En el mapa energético mundial, la dependencia de los combustible fósil importado sigue marcando una gran brecha entre las naciones industrializadas, los pequeños estados insulares y los países con recursos naturales abundantes. América Latina, según Ember, no escapa a esta lógica. Mientras naciones como Colombia y Venezuela figuran como gigantes exportadores netos de energía, otros países de la región luchan con una fuerte dependencia de las importaciones para cubrir su consumo energético.
América Latina es una de las regiones más heterogéneas del mundo en cuanto a fuentes de energía. Desde naciones con grandes reservas de petróleo y gas natural hasta pequeños países centroamericanos que dependen casi totalmente del mercado externo para sostener su matriz energética. Esta diversidad se refleja en los datos más recientes sobre la dependencia de combustibles fósiles importados.
Según cifras globales de 2022, las importaciones representaron el 37 % del suministro mundial de energía primaria. En América Latina, hay casos destacados que superan ampliamente ese promedio.
Los más dependientes: Curazao, Panamá y República Dominicana
Curazao, territorio caribeño históricamente ligado a la industria petrolera, encabeza la lista regional con una dependencia del 99 % de combustibles fósiles importados. A pesar de contar con infraestructura de refinación, Curazao no posee reservas propias, lo que lo convierte en uno de los países más dependientes del mundo.
Le sigue Panamá con una dependencia del 88 %. La ubicación geoestratégica del país y su condición de hub logístico no le han permitido escapar de una matriz energética que depende casi totalmente del petróleo importado, usado especialmente en el transporte y generación eléctrica.
En tercer lugar está la República Dominicana, que cubre el 90 % de su consumo energético mediante importaciones. Su limitado acceso a recursos fósiles ha llevado a una alta exposición a la volatilidad de precios internacionales.
Otros países latinoamericanos con altos niveles de dependencia incluyen:

La otra cara: exportadores netos de energía
En contraste, la región también alberga algunos de los mayores exportadores netos de combustibles fósiles del planeta. Entre ellos se destacan:
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Colombia: con un saldo exportador de -161, gracias a su producción de carbón, petróleo y gas natural.
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Venezuela: a pesar de su crisis económica y política, sigue siendo uno de los mayores exportadores netos (-80), debido a sus vastas reservas petroleras.
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Bolivia y Ecuador también se sitúan en el grupo de exportadores netos, con -67 y -66 respectivamente.
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Brasil: con un saldo de -7, está en transición energética pero sigue siendo exportador neto de petróleo crudo.
México y Argentina: casos intermedios
México, con solo un 16 % de dependencia, mantiene una matriz energética relativamente equilibrada, debido a su producción petrolera nacional. No obstante, sus niveles de exportación han disminuido en las últimas décadas.
Argentina, con apenas un 2 % de dependencia de importaciones, se posiciona como uno de los países más autosuficientes del continente. La explotación de Vaca Muerta ha sido clave para reducir las necesidades de importación.
¿Qué implica esta dependencia?
La dependencia de combustibles fósiles importados hace a los países más vulnerables a las fluctuaciones de precios en los mercados internacionales, a interrupciones en las cadenas de suministro y a tensiones geopolíticas. Además, dificulta la planificación energética a largo plazo y eleva el costo de la electricidad y el transporte.
Para América Latina, avanzar en la transición energética hacia fuentes renovables no solo es un imperativo ambiental, sino también económico y estratégico. Países como Uruguay y Costa Rica, aunque aún importan fósiles, han dado pasos importante
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