El Paquetazo Rojo de Maduro para administrar la pobreza

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Por: Juan David García


Las fórmulas exitosas para la creación de riqueza, fueron inventadas hace milenios. Algunos estudiosos se retrotraen a la primera gran revolución económica de la Antigüedad, en Sumeria, cuando el surgimiento de las primeras ciudades hizo más sofisticado el intercambio de distintos bienes entre pastores, recolectores y cultivadores, y las mejores condiciones de vida en Ur, Uruk, Eridu o Nippur, atrajeron a miles de personas provenientes de otras regiones de Mesopotamia y Eurasia.

Pese a todo, en el siglo XXI sigue habiendo académicos, intelectuales, gobernantes, políticos, opinadores de redes sociales y toda clase de ingenieros sociales, que insisten en fórmulas fallidas o equivocadas, enfocadas en el control total de la iniciativa privada y de la creatividad de la gente para encontrar oportunidades de progreso material, con la fe ciega en el Estado como proveedor de bienestar, justicia y protección frente a todos los riesgos del mundo exterior. En definitiva, fe en el Estado y desconfianza en el individuo. Esta semana, la dictadura de Nicolás Maduro lanzó el “Paquetazo Rojo”, como se ha denominado al plan de recuperación económica que promete combatir la hiperinflación (al final del año llegará a 1’000.000%), la escasez de alimentos y medicinas, y reactivar la producción. La principal medida fue la reconversión monetaria, ya la tercera en veinte años de régimen totalitario: se pasa del Bolívar Fuerte al Bolívar Soberano, con la genialidad de quitar cinco ceros a la moneda, pretendiendo maquillar el exponencial aumento del costo de vida. Al mismo tiempo, Maduro anunció la nueva tabla de precios regulados para aproximadamente treinta productos de la canasta básica, y ajustó el salario mínimo a 1.800 nuevos bolívares soberanos (sesenta veces por encima del actual). La organización Fedecámaras, que agrupa a la mayoría de empresarios del país (con todo, quedan aún 300.000 empresas en Venezuela), sostiene que el nuevo salario será imposible de pagar, pues además deben soportar las afugias causadas por la falta de insumos para producir, las restricciones en el acceso a divisas y crédito, como también las dificultades para importar y exportar.

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Ninguna de las anteriores representa en absoluto una solución a los gravísimos problemas económicos y sociales de Venezuela. Antes bien, la crisis se agudizará y los venezolanos seguirán aohgados y sin posibilidades de salir a flote. El Índice de Libertad Económica 2018, publicado por la Fundación Heritage, de Estados Unidos, sitúa a Venezuela en la posición 179, solo superada por Corea del Norte. Junto con Cuba, República del Congo, Eritrea, Bolivia y Zimbabwe, es una de las economías más reprimidas del planeta. En el otro extremo del índice están Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Australia y Canadá, como los países con más libertad económica. Esas posiciones coinciden con el mayor o menor nivel de prosperidad y estabilidad política y social de cada país.

Si las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba, realmente estuvieran interesadas en resolver la dramática situación de postración que han ocasionado, comenzarían por liberalizar radicalmente sus economías, con una apertura sin precedentes a la inversión extranjera, garantizando el respeto y la protección del derecho de propiedad, promoviendo la iniciativa privada, eliminando las regulaciones absurdas al mercado de trabajo y disminuyendo la omnipresencia del Estado en la sociedad, o sea, menos gobierno y más Capitalismo. Pero como su interés fundamental es la conservación del poder sobre la gente y sus recursos, seguirán gobernando con puño de hierro y administrando la pobreza.

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