualquier sociedad.

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En Colombia no ha existido una política económica respecto a la vocación del país, de la explotación de recursos naturales de una manera eficiente, prolongada y productiva. Hoy la mitad de la tierra en Colombia está mal explotada, aún teniendo la capacidad de convertirnos en la despensa agrícola del mundo no lo hacemos y fuera de eso tenemos una política fiscal nefasta.  Todos los ciudadanos quieren reclamar sus derechos, exigen gratuidad pero pocos quieren pagar impuestos argumentando que se los roban, algo cierto pero que no justifica no pagar un impuesto.

En un país organizado, líder, responsable y de primer mundo todos pagan impuestos, todos aportan porque todos reciben. A nivel de política fiscal, justicia y vocación económica, tres elementos necesarios en un Estado, Colombia ya entra perdiendo. Fuera de eso, existe una clara descompensación entre ciudadanía y Estado, el tamaño de este y lo que pasa allí respecto a lo que ocurre en la ciudadanía, un excesivo centralismo que no se balancea a través de decisiones eficaces y de alto impacto para las regiones. En Colombia se toman decisiones para 32 departamentos en 20 calles de Bogotá con un absoluto desconocimiento de lo que sucede en lo que llaman la Colombia profunda.

Además de lo anterior, está comprobado que los espacios que ha dejado el Estado colombiano han sido llenados por actores ilegales, por criminales, por personas que han visto cómo pueden llegar a territorios fértiles para narcotráfico, extorsión y la delincuencia común porque ni la Policía, el Ejército, la justicia, el sistema educativo, el sistema de salud hacen presencia, que es otro gran error que comete el Estado colombiano.

No siempre hay que llegar a los territorios o no siempre significa que el Estado haga presencia a través de la fuerza pública sino a través de soluciones integrales complementarias que se concatenen y generen ecosistemas de hábitat equilibrados, justos, seguros y beneficiosos para la comunidad.

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Los jóvenes están indignados porque no encuentran un empleo, pero es que este no cae de las mantas; el empleo nace de las empresas y estas no se montan en Colombia como debería ser porque existen incentivos o atractivos para la inversión. En el país, muchísimas empresas que se crean en el papel en cámaras de comercio son para lavar activos o simplemente para tener dobles contabilidades, no porque Colombia sea en Silicon Valley, como lo dice el presidente Iván Duque.

Las empresas se crean y la inversión extranjera llega a un país según ese nivel de atracción que tenga la nación, impuestos justos, buena infraestructura, la seguridad de sus inversiones, la estabilidad jurídica y otra serie de elementos que el país se ha dedicado a dinamitar poco a poco con reformas tributarias cada año, con políticas ambiguas respecto a la explotación de recursos naturales creando un ambiente hostil para los inversionistas y perdiendo puestos en comparación a otros países de Latinoamérica, teniendo las tasas corporativas de impuestos más altas de la OCDE.

Son problemas estructurales que hoy nos tienen en donde estamos, que solucionarlos crea un caos, una inconformidad y una discordancia ciudadana, y es que los ciudadanos quieren escuchar lo que anhelan, no lo que es bueno, correcto y responsable. Si Colombia sigue haciendo lo que ha hecho en los últimos 15 años, que es solucionar todo con paños de agua tibia, con mediocridad, demagogia y populismo, y no va haciendo un reinicio en donde haya una reorganización, esto no va a salir bien y por más que se calmen las protestas tendremos nuevos paros con peores consecuencias.

Ojalá algún valiente se le mida a hacer estos cambios, junto con un grupo de congresistas serios no politiqueros ni corruptos, junto a un grupo de empresarios de todos los tamaños, junto a organizaciones sociales, académicas y verdaderos líderes para abanderar este cambio radical que necesita Colombia.

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