El gobierno grosero de Petro

Petro nos tiene acostumbrados a sus groserías en las formas, pero son peores sus indecencias en el fondo de las cosas.

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Colombia nunca había caído tan bajo ni volverá a hacerlo, siempre que continúe siendo una república libre e independiente donde primen las libertades. Se dice que cuando Julio César, el gran emperador romano, recibió del Senado unos documentos que lo dotaban de atribuciones especiales, lo hizo sentado, sin ponerse de pie. Se creerá Petro un emperador romano pues esta semana hizo lo mismo en una ceremonia militar: se quedó aplastado en su sillón mientras todos atendían de pie el juramento  de un general al asumir su cargo.

Pero sus groserías no se quedan en las formas, son peores en el fondo de las cosas. Decidido a implementar su constituyente a como dé lugar se atrevió a anunciar desde Naciones Unidas que va usar el mecanismo del ‘fast track’ en el Congreso para cumplir los compromisos a los que Santos llegó en el negociado con las Farc, pero sobre todo para imponernos su constituyente de forma rápida e indolora. Para eso llamó a Juan Cristo,  el esbirro de Santos que puso en marcha el mismo mecanismo en 2016 para saltarse el No con el que los colombianos rechazaron el acuerdo de paz mediante un plebiscito. Tiene experiencia el santismo.

Y qué tal el nuevo ministro de Educación, sin preparación para el cargo y acostumbrado a insultar a todos los contradictores del gobierno en las redes sociales. O una tal Andrea Hinojosa, que siendo recepcionista de un hotel en Italia pasó a ocupar un cargo diplomático en la embajada ante el Vaticano. Amiga de Petro. ¿Travesti? Nombramientos groseros casi todos los de este gobierno.

Este gobierno es tan grosero y vulgar que a pesar de que Petro y su horda fueron los mayores opositores de que Colombia organizara la Copa América de 2021, ahora se montan en el bus de la victoria con la populista idea de un día cívico sin importar el resultado de la final. Y es que lo de subirse al bus es en el sentido literal del término: hay versiones de que la Conmebol le habría negado a Petro la solicitud de dejarlo llegar al estadio de Miami en el bus de la Selección Colombia. Acaso por eso decidió no asistir al partido.

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El hecho es que tan grotesca instrumentalización de un éxito deportivo hace creer preferible que el seleccionado patrio no conquiste la Copa América este domingo (escribo el sábado). Llegó muy lejos y le ha dado grandes alegrías a los colombianos, pero no vale la pena ver cómo un pichón de dictador se vale de un logro de estos para mejorar su imagen ante una ciudadanía que no se ha dado perfecta cuenta de lo que nos corre pierna arriba.

Un gobierno irresponsable, que tuvo varios días para preparar un gran despliegue de seguridad en las ciudades, unas fuertes campañas pedagógicas para evitar las riñas y no mezclar gasolina con alcohol o, mejor aún, para decretar la ley seca en todo el territorio nacional, se dedica más bien a promover la francachela para que la gente, tan proclive a las celebraciones y la pereza, en el país con más días festivos del mundo, se sienta agradecida con el pequeño tirano que la lleva de cabestro al matadero.

A Petro le importa un comino, pero él será el directo responsable de las muertes resultantes de una celebración desaforada o de la frustración que provoque una derrota. Y nos tememos que ambos resultados se midan en número de muertos por culpa de una sociedad que no sabe comportarse y un gobierno infame que no aprovecha para hacer pedagogía sino para sacar ventajas políticas del asunto.

Bien por los muchachos y que los colombianos estemos a su altura y seamos dignos de su esfuerzo.

Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB

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