Claro que hay que proteger el medioambiente y la Amazonía. Pero lo que mata la selva es la coca y la producción de cocaína, no su combate.
Por: Rafael Nieto Loaiza
Más de treinta años luchando contra las mafias y contra el estigma de ser un país de narcos desechados como bazofia, en un discurso arrogante y plagado de falacias.
Olvida que es la siembra de coca con propósitos comerciales la que ha impulsado la deforestación de centenares de miles de hectáreas, que la coca están invadiendo los parques nacionales y que son los insumos para producir cocaína los que envenenan los ríos.
Petro asume que es el glifosato contra la coca lo que amenaza la Amazonía. El 2021 en Colombia se importaron 13 millones de litros de ese herbicida y de ellos solo 480 mil, el 3,7%, se usaron contra la coca. Todo lo demás se usa en cultivos lícitos.
Dirán que la IARC clasificó el glifosato en la lista 2A, como “probablemente cancerígeno”, y que por esa razón había que prohibir la aspersión aérea del glifosato contra la coca. En ese misma lista están las carnes rojas, el mate y el café. Evidencia clara del hipócrita discurso contra el glifosato.
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Claro que hay que proteger el medioambiente y la Amazonía. Pero lo que mata la selva es la coca y la producción de cocaína, no su combate.
Dijo Petro que los campesinos no tienen más que coca para cultivar. Falso. Nuestros agricultores empezaron con la coca a principios de los 90s cuando los narcos promovieron su cultivo. Y hoy menos del 3% de los once millones de habitantes de las zonas rurales se dedican a la coca.
Petro evade las centenares de miles de muertes que ha traído la cocaína por la violencia asociada a su producción, en las áreas rurales, y al mercado de consumidores, en las ciudades. Lo peor de la cocaína son el terrorismo y la violencia política que se alimenta de sus recursos.
Se suma Petro a quienes sostienen que la lucha contra el narcotráfico fracasó y que se debe legalizar la cocaína. Es como concluir que porque se siguen cometiendo homicidios o hurtos hay que legalizar el asesinato y el robo.
Tampoco es verdad que la lucha contra la cocaína se estuviera perdiendo. El primer reporte de Simci, del 2001, mostraba 137.000 h en Colombia. Para el 2013 teníamos solo 48.000 h de coca y se producían 290 ton de cocaína. El descenso se frenó con la firma en 2014 del componente de narcotráfico con las Farc. Desde entonces los narcocultivos y la producción de cocaína se dispararon. Hoy tenemos tres veces más narcocultivos y se producen 4,5 veces más cocaína. Lo que ha fracasado no es la guerra contra las drogas en general. Es el “histórico nuevo enfoque” lo que ha resultado un desastre. El discurso de Petro lo ratifica: vamos camino a la narcocracia.
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