Por: Juan David García
Actualmente hay una cruzada global contra toda clase de partidos, movimientos y líderes alineados hacia el centro derecha o a la derecha del espectro político, propiciada por medios masivos de comunicación, influenciadores en redes sociales, organismos internacionales y, también, grupos de presión económica. Es el denominado Nuevo Orden Mundial, al que tanto apelan varios jefes de Estado, ministros de relaciones exteriores de grandes potencias o embajadores de buena voluntad ante la Organización de Naciones Unidas, en las frecuentes cumbres o reuniones de quienes se encuentran en la cúspide del poder en el mundo.
Los poderes tradicionales y dominantes se sienten desafiados, y han comenzado a tomar en serio a sus rivales, desatando una ola de descalificaciones, ataques mediáticos y tergiversaciones contra todo aquel que pueda constituirse en riesgo para sus intereses geopolíticos. Esto no es una casualidad ni un producto de la generación espontánea.
El pasado 22 de Julio, Jair Bolsonaro, candidato a la presidencia de Brasil por el Partido Social Liberal, inscribió su candidatura para las elecciones de Octubre próximo. Ocupando el segundo lugar en las encuestas de intención de voto, después de Marina Da Silva, se presenta como una alternativa interesante y atractiva para muchos brasileños, en medio de una crisis política causada por los escándalos de corrupción que involucran a los expresidentes Lula Da Silva y Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, y de una gran incertidumbre para una de las mayores economías del planeta. Siendo cierto que algunas posturas de Bolsonaro son polémicas y generan rechazo entre otros sectores del país, es así mismo inocultable el ánimo del establecimiento político por deformar su imagen. En el noticiero del canal alemán DW (Deutsche Welle), se caracterizó al candidato como un político de ultraderecha, homofóbico y autoritario, etiquetas con las que se señala a quienes no están en la izquierda. En cambio, la noticia siguiente, sobre la situación de Nicaragua, fue presentada así: “y en Nicaragua continúan las muertes violentas. En confusos hechos murió una estudiante universitaria, proveniente de Brasil”. Cero alusiones a Daniel Ortega como dictador, y un esfuerzo astronómico por evitar reconocer que las fuerzas de seguridad de ese régimen son las responsables de las torturas, desapariciones y asesinatos, aunque al mismo tiempo muestran las imágenes de lo que ocurre, con lo cual aparentan neutralidad valorativa, pero solo en ese caso.
Recientemente, el empresario multimillonario Elon Musk, uno de los más connotados innovadores de la actualidad, creador de Tesla Motors, Space X, Hyperloop, Open AI y otros desarrollos sorprendentes en el campo de la tecnología, publicó en su cuenta de Twitter varias críticas a los grandes medios de comunicación estadounidenses, afirmando que en gran medida son controlados y manipulados por una sola élite y lo que se conoce como Deep State (o Estado Profundo), y que quienes se atreven a cuestionarlos son condenados al ostracismo en la vida pública. También está el caso de Víktor Orban, el primer ministro de Hungría, quien ha tomado distancia de la permisiva política migratoria de la Unión Europea, y se enfrenta todos los días a ataques que buscan minimizar el liderazgo que los ciudadanos le dieron en las urnas. Sobra decir que Colombia no se escapa a esta tendencia nociva, con el evidente compromiso de las altas cortes, comentaristas políticos y organizaciones ilegales infiltradas en el Estado, obsesionadas por desconocer la legitimidad y el respaldo popular al nuevo gobierno.