El juego de Cuba

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El embajador de Cuba en Colombia, José Luis Ponce, advirtió recientemente a la Cancillería colombiana sobre un supuesto atentado por parte del Frente Oriental de Guerra del ELN, en la ciudad de Bogotá.


Por: María Fernanda Cabal

Sin más datos, aseguró -convenientemente- que sobre esta información fue notificada la “Delegación de Paz” del ELN que se encuentra en La Habana, que a su vez expresó “total desconocimiento y reiteró garantía de que no tiene ningún involucramiento en las decisiones militares”.

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De forma milagrosa, la dictadura cubana, refugio y escuela de terroristas con disfraz de guerrilleros románticos, que actualmente hospeda a los máximos cabecillas del ELN negándose reiteradamente a extraditarlos por el crimen en la Escuela de Cadetes de la Policía, hoy posa de “defensora” de la seguridad de nuestro país y cooperadora de nuestra soberanía.

Décadas atrás, Fidel Castro diseñó una completa hoja de ruta para que aún después de su muerte, la isla continuara siendo el epicentro de toda una avanzada que “le devolviera el poder al pueblo”; en el que por supuesto, figura como objetivo Colombia.

Cuba, exportador de violencia y muerte, símbolo de una tiranía que le aprendió los peores vicios a la Internacional Comunista como la represión ejercida por la Policía política sobre sus ciudadanos indefensos, ahora parece cerrarle la puerta a lo que ha sido su misión histórica.

Llama la atención que éste “cambio de postura” suceda justo algunos días después de que Juan Manuel Santos, aprovechando el respaldado de la organización The Elders, solicitara al gobierno de Joe Biden que revoque la designación de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo.

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A ésta “coincidencia” se suman también Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, que recientemente destacaron el “espíritu generoso” que tuvo Cuba a favor de “la paz” de Colombia, y calificaran como un despropósito y un acto de ingratitud que el Presidente Iván Duque le pidiera a la dictadura castrista entregar a los miembros de la delegación del ELN, que permanecen aún en la isla.

De nuevo, la élite revolucionaria colombiana y sus aliados y beneficiarios económicos del Acuerdo de Paz presionan al Gobierno para que restablezca el diálogo con terroristas que fingen querer la paz, como lo develó el computador de alias Uriel.

Necesitan tiempo, para ampliar la tenaza financiera y distribuir caos en el continente, mientras se aproximan las elecciones y destrozan lo que nos queda de libertad.

¿Recuerdan la frase “¿Menos balas, más ideas”? De nuevo el discurso de la paz, que aguanta todo, es esgrimido por la izquierda para volver a dividir y mover pasiones en torno a la pretensión absurda de construir seguridad y armonía en un mar de coca; capitalizando los asesinatos de activistas y líderes de cualquier sector, para presionar la negociación y doblegar las instituciones. La perfecta «tiranía de las Causas Justas».

La información, filtrada en noviembre pasado por cuenta de un comunicado emitido por la máxima dirigencia de esa guerrilla desde Cuba, a todos los mandos de lo que ellos han denominado el Estado Mayor, da luces de sus verdaderas intenciones y deja entrever cómo la telaraña socialista sigue tejiéndose bajo el manto de la manipulación y la mentira.

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Una supuesta crisis que estaría “afectando la imagen” a nivel internacional de los terroristas -que por años se han servido de la sangre de los colombianos para llenar sus bolsillos con el dinero del narcotráfico y la minería ilegal- es ahora la comedia en la que actúan como movida política para revivir su estrategia, ante el escenario de una posible negociación.

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Esto ya lo vivimos, y no queremos repetirlo. Entonces… ¿A qué juegan?

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