Unidos por una deuda, es la definición de comunidad del filósofo Italiano Roberto Espósito, una deuda insaldable, que trasciende a aquello que se pueda pagar o subsanar en el tiempo, una deuda que se hereda de generación en generación, una que muchas veces es aceptada sin saber por qué.
Por: Felipe Jaramillo Vélez
El hombre, más por necesidad que por gusto propio, acogió la comunidad como una estrategia de supervivencia.
En tiempos donde las instituciones pudieran para los optimistas estar transformándose y para los pesimistas desapareciendo, se hace necesario regresar a las raíces de esta estructura social, para poder entender su devenir.
Esto nos podría llevar a múltiples teorías, unas que hablan de la existencia de la comunidad gracias a la unión entre iguales y una transgresora que, a mi modo de ver, podría ser atinada.
Unidos por una deuda, es la definición de comunidad del filósofo Italiano Roberto Espósito, una deuda insaldable, que trasciende a aquello que se pueda pagar o subsanar en el tiempo, una deuda que se hereda de generación en generación, una que muchas veces es aceptada sin saber por qué.
Si nos detenemos un poco para pensar, podremos descubrir que toda institución ha tenido como amalgama fundamental una deuda interminable.
Un ejemplo clásico podría ser la religión católica, una institución fundamentada en una deuda, adquirida con Nuestro Señor Jesucristo el cual murió para salvar la humanidad, acción que se pone en frente como símbolo esencial que se manifiesta cada vez que nos posamos frente a un crucifijo.
Con la familia y la autoridad paterna sucede algo muy similar: una deuda se pone de frente con los padres quienes nos trajeron al mundo y que nos asistieron con una crianza acorde a sus esfuerzos y posibilidades.
Esta deuda que, mal que bien, mantiene unida la familia gracias a la asistencia moral representada por: la autoridad, el respeto y la gratitud.
Sin embargo, en nuestros días, pareciera que estamos frente a una ruptura cultural, una en la que las nuevas juventudes no asumen como propias las deudas históricas, con lo que terminan desconociendo la institucionalidad y la autoridad como elementos ordenadores de la sociedad.
Autodeterminarse, sin una observancia de la autoridad y de las reglas “pactadas” históricamente, podría ser la nueva forma de “actuación”, motivada más por la búsqueda de las individualidades que de la colectividad.
Esto genera un distanciamiento irreconciliable con la comunidad, lo cual podría provocar un caos que pudiera poner en jaque la supervivencia del hombre.
Aunque paradójico, termina aquí, después de hacer esta reflexión preocupando la posibilidad de alcanzar la libertad del hombre, pues pareciera que está antes que llenarlo de vida podría terminar por aniquilarlo.