Colombia y Venezuela: Vaivén de los Pueblos

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Colombia y Venezuela: Vaivén de los Pueblos: “Tal era la riqueza que se escuchaba en las calles la frase de moda: “¡Ta’ barato!, ¡dame dos!”


Autor: Orlando David Buelvas Dajud

A principios del siglo XX La Guajira fue la vía por la que miles de venezolanos buscaron escapar del régimen de Juan Vicente Gómez Chacón. Entre tantos desahuciados sin patria se encontraba el doctor Alfredo Barbosa, quien luego, en Aracataca, sería el tormento de un joven Gabriel García Márquez, que intentaba de niño robar los mangos despilfarrados en el patio de este hombre vetusto y gigante.

Por entonces el pueblo venezolano se debatía entre “Juanchistas” y “Vicentistas”, provocando inestabilidad política y un régimen de terror del que, desafortunadamente, América Latina no es ajena. Pero bien, la bonanza bananera colombiana atrajo la mirada de los muchos vecinos de Zulia y bajo la bendición de la señora de Coromoto se embarcaron en una aventura que los traería a la nación cafetera. Pero como todo en la historia, esta suerte se ha repartido para unos y para otros, como si de una condena se tratara.

El tiempo no tardó en aparecer y la promesa bananera se convirtió en castigo, los sueños en sangre y la suerte en balas de plomo. Los pueblos de la costa colombiana, alguna vez llenos de vida y furor, fueron desolados por el olvido provocando que las vías férreas que en antaño transportaron la esperanza de crecer como nación, terminaran oxidadas para nunca más volver a transitar sobre su tierra prometida.

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Colombia y Venezuela: Vaivén de los Pueblos

Bien se cuenta, que por entonces se empezó a padecer lo más parecido a una locura colectiva. Los pocos hombres y mujeres que decidieron quedarse en estos pueblos inhóspitos guardaban la esperanza de que la empresa bananera, United Fruit Company, volvería a retomar sus oficios aun después del baño de sangre que el Gobierno encargo para silenciar a cientos de civiles.

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No pasó mucho tiempo para que la violencia en Colombia explotara cambiando la dinámica: los colombianos ahora corrían hacía frontera. Venezuela por entonces superaba la dura época dictatorial levantando edificios que acariciaban las nubes apegados a la vanguardista arquitectura de los años 50´s. Tanta fue la afamada época dorada que atrajo a cientos de inversores como Christian Dior quien, sin tapujo alguno, viajó a Caracas e inauguró su primera Boutique en la capital venezolana, para luego, instalado en París lanzar diferentes confecciones nombradas como “Caracas” o “Venezuela” en honor a la elegancia con la que se vestía en dicho país.

Alrededor de 50.000 colombianos dejaron las huestes de la incertidumbre sembrada por una década de política inestable, dividida y con la violencia acrecentándose cada vez más, viajando a la Venezuela de la época dorada. No era casualidad, gran parte del continente tenía los ojos puestos sobre el país que vivía un crecimiento económico acelerado gracias a las grandes reservas petroleras, que aun hoy, siguen siendo de las más importantes de la región.

Con el paso del tiempo los colombianos seguían siendo los inmigrantes, se hablaba de la “Venezuela Saudita”, tal era la riqueza que se escuchaba en las calles la frase de moda: “¡Ta’ barato!, ¡dame dos!”, ciertamente Venezuela era la salvedad al horror latinoamericano del momento, fue construido el campus de la Universidad Central que hoy es Patrimonio de la Humanidad y cientos de turistas se agrupaban en el Hotel Humboldt para vivir fuera de las preocupaciones mundanas.

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En 1970 había más de medio millón de colombianos en el país petrolero, para que luego, en los años 90´s múltiples empresarios colombianos se movilizaran a Caracas en busca de un mejor terreno para invertir.

2219 kilómetros unen la frontera colombo-venezolana. Millones de historias e infinidad de inmigrantes pasaron por este límite del imaginario humano, unas veces en busca de la suerte bananera, otras tras la bendición del petróleo, casi siempre huyendo de la inestabilidad política que caracteriza a nuestra región. Pero si una de estas constantes se puede tener como verdad, sería acertado resumir la historia que nos une en concertar que el destino que nos separa no está en manos de nadie.

No hay más destino que el que nos haremos
a pura sangre, a mano
”. – Pablo Neruda.

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