En una conversación exclusiva con 360 Radio, Santiago Ochoa Posada, vicepresidente corporativo de Negocios Agua y Saneamiento del Grupo EPM, compartió los detalles y el orgullo que representa para la organización liderar en Chile la operación de la planta desaladora de Antofagasta. Este megaproyecto, considerado el de mayor capacidad en América Latina, no solo responde al desafío del estrés hídrico en el desierto de Atacama, sino que también refleja el compromiso de EPM con la sostenibilidad y la protección de la biodiversidad marina. Una infraestructura de talla continental que marca un hito en la gestión responsable del recurso hídrico.
Santiago Ochoa: Para nosotros es una gran satisfacción, porque como grupo empresarial hemos buscado siempre tener un cúmulo de capacidades que nos permita atender las necesidades de los territorios donde el Grupo EPM hace presencia, según las características locales del sitio donde estamos.
En este caso particular estamos hablando de la Región II de Chile, en el desierto de Atacama —el más árido del mundo—, donde el agua es un recurso absolutamente escaso. Pero Antofagasta es una ciudad que está a orillas del Océano Pacífico. Como está ocurriendo a nivel mundial, hay una tendencia que se conoce en la literatura como «estrés hídrico» o «crisis del agua», resultado del crecimiento acelerado de la población.
Se estima que para 2050 seremos el doble de habitantes en el planeta, y que el 80 % de ellos preferirá vivir en ciudades. Eso implica una concentración de demanda de bienes y servicios, especialmente de agua. Si pensamos en la huella hídrica —es decir, el caudal que se necesita no solo para consumo humano, sino para producir alimentos, energía, ropa, entre otros—, vemos cómo esa demanda creciente, concentrada en entornos urbanos, se enfrenta al deterioro acelerado de las fuentes naturales de agua, tanto en cantidad como en calidad.
Ante eso, la humanidad ha buscado alternativas. La primera: usar el agua de manera más eficiente. La segunda: el reúso de aguas, especialmente en el sector industrial. Y la tercera —la que yo llamo la «última frontera»— es la desalación de agua de mar.
Por eso, estar hoy operando la planta desaladora más grande de América Latina con fines de producción de agua potable es todo un orgullo para nosotros. No solo hemos desarrollado infraestructura, sino también capacidades técnicas y humanas que nos permiten replicar este conocimiento en otros territorios donde se necesite acudir a esta última frontera.
360 Radio: ¿Cómo han sido esas primeras semanas de operación? Porque sin duda este es un proceso poco conocido en detalle, y donde la infraestructura representa bastantes retos.
Santiago Ochoa: Sí, esta es una tecnología con características muy particulares. El proceso comienza con la captación a través de una torre submarina sumergida en el lecho marino, conectada a una tubería de adopción que lleva el agua del mar hasta la costa. Allí, mediante estaciones de bombeo, se inicia el tratamiento: primero un filtrado para remover materiales gruesos.
Es muy importante proteger la fauna marina. Por eso, en esa captación se incluyen mecanismos que impiden que quede atrapada. Luego viene el proceso de ósmosis inversa, que retira sales, iones minerales, virus y bacterias, garantizando un agua altamente potable.
Pero este proceso es tan eficiente que el agua resultante es casi «demasiado pura», por lo que se requiere remineralizarla, agregando ciertos minerales esenciales para que sea apta para el consumo humano. De lo contrario, el agua empezaría a absorber elementos como hierro o calcio de nuestro cuerpo, debido a su capacidad como solvente universal. Ha sido toda una experiencia, muy interesante y con resultados hasta ahora muy satisfactorios.
360 Radio: Usted mencionaba al principio un tema clave: la ubicación geográfica de esta planta. El terreno allá es muy distinto, incluso comparado con los proyectos que EPM tiene en Colombia o en otras regiones del continente. ¿Qué hizo difícil construir esta planta en Chile y cuáles fueron los principales retos?
Santiago Ochoa: Solo por citar algunos elementos: la ciudad de Antofagasta originalmente se abastecía de agua proveniente de la cordillera de los Andes, a 2.800 metros de altura, a unos 300 kilómetros de distancia. Es como si Medellín se abasteciera desde Armenia, para que te hagas una idea del tamaño de esa infraestructura.
Esa fuente está hoy limitada: el caudal del río es bajo, y el agua es rica en minerales, lo que complica su tratamiento. Pero lo más importante es que ese volumen es finito. Yo he visto desaparecer ríos en mi vida profesional, pero nunca he visto aparecer uno nuevo. Incluso, tras un gran terremoto en el Pacífico, vi formarse islotes, pero jamás un río nuevo. Eso nos habla del riesgo y la urgencia de encontrar nuevas fuentes.
Hoy, Antofagasta tiene una ventaja que pocas ciudades en América Latina pueden ofrecer: dos fuentes simultáneas de abastecimiento. Puede recibir el 100 % del caudal necesario tanto de la cordillera como del mar, lo que le da una enorme confiabilidad.
Solo pensemos en lo que ha pasado recientemente en Bogotá, donde la interrupción del servicio de acueducto generó impactos significativos. Esa inseguridad puede incluso afectar la competitividad del territorio.
En cambio, con dos fuentes confiables, Antofagasta puede sostener un desarrollo económico firme. Eso es diferenciador. Además, es una ciudad extraña para quienes venimos de Medellín o Colombia en general. Tal vez lo más parecido sería la alta Guajira o el desierto de la Tatacoa: pocas zonas verdes, y las que existen han sido creadas artificialmente y requieren cuidados extremos para sobrevivir.
Típicamente estamos hablando de un desierto donde la planta natural es el cactus y poco más de esto. Entonces, en ese ambiente, poder contar con agua dulce suficiente para atender la demanda actual y futura de esta ciudad es un elemento diferenciador en términos de calidad de vida para las personas, de confiabilidad, de una sociedad que puede tener un nivel de desarrollo mejor y también de una mayor competitividad para el territorio.
360 Radio: Además, usted menciona un punto clave y es la calidad de vida. Yo creo que algo que resalto siempre de los proyectos que EPM se ha propuesto en materia de infraestructura es cómo mejorar la calidad de vida de las regiones en las que trabaja. Y creo yo, que ustedes han podido hacer ese trabajo de campo y ese trabajo en terreno para hablar justamente con las comunidades. ¿Cómo ellos han recibido este proyecto? Porque, sin duda, mejora muchísimo de acuerdo a lo que usted nos mencionaba al inicio.
EPM opera la planta desaladora más grande de Latinoamérica en Antofagasta: Clave contra la sequía
Santiago Ochoa: En realidad, el proyecto ha tenido una gran acogida en la región, no sólo por los ciudadanos de Antofagasta, sino también por las autoridades y por la industria en general. Aquí es muy importante no perder de vista que todo lo que una empresa de servicios públicos hace se refleja en calidad de vida y bienestar para las personas.
Nosotros en EPM, desde nuestro propósito empresarial, lo declaramos, pero no sólo lo declaramos, sino que lo materializamos a través de estas acciones. Estamos comprometidos en contribuir a la armonía de la vida para un mundo mejor, y ese mundo mejor es poder permitir que en medio del desierto más árido del mundo se den condiciones aptas para la vida. Que las personas puedan tener ese crecimiento no sólo en la parte personal, sino en la parte social y económica, que se pueda desarrollar la vida de una ciudad tan importante como lo es Antofagasta para Chile.
Allí están asentadas las mayores explotaciones mineras de todo Chile. Están en estas regiones del norte de Antofagasta y esta ciudad tiene la característica de prestar bienes y servicios a toda la gran industria minera chilena, nacional —con Codelco— y otras empresas internacionales donde se da todo este aprovechamiento de los minerales.
Entonces, poder garantizar esta condición refleja ese compromiso nuestro en que donde estamos nos comprometemos con el territorio, porque siempre hemos entendido que si el territorio en el que nosotros vamos a actuar como empresarios no es viable, pues nuestra empresa tampoco lo puede ser.
EPM siempre ha buscado unirse al desarrollo de los territorios, entendiendo que hay una simbiosis: si el territorio es viable, nuestra empresa lo es y viceversa. Si no lo es, nuestra empresa tampoco podrá ser. Y ahí está una carta de navegación que orienta todas nuestras acciones.
360 Radio: Además, le confieso que tuve la posibilidad y la oportunidad de estar en Antofagasta un par de días, en una visita a Chile, y es una ciudad muy bonita. Es una ciudad que abre las puertas a Chile desde el norte, pero para serle muy franco, desconocía yo esos problemas que hoy EPM llega a solucionar. ¿A usted qué le pareció Antofagasta?
Santiago Ochoa: Es una ciudad muy dinámica. Nosotros que estamos acostumbrados a ver altas montañas cubiertas de verde, ver esas montañas tan impresionantes completamente en arena y roca es bastante impresionante. Y las experiencias cuando uno va a la bocatoma, que como les digo está a 300 kilómetros de Antofagasta y a 2.800 metros sobre el nivel del mar, es una experiencia entre nevados, es muy bonito.
Pero me llama mucho la atención la pujanza y el dinamismo que tiene esta región. No solo Antofagasta, también Tocopilla, Mejillones, Calama… Toda esta zona, esta región 2 de Chile, tiene una dinámica impresionante porque de allí se genera mucho del PIB del país. Mucha de la riqueza que se genera en Chile proviene de esta región.
Y entonces eso le da una mayor relevancia a lo que hacemos, porque estamos apalancando con nuestro actuar el desarrollo, el crecimiento y la riqueza para los chilenos.Y eso es muy importante, porque incluso hay historias muy bonitas.
Cuando nosotros llegamos en el año 2013-2014 a la ciudad de Calama, nos recibieron con una marcha de protesta porque una de las interpretaciones que los agricultores de Calama le dieron al proceso de entrada del proyecto en Chile era que estaban vendiendo el agua a un extranjero.
En una región donde el agua es tan escasa —porque en Antofagasta no hay un solo río, no hay una sola quebrada— ellos veían que la entrada de una empresa colombiana era una forma de venderle a un extranjero el agua.
Y nos recibieron con marchas, con gente en la calle, con pancartas y demás. En un trabajo que hemos venido realizando con ellos, hemos llegado a hacer acuerdos que nos han permitido a ellos mejorar el nivel de ingresos que tenían por el uso del agua que compartíamos: ellos para el riego de la agricultura y nosotros para la producción de agua potable.
A través de esos convenios y un trabajo conjunto con estas comunidades, hoy ellos que nos veían como una amenaza son un aliado importante para nosotros, y nosotros para ellos. Hasta el punto que nos entregaron una placa conmemorativa como reconocimiento al esfuerzo nuestro por hacer crecer la Asociación de Agricultores de Calama.
Eso es una forma de mostrar cómo vamos más allá del simple servicio que vamos a prestar —en este caso el acueducto— sino que también buscamos cómo con nuestro actuar integramos otros actores y grupos de interés del territorio para que también ellos puedan tener ese progreso, como lo logramos nosotros con esta infraestructura.
360 Radio: Hay un dato que me parece muy relevante, hablando un poco de cifras, y es esa inversión de 130 millones de dólares provenientes de recursos propios y financiación por parte de la filial Aguas de Antofagasta. Pero también hay otra cifra bastante relevante y es la cantidad o ese número de producción que genera este tipo de plantas, esa planta desaladora.
Estamos hablando de 124 millones de litros de agua, prácticamente el 14 % del agua que EPM potabiliza para el consumo humano en el Valle de Aburrá, en el municipio de Rionegro. Es decir, son cifras bastante, bastante altas. ¿Y las proyecciones cuáles son?
Santiago Ochoa: Las cifras son bastante importantes. Efectivamente, hoy entregamos 124 millones de litros de agua al día —agua desalinizada para el consumo humano— a la ciudad de Antofagasta y a una ciudad que está a unos 50 kilómetros más o menos, que se llama Mejillones, que es uno de los puertos más importantes también del Pacífico chileno.
Nosotros, en la infraestructura que pusimos en operación, tenemos la capacidad de ampliar a otros 150 litros por segundo adicionales.O sea, ya las obras marítimas —esa torre de captación que está sumergida en el mar, esa tubería de aducción, las estaciones de bombeo— todo está listo para empezar a traer 150 litros de agua más del mar.
Lo que nos quedaría faltando, y creemos que lo vamos a tener que hacer en un par de años, a lo sumo en tres, es montar dentro ya de la planta, ahí en la parte física, en tierra firme, una batería de paneles adicionales para hacer filtración, ultrafiltración y ósmosis inversa, y de esa manera seguir creciendo la oferta de agua para el territorio.
Esta región tiene una particularidad, y es que Chile le ha apostado con mucha fuerza a los temas de hidrógeno verde. Ese hidrógeno verde es esa esperanza del mundo en tener una fuente alterna de generación de energía que no contamina.
Cuando uno está produciendo hidrógeno verde, tiene que hacer una hidrólisis de agua que debe tener una pureza especial. Lo que se toma es el hidrógeno para producir el combustible y lo que se libera es oxígeno. Entonces pasaríamos de los combustibles tradicionales, que lo que liberan hoy es CO₂, a un combustible que lo que libera es oxígeno.
Y eso es una de las grandes apuestas a nivel mundial, pero Chile —en la región de Antofagasta— se ha jugado de manera muy importante en producir este hidrógeno verde, al punto que hay una Asociación Chilena de Productores de Hidrógeno Verde con sede en Antofagasta.
Y resulta que Aguas de Antofagasta es miembro de esa asociación porque es la empresa que tiene más recursos de agua disponible en esa región. Ya estamos hablando con varias empresas productoras de hidrógeno verde para ser nosotros los proveedores de agua para poder producir este combustible y esa agua puede provenir de la cordillera, de un tratamiento adicional de aguas residuales domésticas o de agua de mar. De manera que las oportunidades siguen creciendo y donde cada una de estas dinámicas cobran fuerza, nosotros vamos a seguir haciendo nuestra labora de contribuir a la armonía de la vida con un futuro mejor.
Nos vincularíamos de una manera directa a esas estrategias de combustibles sostenibles y amigables ambientalmente.
360 Radio: Hemos hablado de cómo los proyectos de infraestructura son necesarios. Pero quiero preguntarle: ¿en qué se están diferenciando hoy Chile y Colombia para que estos proyectos funcionen mejor en uno u otro país?
Santiago Ochoa: Son dos cosas. Primero: estas tecnologías no son nuevas, pero sí costosas. En Antofagasta, el metro cúbico de agua puede costar 3 dólares; en Medellín, 1,2 dólares. Pero como decimos: el servicio más caro es el que no se tiene. En Antofagasta, es una solución costo-eficiente porque los ingresos de la región lo permiten. Y, como en Colombia, hay subsidios estatales.
Pero Chile tiene algo que Colombia no: una regulación mucho más consolidada, estructurada y orientada al bienestar de los ciudadanos. Chile tiene la mejor cobertura de servicios públicos de América Latina. Esto ha sido posible porque el país creó un ambiente regulatorio atractivo. Las grandes empresas del mundo del agua están allí.
En Colombia, seguimos atados a modelos tarifarios del siglo pasado. El problema no es técnico ni económico: es de voluntad. Un ejemplo claro es Santa Marta, una ciudad que pronto cumplirá 500 años y que, increíblemente, aún no cuenta con cobertura total de agua potable. Eso debería ser imperdonable en pleno siglo XXI.
No se trata de una falta de ingeniería, ni de capacidad administrativa, ni siquiera de recursos financieros. El verdadero obstáculo es la falta de voluntad. Mientras esa voluntad no esté alineada —desde lo público, lo privado y lo político—, podemos invertir en ingeniería, dinero y tiempo, pero nada se construirá. Porque, sin voluntad, no hay transformación posible.
Sí, de acuerdo. Nosotros tenemos una oportunidad muy grande ahora que se está discutiendo un nuevo marco regulatorio para definir el esquema tarifario en Colombia, que es definitivamente el elemento que más puede apalancar que el desarrollo se acelere.
Chile lo hizo. Chile lo hizo y lo logró. Pero fue por una voluntad que le apostó a un propósito y, con disciplina, consistencia y persistencia, insistió en él.
Sólo por dar un ejemplo: hoy, tal vez el modelo de agua potable rural —como lo llama Chile, o lo que llamaríamos nosotros acueductos rurales— tiene un nivel de desarrollo y cobertura impresionante. El nuestro se repite y se repite con los mismos resultados que ya conocemos.
Y decía uno de los grandes pensadores o de los genios de la humanidad que la definición de locura era hacer las mismas acciones esperando un resultado distinto. Pues yo creo que así nos encontramos nosotros en el sector de agua en Colombia hace un buen rato.
360 Radio: ¿Qué siente usted al ver que estos proyectos se pueden hacer en otros países con empresas colombianas, pero en Colombia no avanzan al mismo ritmo?
Santiago Ochoa: Nosotros, como grupo empresarial, hemos trabajado para tener capacidades técnicas y administrativas que nos permitan no sólo ejecutar, sino operar y mantener estos proyectos. Tratamos agua de quebradas como Aguas Frías (25 l/s), del río Magdalena en Malambo, de embalses en Medellín, pozos profundos en Urabá y también agua de mar. Eso nos da una cobertura técnica muy amplia.
Hoy operamos en Antofagasta, el desierto más árido del mundo, y también en regiones como Chocó, uno de los más lluviosos. Eso nos da aprendizajes enormes. Hemos avanzado en economía circular. En Chile y México, tenemos proyectos de reúso de aguas residuales. En Calama, entregamos agua residual tratada a la industria minera para explotación de cobre. Así, ellos liberan agua natural para las comunidades. Eso les da una “licencia social”, porque se les ve como aliados del territorio. Y eso, para nosotros, es clave.
En México tenemos agua que está haciendo refrigeración de plantas de generación de energía térmica en la industria papelera. En una refinería de Pemex operan varios procesos con agua residual tratada provista por nosotros. Y de esa manera buscamos una integralidad en el ciclo urbano de las aguas, porque el tema del estrés hídrico y de la crisis hídrica que yo mencionaba al comienzo es una realidad que está viviendo todo el planeta. No es una situación solo de Antofagasta: lo que cambia son las intensidades, según las condiciones de cada territorio.
Yo muchas veces me he cuestionado a mí mismo y me he inquietado mucho, porque Colombia es uno de los países con mayor riqueza hídrica del mundo. Y mucha gente desnuda, pues, se la pasa discutiendo si somos el cuarto o el sexto… pero la reflexión que yo hago es que de poco nos sirve a nosotros que el río Amazonas, el más caudaloso del mundo, pase por Leticia, cuando la mayor demanda de agua del país la tenemos en Bogotá. Y si se nos queda sin agua, pues haya sido el Amazonas, pero la mayor demanda tuvo problemas.
Y las demandas grandes nuestras están en Bogotá, en Medellín, en Barranquilla, en Cali, en Manizales. ¿Y cómo vamos, en este entorno de condiciones climáticas extremas, a garantizar la continuidad y la confiabilidad de estos servicios? Y esto se logra con inversión, con planeación, con trabajar de manera continua. Esto se logra, con inversión con planeación y hacerlo de manera continua.
Una de las preguntas que más nos pudieron hacer a EPM a todo nivel el año pasado es: “¿Por qué ustedes sí tienen agua y Bogotá no?” Y la respuesta es muy sencilla: desde hace 10 años nosotros hemos venido haciendo inversiones por 2.9 billones de pesos para asegurarnos de que aquí no pase eso. Y seguimos haciendo inversiones. Y tenemos un plan de inversiones de 4 años, uno de 10 años, uno de 20 años, y uno de 50 años que yo no voy a ver, pero si mi equipo y yo no trabajamos en ese plan ahora, como dicen, mis hijos y los hijos de mis hijos van a padecer lo que no hagamos nosotros.
Tenemos que empezar a hacerlo ahora, con esa mirada de largo plazo y de soluciones grandes, para que las ciudades que van creciendo —que no se detienen, porque ninguna de estas ciudades se detiene su crecimiento—, en la ciudad de Medellín o el Valle de Aburrá, 30.000 conexiones nuevas de agua, eso es como un Rionegro cada año, puedan tener esa continuidad y esa confiabilidad en la prestación de estos servicios.
360 Radio: Sin duda la infraestructura tiene que tocarse también con el tema de sostenibilidad y quisiera saber: ¿cómo fue esa construcción de la planta en materia sostenible? ¿Cómo es este proyecto en Antofagasta que garantiza esa sostenibilidad? Porque es una zona —bien lo hemos reiterado durante toda la conversación— bastante álgida, bastante complicada, y sin duda los parámetros deben ser más fuertes en estos temas ambientales.
Santiago Ochoa: Así es. Aquí hay un elemento muy importante, que era como el detonante de todo el cuidado, y es dos cosas orientadas a la protección de la fauna marina. Primero, que la estructura de captación no se convierta en una trampa —permítamelo decir así— donde las especies marinas de la región corran peligro, puedan terminar siendo atrapadas y demás.
Por eso les decía yo a ustedes que no hay una succión de agua del mar. Esa conexión es una tubería que trae el agua hasta una alcántara, y ahí, en tierra firme, están los bombeos. De esa manera, la fauna marina puede desarrollar su vida en condiciones normales. Porque si llegase a entrar por uno de estos elementos —que tiene filtros para que no lo haga—, pues tiene todo un recorrido enorme de casi 300 metros antes de que llegue a un estanque donde empezarían las estaciones de bombeo.Entonces, ahí hay una estrategia que se tiene que hacer precisamente para proteger la fauna.
En la construcción, por ejemplo, de todos estos elementos: la torre de captación se construyó en tierra firme, se llevó en una barcaza y se hundió en el sitio donde iba a quedar disponible. Lo mismo hicimos con las tuberías: se armaron en un puerto en tierra firme, se lanzaron al mar y se hundieron en el sitio que tenían que quedar.
Para poderlo ubicar, tuvimos que hacer algunas voladuras —o tronaduras, como dicen los chilenos— para demoler la roca en el fondo marino. Porque esta región en particular, donde está la planta, no tenemos una playa con arena sino con roca dura. Y entonces había que construir un canal en el lecho marino que sirviera como de cuna para esa tubería. Y eso fue uno de los trabajos más delicados, justamente para proteger la fauna marina. Pero el más complicado de todos es que en la desalación del mar siempre queda un producto que retorna al mar en rechazo, que se conoce como la salmuera. Como salmuera. Y es un agua con una altísima concentración de sales.
Todas las sales que yo estoy retirando del proceso se recogen y se retornan al mar. Entonces hay que hacer unos estudios muy completos de cómo son las corrientes marinas para poder determinar en qué sitio, en qué condiciones de caudal, de direccionamiento y demás se descargan esas aguas, para buscar que las corrientes marinas rápidamente diluyan esa concentración de sal, porque sale muy alta.
Pero tenemos que estar haciendo mediciones permanentemente de esa salmuera en el mar para garantizar que no estemos afectando el entorno ni de las plantas ni de los animales que habitan en esta región. Entonces hay un control muy muy riguroso con eso, y yo diría que es como lo de mayor cuidado para resaltar aquí en este proyecto.
Desde el grupo EPM tenemos como propósito, y lo decía ahora, contribuir a la armonía de la vida para un mundo mejor. Y ese «contribuir» tiene un sentido de que somos parte de un conglomerado de actores que se unen para buscar ese gran propósito de una vida mejor.
Todo lo que hacemos tiene sentido si logramos impactar positivamente las condiciones de vida de una persona, de una familia, de un territorio, de una ciudad. En eso estamos comprometidos. En el tema de agua potable —lo he dicho en algunos espacios donde he podido estar participando en paneles—, lo que no podemos perder es tiempo, porque estos eventos climáticos, querámoslo o no, se van a volver más frecuentes y más intensos. Ya lo estamos viviendo: las temporadas de sequía, ahora las temporadas de lluvia. Y ambos nos impactan de una manera importante, en los ambientes urbanos y también en los rurales.
Entonces es muy importante tener una mirada holística, profunda, reflexiva de qué vamos a hacer. Porque no se trata de estar corriendo, sino de manera inteligente aplicar los recursos y el conocimiento, de tal manera que nos permita estar mejor preparados para cuando esos eventos extremos lleguen, los impactos sean menores —ojalá que no los sintamos—, pero que si los vamos a sentir, sea lo menos posible.
La naturaleza tiene la capacidad de sobrepasar cualquier condición que los seres humanos pongamos como límite. Pero yo creo que con respeto por ella, y buscando esa armonía, podemos encontrar soluciones que le den confiabilidad a nuestros territorios en la prestación de estos servicios de acueductos, alcantarillado y en el cuidado del medio ambiente.
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