Muchas preguntas podrían hacerse al presidente Gustavo Petro respecto a la designación de Armando Benedetti, ya sea como ministro del Interior, jefe de gabinete por dos semanas o embajador en Caracas. Sin embargo, en la política hay dos planos: el del estado de opinión y el plano real de la política. Aunque esta afecta a todo un país, es manipulable desde unas pocas esferas. En el caso de Benedetti, la situación no es diferente.
El presidente Petro ha confesado, tanto pública como privadamente, su insatisfacción con la mayoría de los miembros de su equipo de gobierno a lo largo de estos tres años. Sus políticas no se han traducido en obras ni en hechos contundentes, y la relación con su equipo de trabajo no ha fluido en términos de eficacia y asertividad política. Esto ha sido una frustración constante para el mandatario.
Si algo caracteriza a Benedetti en el mundo político, es su capacidad para entender los dolores de los congresistas y la importancia de cada uno en sus respectivas regiones. Junto con figuras como Roy Barreras, ha demostrado ser un hábil operador político. Y, a falta de un año para las elecciones, ¿qué mejor que poner a alguien con experiencia comprobada en campañas y conocimiento político fuera de Bogotá a manejar el Congreso?
Benedetti tiene una buena relación con los medios de comunicación, periodistas, líderes de opinión, influenciadores y, desde luego, con innumerables congresistas. Muchos critican a Benedetti en público, pero en privado le escriben, son sus amigos, comparten con él y no tendrán problema en ayudarle en sus misiones en esta etapa del gobierno.
Por eso, Benedetti, lejos de los juicios que se le puedan hacer en el plano personal, se constituye en una amenaza para quienes buscan que el gobierno no logre sacar adelante sus reformas o hacer cambios profundos en el Estado colombiano, sean estos buenos o malos según la perspectiva de cada uno.
Ahora bien, la gasolina política de Benedetti no es infinita. No cuenta con el margen de maniobra de un primer o segundo año de gobierno. Si bien podrá organizar las relaciones con el Congreso, su fuerza será limitada para impulsar ciertas reformas. No aquellas que sacudan los cimientos del país, pero sí las que puedan garantizarle victorias al gobierno de Gustavo Petro.
Así pues, en medio de la polémica desatada por el consejo de ministros, el gran ganador es Benedetti, junto con el presidente. Petro ha nombrado a quien siempre quiso nombrar y ha demostrado, en apenas dos semanas, su capacidad de convocatoria e influencia sobre muchos congresistas. Eso es precisamente lo que el presidente ha necesitado durante mucho tiempo.
No obstante, Benedetti deberá lidiar con un fantasma que lo persigue de cerca: la Corte Suprema de Justicia. Si se mantiene como ministro, quedará nuevamente bajo su jurisdicción, lo que podría convertirlo en una pieza de alto costo en el ajedrez político.
Aun así, Benedetti puede convertirse en el mejor ministro del Interior de Gustavo Petro en términos políticos, siempre y cuando logre consolidar la confianza necesaria para maniobrar con eficacia y garantizar la capacidad de acción del presidente en el tramo final de su mandato.
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