Continuamente se vive exigiendo, criticando y atacando a las personas que ostentan cargos de poder dentro de una sociedad, pero a la vez se desconoce que gran parte de lo que permite el funcionamiento del sistema, va ligado al compromiso ciudadano con el Estado.
Por: Andrés Felipe Gaviria
Dentro de un país o una ciudad todos tenemos que estar bajo un contrato social, sin importar si se quiere o no, es prácticamente una obligación inevitable, pues es menester que entre todos se construyan los cimientos y columnas de una sociedad organizada, consciente, responsable y claramente comprometida. Enfocaré esta columna en el caso colombiano, en donde es fácil poner en evidencia varios casos que podrán ser buenamente identificados.
El sentimiento ciudadano es muy admirable, la indignación es valida en todos los casos, y la capacidad de crítica y deliberación son valiosas dentro de toda sociedad. Ojalá cada vez las personas fueran mucho más participativas en las democracias, tuvieran más capacidad de entendimiento y deliberación, de manera que a partir de una sociedad del conocimiento podamos llegar a acuerdos en lo fundamental, que tenga convicción de largo aliento.
En Colombia nos hemos acostumbrado, tristemente, a que los gobiernos nos decepcionen en algunos aspectos, claramente habrá unos mejores que otros, pero eso mismo supone un reto para nosotros como gobernados, en el entendido de participar activamente en la democracia, actuar cuando se gana y aceptar con dignidad el resultado cuando se pierde, claro está, siempre poniendo a Colombia por encima de todo, que es algo que nos ha faltado en toda la historia de vida republicana. Ningún hombre, ninguna pelea, ninguna guerra o causa pueden estar por encima del país.
Los gobernados tienen que construir país desde su vida, desde su hogar, y ese término ‘construir país’ no tiene que ser sinónimo de hacer política o que le guste la misma, se trata puramente de participar proactivamente en la edificación, desarrollo y sostenimiento integral de unos valores, condiciones y lineamientos de vida. Si existe una sociedad superior, con ética, moral y valores, es más difícil que las malas personas lleguen al poder, créanme que sí. La tarea va desde los primeros años de vida, y la educación en casa es incluso más importante que la de los establecimientos educativos, no pueden seguir pretendiendo que el Estado eduque a los niños hasta en los comportamientos que deben tener o a quien deben respetar y acatar decisiones.
Es triste y lamentable cuando uno escucha a personas del común buscando cómo evitar la ley, buscarle la curva a las normas, cómo evadir algunos requisitos, la manera de no reportar bienes y adquisiciones, la manera de mantener subsidios cuando no tienen necesidad, y claramente, la famosa malicia indígena, que no es más que la trampa que se hace entre personas para ver como se gana mas sin importar que pasa con la contraparte. La trampa, la envidia, la maldad y la destrucción hoy son comunes en el día a día de las personas, y ahí cabe la pregunta, ¿Qué podemos exigir y pedir a quienes nos gobiernan, si nosotros mismos no somos capaces de aplicar lo que queremos que los demás apliquen? Falta consciencia, falta reflexión, incluso un autocastigo. Si no se tiene autoridad moral, ética y de valores, ni siquiera se debería tener el atrevimiento de criticar y pedir. Seamos mejores gobernados y tendremos con toda seguridad mejores gobernantes.