En una de esas conversaciones de fin de año con amigos, que al final se vuelven trascendentales y tocan todo tipo de temas, surgió la polémica de la Inteligencia Artificial (IA); como en cualquier tema, hubo quienes la apoyaban y quienes tenían sus reservas.
Y es que cómo no debatir sobre este punto, si ha traído tantos cambios a nivel global, ha revolucionado la forma de pensar y trabajar, influyendo en casi todos los medios de producción. La IA nos plantea preguntas fundamentales: ¿Qué ventajas ha traído al mundo? ¿Llegará a reemplazar un cien por ciento el trabajo del ser humano? ¿Cómo se controla el tema ético? ¿Cómo debemos prepararnos para esta nueva revolución?
Son evidentes las ventajas del uso de la IA. Por ejemplo, observamos cómo un solo campesino puede cultivar un gran número de hectáreas con la ayuda de drones que fumigan, tractores que aran y cosechadoras que recogen, todas comandadas por un software para hacer su labor más rápida y eficiente. Aquí es donde la IA ayuda a ser más productivos y rentables.
Otro ejemplo se da en la medicina, que ha experimentado una evolución gracias a la IA. No solo ha agilizado el diagnóstico médico, sino que también ha contribuido a la investigación de tratamientos personalizados y la identificación de posibles epidemias.
La Inteligencia Artificial una herramienta útil para las organizaciones
La IA ha transformado la eficiencia de las organizaciones, liberando a las personas de tareas repetitivas y permitiendo centrarse en actividades más estratégicas. Este aumento de la eficiencia se traduce en una productividad mejorada tanto a nivel empresarial como personal. Estas mejoras se ubican en diferentes sectores de la economía, ya que todos buscan de alguna forma aprovechar las ventajas de la IA, gestionando sus procesos más rápido, con mayor calidad y creatividad.
Estas grandes revoluciones tecnológicas han exigido a lo largo de la historia procesos de adaptación, y la IA no es la excepción. La rapidez con la que se implementa para diversas tareas ha generado miedos naturales de ser rápidamente reemplazados, una apología a Terminator y Skynet, quienes eliminaron a toda una civilización. Pero lejos de tener una visión apocalíptica, la IA genera oportunidades para mejorar, cambiar e innovar en casi todos los campos, y es responsabilidad nuestra encontrar la forma de utilizarla y sacarle provecho.
La IA nos pide que aprendamos a utilizarla, nos exige que estudiemos, nos preparemos, nos sofistiquemos y entendamos cómo ponerla a nuestro servicio para tener un crecimiento sostenible en el tiempo. No busca reemplazarnos, sino complementarnos y mejorarnos. Debemos fortalecer nuestras capacidades de adaptación y agilidad. Existen varias reflexiones que se deben plantear, como la ética o la toma de decisiones desde la óptica moral, líneas que exigen supervisión humana sobre lo que se crea o gestiona con IA, niveles que aún no se pueden delegar enteramente a la IA.
Desde la industria bancaria, el panorama es inmenso. Existen diversos frentes en los que la IA ya está trabajando: atención al cliente a través de robots que responden consultas o transacciones, ciberseguridad, análisis de datos, riesgo crediticio, creatividad, venta o comunicación. El norte de la IA en servicios financieros es tan variado como especializada sea la organización que la utilice, pero algo en lo que estamos de acuerdo la mayoría es en la generación de valor al cliente. Esto se logra a través de una mayor autogestión en todo el journey del consumidor financiero, generando cada vez mejores experiencias y acompañándolo en la toma de decisiones acertadas.
La IA permitirá cada vez más ese aumento de la oferta de valor, en productos financieros más seguros, accesibles e intuitivos, y con un altísimo grado de personalización a las necesidades de cada usuario. Anticipará patrones de consumo, perfiles de riesgo, momentos de verdad que generen soluciones al cliente, casi en tiempo real. Por ejemplo, para invertir, transar o comprar, la IA será un consejero financiero inteligente 7 x 24.
Vivimos una nueva era tecnológica con la IA, que, como todas, nos reta a cambiar, a actualizarnos y a buscar la forma de sacar el mejor provecho, a una mayor velocidad para ser más competitivos, en un mercado exigente que actúa las 24 horas en pro de la productividad.
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