Colombia registró su peor desempeño fiscal desde finales de la década de 1990, de acuerdo con el más reciente informe del Comité Autónomo de la Regla Fiscal (Carf). El resultado confirma las alertas que durante meses habían lanzado analistas, gremios económicos y centros de pensamiento sobre el deterioro de las cuentas públicas.
El informe del Carf señala que el balance primario ajustado por el ciclo económico fue deficitario y se ubicó en -2,9% del Producto Interno Bruto (PIB), un nivel incluso más negativo que el registrado en 1998, cuando este indicador rondó el -2,7%. Se trata de una métrica clave para evaluar la sostenibilidad fiscal del país, pues refleja si los ingresos del Gobierno son suficientes para cubrir su gasto, sin contar el pago de intereses de la deuda.
El déficit primario de Colombia cayó a -2,9% del PIB, el peor registro en casi 30 años.
Para entender su alcance, José Ignacio López, presidente de Anif, explicó que el balance primario muestra la diferencia entre los ingresos y los gastos del Estado. Cuando es negativo, significa que el Gobierno debe recurrir a un mayor endeudamiento para financiar su operación. “Si es positivo, hay espacio para reducir deuda o fortalecer la situación fiscal. Hoy estamos claramente en el escenario contrario”, señaló.
El deterioro del indicador sugiere un incremento significativo del gasto público, lo que ha tenido efectos directos sobre la percepción de riesgo del país, el costo de la deuda y la presión sobre las finanzas públicas. López advirtió que, bajo escenarios más exigentes, el déficit podría ampliarse aún más hacia 2026, un factor que preocupa especialmente a los analistas y a las calificadoras de riesgo, que suelen dar un peso central al balance primario en sus evaluaciones.
Uno de los elementos que más inquieta a los expertos es que este deterioro no se da en medio de una crisis económica profunda. El ajuste por ciclo económico, explicó López, permite aislar factores coyunturales que distorsionan las cuentas fiscales, como caídas abruptas en los ingresos o aumentos extraordinarios del gasto durante recesiones. “En este caso, no estamos saliendo de una crisis que justifique un deterioro de esta magnitud”, afirmó.
El economista también advirtió sobre los riesgos de interpretar mejoras temporales en el recaudo como soluciones estructurales. En escenarios de bonanza, como aumentos en los precios del petróleo o del café, los ingresos del Gobierno pueden crecer sin que exista un esfuerzo real de ajuste fiscal. “Si no hay cambios en impuestos o en el nivel de gasto, la mejora es pasiva y no corrige los problemas de fondo”, explicó.
Desde Corficolombiana, César Pabón, jefe de investigación económica, coincidió en el diagnóstico. Señaló que los niveles actuales de endeudamiento son comparables, e incluso superiores, a los observados durante la crisis de finales de los noventa. En ese contexto, afirmó, lo esperable sería un ajuste fiscal que permita frenar el deterioro, ya que de lo contrario los desequilibrios tienden a profundizarse.
Pabón recordó que Colombia enfrenta un déficit fiscal persistente por razones estructurales. Tras la Constitución de 1991, el Estado asumió mayores responsabilidades sin mecanismos suficientes de control del gasto, lo que derivó en una estructura rígida que hoy concentra cerca del 90% del Presupuesto General de la Nación. A esto se suman factores coyunturales, como errores en la proyección de ingresos y en el comportamiento de la actividad económica, que terminan ampliando el desbalance.
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