Muchas declaraciones, aseveraciones, promesas, juramentos y hasta firmas en notarías tuvo que hacer el entonces candidato Gustavo Petro, quien en varias ocasiones intentó llegar a la Presidencia de la República, toda esa esa lista de respuestas que se le pedían, o de promesas y juramentos que trataban de salvaguardar o de tener cierto seguro ante esa victoria de Gustavo Petro que podía, para muchos, poner en riesgo la estabilidad democrática del país, principalmente en lo que se refiere al término de un periodo de mandato, hoy en día de 4 años. También se le preguntó mucho por la independencia y la separación de poderes, por el mismo respeto hacia esas reglas de juego, hacia ese contrato que tiene el Estado colombiano y que, malo o bien, ha permitido que funcione como una de las democracias más estables del continente.
Y si bien, a hoy, por ahora, y esperemos que no, porque una cosa es lo que dicen sus círculos y sus fanáticos y otra lo que diga el presidente, a hoy no se avizorado una amenaza de que se quiere incumplir el periodo constitucional. Lo que sí, el país viene presenciando desde hace unos meses, y cada vez con más intensidad, es que el presidente siente una molestia, tiene una resistencia, no le gusta que existan otros poderes distintos a él, y poderes que lo lleven hacia un equilibrio, hacia una balanza en donde, claramente, estas instituciones han sido creadas para evitar que un presidente se convierta en un autócrata, en un dictador, en un régimen tiránico, si se quiere.Y esa función, la cumplen a cabalidad las cortes, y las cortes han sido molestas para todos los presidentes, pero tanto las cortes como los medios de comunicación, no tienen por qué ser amigos, súbditos de un presidente.
Casi siempre su papel termina siendo el de ser un obstáculo, pero no negativo unos filtros como una barrera en donde se dice, «mire, esto no está bien, esto tiene que revisar, tiene que reconsiderarlo, esto incumple con esto, esto no se puede por esto». No se trata de una crítica politiquera, se trata simplemente de que en una sociedad, ese sistema de contrapesos y de revisiones, y de escrutar, si se quiere, las decisiones del ejecutivo son más que válidas.
Y por eso decimos que observamos en el ánimo del presidente Petro y de su más fiel círculo, cada vez más pequeño, eso sí, mucha resistencia hacia las instituciones. El Congreso, como siempre y lastimosamente se vuelve normal, es un apéndice más, es casi una notaría de todos los gobiernos, y pues se venden por puestos, por contratos, por los cupos indicativos, y terminan aprobándole todo al presidente de turno.
El congreso, para el presidente Petro, no es que haya sido un gran obstáculo realmente, aún así, no ha podido tener una gran gobernabilidad como en algún momento se llegó a pensar, porque incluso perdió aliados naturales que lo llevaron al poder, como unas facciones significativas del Partido Verde.
Pero sin salirnos de la línea de este editorial, por más pequeño que parezca, dice mucho la actitud del gobierno y del canciller Leyva sobre la sanción que recibió por parte de la Procuraduría, la cual fue completamente desconocida por el canciller y por el presidente, y siguieron firmando decretos y documentos y contratos sin que, la sanción de la procuraduría importará.
Entendemos que la figura de la Procuraduría ha sido muy mal lograda y ha quedado muy mal herida, luego incluso de los mismos esfuerzos del presidente cuando fue alcalde de Bogotá, y que es una figura que seguramente tiende a la extinción. Pero si algo no puede perder la Procuraduría, por lo menos hasta que exista, son sus facultades para vigilar y para salvaguardar la función pública, y dentro de eso están las facultades para sancionar, para inhabilitar, aunque ya no se puede inhabilitar a alguien electo popularmente por la misma obra de Gustavo Petro ante la CIDH, cosa que hay discusión de otro plato, pero la resistencia del presidente y el gobierno con la Procuraduría, con la Contraloría, con la Fiscalía, con la Corte Constitucional, con el Consejo de Estado, con el medio de comunicación, con los gremios, pues dicta un patrón muy claro.
Y no se trata de que alguien quiera molestar al presidente Petro, se trata de que el presidente Petro quiere, y siente, y necesita ser un omnipotente, para, según él, poder sacar adelante su gobierno, porque según él todos esos anteriores que hemos mencionado no lo dejan gobernar.
De manera que es muy grave y lamentable lo acontecido con la situación del canciller, un desacato a todas luces, de manera que no es, hoy, para el gobierno, una necesidad de respetar la separación de poderes y acatar la decisión que tomó la Procuraduría en este caso, incumpliendo la Constitución y atentando contra el Estado de derecho y la ley. No, es poco lo que está sucediendo.
Se está sentando un precedente muy negativo tal cual lo dijo Silvano Gómez, viceprocurador General y como este, tenemos las peleas continuas con la Fiscalía de Francisco Barbosa y con las cuentas falsas de Francisco Barbosa, las peleas con el Congreso, las peleas con quienes, según Petro, no lo dejan gobernar.
Gustavo Petro tiene que respetar las normas de juego las aceptó al lanzarse como candidato a la presidencia, un sistema que, insistimos, le permitió ser presidente, y si Gustavo Petro y su gobierno están considerando cambiar las reglas del juego, saltárselas, no cumplirlas, ahí sí que nos enfrentamos a una ruptura institucional.
Una ruptura institucional no es, en ningún momento, que se pueda investigar las acciones no del gobierno actual, sino de la campaña del actual presidente, porque ahora lo que tenemos es que investigar si Fecode con recursos públicos financió a Gustavo Petro. Es una persecución, eso no es una persecución, es una investigación, como se le han hecho a Iván Duque, a Juan Manuel Santos en años pasados.
Si se está investigando a Nicolás Petro, no es porque ya dijo el presidente, es porque ha cometido presuntamente unos delitos. Si sancionan a funcionarios públicos del gobierno, no es por un capricho, es porque alguien ha cumplido la ley, han incumplido las normas administrativas, y no hay una fragmentación y ni una ruptura constitucional, porque acá nadie le está dando un Golpe de Estado a Gustavo Petro. Y eso tiene que quedar claro, y el mundo lo tiene que saber, y no puede caer en esa trampa. Nadie quiere tumbar a Gustavo Petro, no hay planes para tumbarlo, no hay ni una amenaza seria para tumbar al presidente Petro.
Lo que pasa el presidente lleva semanas escudándose en eso, para decir 2026, en la campaña presidencial del ’26, debería enfocarse en tratar de hacer algo, de no hacer daños, por lo menos, y de respetar las leyes, la Constitución, la separación de poderes, el papel de los medios, porque, por lo menos, todavía en Colombia hay democracia.
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