Como ocurre cada cierre de año, el salario mínimo vuelve a ocupar un lugar central en la agenda económica del país. Trabajadores, empresarios y analistas siguen de cerca las discusiones de la Mesa de Concertación de Políticas Salariales, el espacio en el que se define el Salario Mínimo Legal Vigente (SMLMV) que regirá en Colombia a partir del 1.º de enero de 2026.
La negociación, que reúne al Gobierno nacional, las centrales obreras y los gremios empresariales, tiene como principal reto encontrar un punto de equilibrio entre dos objetivos que suelen entrar en tensión: preservar el poder adquisitivo de los trabajadores frente al aumento del costo de vida y evitar impactos negativos sobre la inflación y el empleo formal.
Salario mínimo 2026 se definirá a finalaes de diciembre entre inflación y productividad
Para el proceso de concertación del salario mínimo de 2026, el contexto económico plantea un desafío adicional. Desde el Ejecutivo y los sindicatos se ha insistido en que el incremento debería ir más allá de compensar la inflación causada durante 2025, con el propósito de lograr una mejora real en los ingresos de los hogares, especialmente en un escenario de recuperación económica aún desigual.
La legislación colombiana establece un “piso” mínimo para la discusión salarial. El aumento del salario mínimo no puede ser inferior a la suma de dos variables técnicas: la inflación causada del año que termina y la productividad laboral, calculada por el DANE.
En la práctica, la inflación suele ser el factor de mayor peso en la negociación. Cuando el incremento se limita a cubrir estos dos componentes, el salario mantiene su capacidad de compra, pero no representa una ganancia real para los trabajadores.
La discusión, entonces, gira alrededor de una pregunta clave: ¿qué ocurre si el aumento supera ese piso técnico?

Un escenario hipotético de aumento real
Para ilustrar el debate, los analistas suelen plantear escenarios hipotéticos basados en las tendencias económicas recientes. Por ejemplo, si la inflación con la que cerrara 2025 se ubicara alrededor del 5,5 % y la productividad alcanzara el 1 %, el piso legal de negociación sería cercano al 6,5 %.
En ese contexto, si la Mesa de Concertación acordara adicionar algunos puntos porcentuales con el fin de mejorar el ingreso real de los trabajadores, el aumento podría ubicarse, de manera ilustrativa, en torno al 9 %. Esto implicaría un crecimiento real del salario, es decir, un incremento por encima de la inflación, que permitiría mayor margen de consumo para los hogares.
Este tipo de escenario es el que tradicionalmente respaldan las centrales obreras, al considerar que un salario mínimo con ganancia real contribuye a mejorar la calidad de vida y reduce la presión económica sobre los trabajadores de menores ingresos.
El debate entre consumo y estabilidad
No obstante, un incremento elevado también despierta reparos entre algunos sectores. Desde los gremios empresariales y el Banco de la República se ha advertido que aumentos demasiado altos pueden elevar los costos laborales, especialmente para las micro, pequeñas y medianas empresas.
El temor es que esto termine afectando la contratación formal o que los mayores costos se trasladen a los precios finales, alimentando un nuevo ciclo inflacionario, conocido como efecto de indexación.
La definición del salario mínimo para 2026, que suele darse entre la segunda quincena de diciembre y los últimos días del año, dependerá de ese delicado equilibrio. El resultado final marcará no solo el ingreso de millones de trabajadores, sino también el rumbo económico del país en el inicio del próximo año.