El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció esta semana la activación de la llamada Zona Binacional 1, un mecanismo que, según él, busca fortalecer la movilidad, el comercio y la seguridad en la frontera con Colombia. El área abarcaría desde el estado Táchira, en el suroeste venezolano, hasta Castillete, en el extremo norte de la línea limítrofe.
El mandatario aseguró que este esquema pretende consolidar una “poderosa zona de paz y convivencia colombo-venezolana” y que trabajará de la mano con los sectores económicos y con las fuerzas de seguridad de ambos países.
La declaración, transmitida por la televisora estatal, suena ambiciosa, pero deja abiertos varios interrogantes: ¿qué tan factible es esta integración?, ¿qué recursos reales destinará Caracas?, y ¿cómo se medirá el impacto en una frontera históricamente marcada por la informalidad, el contrabando y la presencia de grupos armados ilegales?

El propio Nicolás Maduro señaló que la iniciativa se centrará en combatir a las “bandas violentas y criminales” que operan en la zona, un problema que ha escalado en los últimos años con la expansión de organizaciones como el ELN y la Segunda Marquetalia, señaladas incluso por el presidente colombiano, Gustavo Petro, de mantener campamentos en territorio venezolano.
Aunque Nicolás Maduro aseguró que la Zona Binacional 1 ya fue “activada”, lo cierto es que no existe una fecha clara de implementación ni se han presentado planes logísticos concretos. En la práctica, el anuncio se limita a una orden presidencial sin cronograma definido, sin despliegues visibles en la frontera y sin claridad sobre la inversión o la coordinación real con las autoridades colombianas. Para muchos analistas, más que un inicio formal, se trata de un gesto político con fines simbólicos.
Una zona binacional con más discurso de Nicolás Maduro que ejecución
Aunque Maduro presentó la activación como un hecho inmediato, la realidad es que, por ahora, se trata solo de un anuncio. Hace un mes, funcionarios de ambos gobiernos firmaron un memorando de entendimiento con la promesa de establecer tres zonas binacionales: la primera en Zulia, Táchira y Norte de Santander; la segunda en Apure; y la tercera en la Amazonía.
Sin embargo, hasta la fecha, el único paso concreto ha sido la orden presidencial que, en la práctica, no ha mostrado avances tangibles en infraestructura, seguridad ni mecanismos económicos efectivos.
Exministros de Comercio en ambos países han advertido que estas iniciativas suelen quedarse en el papel. “El déficit comercial para Venezuela es enorme, mientras que Colombia ha visto cómo sus exportaciones hacia el vecino aumentan. Si no hay un plan claro de inversión, la zona binacional será simbólica y poco más”, comentó un analista consultado por medios locales.
El problema es que Nicolás Maduro insiste en hablar de integración económica cuando la economía venezolana enfrenta severas limitaciones: baja capacidad productiva, restricciones a la inversión privada y un marco legal que ahuyenta a potenciales empresarios. ¿Cómo sostener, entonces, un esquema binacional que requiere confianza y dinamismo?
¿Un paso hacia la paz o un nuevo espacio de tensión?
Maduro sostiene que la Zona Binacional 1 busca “la consolidación de la paz en la frontera”. Pero para las comunidades que viven en esa línea divisoria, las palabras del presidente suenan lejanas. La región sigue marcada por pasos ilegales, extorsiones y enfrentamientos entre grupos armados.
La pregunta es si esta iniciativa servirá realmente para mejorar la seguridad o si se convertirá en un nuevo espacio de disputa por el control territorial. De hecho, la cooperación con las fuerzas militares y policiales de Colombia, anunciada por Nicolás Maduro, aún no ha tenido una hoja de ruta clara. La experiencia pasada muestra que la coordinación entre uniformados de ambos países ha sido más bien limitada y, en ocasiones, inexistente.
Mientras tanto, Gustavo Petro ha insistido en que Caracas debe tomar medidas contundentes contra el ELN y otros grupos armados que cruzan libremente la frontera. La presión del lado colombiano revela que la supuesta “paz binacional” todavía enfrenta serios obstáculos.
Expectativas frente a un aniversario simbólico
El anuncio ocurre a pocas semanas de que se cumplan tres años de la reactivación de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela. Para Maduro, se trata de una señal de que la alianza con Petro avanza; para los críticos, es apenas un gesto político que busca mostrar gestión en medio de la campaña electoral que se aproxima en Venezuela.
La Zona Binacional 1, en teoría, debería fomentar comercio justo, inversión equilibrada y protección ambiental. Pero los retos logísticos, económicos y de seguridad son enormes. Por ahora, el anuncio de Nicolás Maduro se percibe más como una declaración de intenciones que como una medida efectiva con impacto inmediato.