Esperando el favor de Trump

El presidente de EE. UU. le muestra los dientes a la dictadura chavista, pero nada parece indicar que el gringo vaya a pasar a las acciones de hecho. Ya quisiéramos, soñar no cuesta nada.

Esperando el favor de Trump

Nada mejor le podría pasar a Colombia en estos momentos que el presidente Trump se decida de una buena vez a llevarse al dictador Maduro de Venezuela y hacer que la democracia retorne a ese país. Por lo pronto, el presidente de Estados Unidos le muestra los dientes a la dictadura chavista, pero en realidad nada parece indicar que el gringo vaya a pasar a las acciones de hecho en vez de mantenerse en ese ejercicio de exhibicionismo y retórica en el mar Caribe.

De todas maneras, para tranquilidad de muchos, entre ambas naciones no va a haber ni puede haber una guerra por una razón muy simple que salta a la vista, como es el hecho de que Venezuela, por mucho que Maduro convoque a sus reservas y a sus milicias, no tiene la menor posibilidad de enfrentar con algún éxito a la primera potencia militar del planeta. Las diferencias son tan grandes que ante una intervención militar de EE. UU., la resistencia de Venezuela no habría que medirla en términos de días sino de horas, y acaso de minutos, y eso sin que los norteamericanos se adentren en tierra firme, tan solo atacando desde sus barcos, apostados en alta mar.

La dictadura y sus adláteres —como Petro— vienen vendiendo el cuento de que EE. UU. pretende invadir a Venezuela para apoderarse de sus riquezas con la argucia de sacar al tirano del poder. Pero invasión no habrá porque los gringos no arriesgan a sus hombres sin necesidad, y ante los adelantos de la tecnología pueden ejecutar una operación para derrocar a Maduro y su corte en el momento que quieran.

Cómo será su ventaja tecnológica y militar que la avanzada que traen —sea para actuar contra Maduro o sea para combatir el narcotráfico—, es una pequeña muestra de sus capacidades; pequeña, pero letal. Por ejemplo, traen un submarino de propulsión nuclear que es indetectable y se puede pasar meses en el fondo del mar sin salir a la superficie, desde donde puede disparar decenas de proyectiles. También, tres destructores —de los que poseen cerca de un centenar— con más de 90 misiles cada uno, con los que pueden arrasar las instalaciones terrestres de las fuerzas venezolanas en minutos. Y todo lo que se mueva por mar, tierra o aire es detectado al instante por aviones tipo Poseidón, dotados de todos los avances de la guerra electrónica.

Es tal su superioridad bélica, que los norteamericanos ni siquiera trajeron un portaaviones y se contentaron con el portahelicópteros USS Iwo Jima, que transporta 30 helicópteros y cerca de 10 cazas de despegue vertical tipo Harrier y F-35, lo que consideran suficiente para enfrentar a las narcoavionetas y la veintena de cazas Sukhoi con los que el régimen venezolano nos suele amenazar. Y traen, los gringos, 4.000 infantes de marina que en realidad no van a desembarcar sino que constituyen una forma de presionar a las fuerzas de Venezuela para que se animen a capturar al sátrapa a cambio de la jugosa recompensa que EE. UU. está ofreciendo.

El hecho es que no habrá guerra ni invasión; si acaso, un pequeño comando élite se encargaría de sacar al narcodictador encadenado de pies y manos rumbo a las mazmorras del ‘imperio’, y eso ya sería demasiado. Es que soñar no cuesta nada.

Ya quisiéramos, pues, que los gringos nos hicieran el favorcito de atacar con todo su poder de fuego a los narcos de las Farc, el ELN y el Cartel del Golfo, que hoy ensangrentan a Colombia y le hacen el juego a Petro para que no se lleven a cabo las elecciones del 2026. Pero, sobre todo, que nos hagan el impagable favor de llevarse a Maduro y sus amiguetes, Diosdado, Padrino, Delcy y otras yerbas, con lo que se produciría un efecto dominó en toda la región, un shu-shu-shu del socialismo del siglo XXI. Con eso cae Lula, cae Ortega, cae Díaz Canel y, para gloria nuestra, cae Petro. Y eso depende, simplemente, de la voluntad política de Donald Trump y de que personas más conocedoras del tema, como Marco Rubio, lo convenzan. Es que a los gringos eso no les cuesta nada mientras que para nosotros puede significarlo todo.

Esto no se compara con tener unos drones para tumbar un Black Hawk  o para asesinar unos soldaditos en el Cauca arrojándoles un paquete de dinamita. El poderío militar de los Estados Unidos es tan grande que se dan el lujo de dejar sus portaaviones en casa y mandar una comparsa más modesta que, ojalá, no se quede en un simple desfile de carnaval.

Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB

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