“Lo ganado en 20 años que perdimos en nueve meses, no se recuperará rápidamente”: Rafael Nieto

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Quien impulsa la Gran Alianza Republicana, dio detalles sobre lo que se debe hacer para una verdadera reactivación que debe ser uno de los objetivos del gobierno entrante en el año 2022. Ve clave impulsar tres grandes ramas de la economía para tal efecto.


360: 

El país ha vivido cerca de dos meses una situación bastante compleja en materia de orden público y en un total descuaderno. ¿Cuál es su posicion respecto al Comité del Paro Nacional?

Rafael Nieto Loaiza (R.N.):

El comité del paro representa a las organizaciones que están ahí, las cuatro grandes centrales sindicales, Dignidad Agropecuaria, Fecode y a los dos grupos de movimientos estudiantiles, pero no representan nada más y no podemos seguir cometiendo el error en Colombia de darle voz de mayoría o de representación popular a quien no la tiene.

La verdad es que el sistema democrático tiene unos mecanismos para que haya representación popular probada, y por eso la gente se acerca y vota, y uno sabe que quienes están en el Congreso, excepto los de las diez curules regaladas de las Farc, tienen una representación política, aquí no. 

Sin embargo, muchos dicen que el paro representa una voz mayoritaria, o que hay una inconformidad popular generalizada; se les da una mayor representación que en la realidad tienen, no. Se representan así mismos y sus organizaciones, y nada más. 

Lo cierto es que la inmensa mayoría de los colombianos ni están en paro, ni está en la protesta, ni está en los bloqueos. La inmensa mayoría de los colombianos es honesta, pacífica y trabajadora, lo que pretende es que le dejen vivir su cotidianidad, ejerciendo su oficio o actividad económica sin interrupciones, sin un conjunto de mecanismos extorsivos que al final le impiden poder desarrollar su vida y sobre todo llevar el pan a la casa como le corresponde a cualquier ciudadano en un estado de derecho.

El paro, las manifestaciones, las protestas y en particular los bloqueos están generando una vulneración de los derechos y libertades de la inmensa mayoría de los colombianos. Dicho esto, también habría que  decir que hay una corresponsabilidad por parte del Gobierno porque termina dándole una vocería política y legitimidad al Comité del Paro al sentarse a negociar con ellos, a pesar que están acudiendo a métodos extorsivos y dándoles una voz y una representación política que no tienen.

Las decisiones políticas se tienen que tomar en donde la democracia reconoce representación, que es en el Congreso y no con un Comité del Paro que se representa así mismo y a las organizaciones que hacen parte de este.

360:

Aparte del Comité del Paro y lo que hemos tenido, Fecode lleva varios años en paros. Pidieron que se les priorizara el plan de vacunación, esto se hizo y usted es padre de familia. La angustia para miles de padres en todo se ha dado en esta pandemia, y Fecode anuncia que no van a volver a las aulas así estén vacunados y han hecho unas peticiones utópicas.

¿Qué hacer con Fecode?, ¿porque este Gobierno y los anteriores han sido tan débiles con este gremio que tiene perjudicado a todos los niños del país?

R.N.:

Fecode, el Comité del Paro y los dirigentes políticos de izquierda son todos marxistas, de izquierda y la mayoría son de izquierda radical. Tienen una percepción del Estado y la sociedad que va en la línea de agudizar la lucha de clases, del adoctrinamiento de quienes están alrededor de ellos y en este caso, sumamente grave, del adoctrinamiento de nuestros muchachos con una característica adicional: la mediocridad es generalizada en Fecode y eso no es simplemente una opinión que tenga que ver con una posición política o ideológica.

Es lo que muestran las pruebas Pisa y las pruebas Saber. Las pruebas internacionales que miden las competencias de nuestros estudiantes en materia de ciencias, matemáticas y de comprensión de lectura, y las pruebas nacionales, Saber, nos están señalando que los maestros colombianos, en particular los maestros de Fecode son ciertamente muy mediocres y están educando muy mal a los colombianos.

Lo que parece claro es que a Fecode le importan mucho más los beneficios que tienen sus afiliados que una buena educación para nuestros jóvenes y niños. Por eso no tienen ningún problema en estar parando de manera sistemática negándose a la educación presencial. Con ello solamente ahondan la desigualdad porque en Colombia, aunque suene sorprendente, solo el 53 % de los hogares tiene internet y en las zonas rurales es apenas del 14 %. Cuando los maestros se niegan a asistir lo que están haciendo es ahondar la desigualdad, pues los muchachos que no tienen internet en sus hogares quedan por fuera del sistema educativo.

El Gobierno ha hecho una priorización en la vacunación y lo que uno esperaría es que de inmediato Fecode levante el paro y acepte entrar a la educación presencial de nuevo. Es lo único que les corresponde para poder responder a las expectativas de miles de muchachos colombianos que no tienen alternativa distinta que maleducarse en los colegios en los cuales Fecode tiene sus profesores.

360:

Colombia, como todos, tiene miles de problemas; hemos sido un país resiliente. 15 años creciendo a unas tasas importantes para la región tratando de mejorar cada problema, y es válido que hoy millones de colombianos podamos tener inconformidad respecto al sistema judicial, a la inseguridad, al papel del Congreso, a que no tenemos el país que queremos. De ahí a que vayamos a las calles a destruir hay un abismo, y en este Gobierno, en aras de la verdad, no se ha cumplido con la reforma a la justicia, hemos visto cómo durante estos tres años millones de colombianos han sido víctimas de la inseguridad, en donde delincuentes quedan libres, no se avanza en una reducción del Estado, no hay austeridad y eso va hartando a las personas.

Más allá de todo esto, en asuntos tan delicados como una reforma tributaria que era necesaria por los costos de la pandemia, se comunica y se plantea mal para terminar derivando en lo que hemos visto de protestas. El síntoma es claro, hay una inconformidad porque hay muchas promesas incumplidas.

¿Cuáles son las deudas que existen con los ciudadanos?

R.N.:

Desde 1999 hasta el 2019, las dos décadas del siglo XXI, habían servido con unas tasas de crecimiento constantes para reducir la pobreza del 50 % terminando el siglo XX, al 27 % en el 2018. La pobreza absoluta había bajado del 22 % al 7 %. Incluso éramos un país menos desigual, habíamos logrado reducir el coeficiente de Gini, que era del 0.60 en el año 1999; este coeficiente marca el 1 como la desigualdad absoluta y el 0 como la igualdad perfecta, pasó al 0.50 en el año 2019. En 20 años hemos conseguido disminuir a pobreza casi un 50 %, la pobreza absoluta cerca de un 70 % y éramos un país menos desigual.

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¿Para tirar voladores y hacer fiesta?, no. Pero lo veníamos haciendo relativamente bien. Ahora se atraviesan los confinamientos y las otras medidas restrictivas a la libertad que decidieron hacer en el Gobierno Nacional y en los gobiernos municipales para tratar de atajar la propagación del covid-19. Al parar la economía en sus dos caras, en la oferta y en la demanda, en la producción y en el consumo, terminamos con la peor crisis económica de nuestra historia, nunca habíamos tenido un año tan malo para la economía como el 2020, esta cayó un 6.8 %, el desempleo creció en un millón trescientas mil personas y la pobreza se disparó hasta el 42 %.

Así que es verdad, estamos en una crisis socioeconómica muy profunda, prácticamente dos de cada cinco colombianos hoy están en la pobreza. Pero hay que reconocer y entender que es resultado de la pandemia y de estas medidas restrictivas a la economía y a la actividad particular que se tomaron para tratar de atajar el covid-19.

Razones para que la gente esté molesta, están ahi; hay un aumento sustantivo del desempleo y de la pobreza, perdimos prácticamente doce años de avance en apenas nueve meses de la pandemia.

En la misma dirección, hay que entender que no se puede hacer una recuperación de esa economía en un periodo muy corto, sino que va a llevar un tiempo y que había ciertas medidas que eran indispensables para trata de salvar vidas.

La gente está impaciente, y en ese sentido vale la pena hacerle reclamos al Gobierno. La gente quiere ver austeridad y ahorro en el gasto público; quiere ver que los recursos se inviertan bien y que seamos mucho más efectivos en la lucha contra la corrupción; quiere ver que no haya tanta evasión y elusión de las responsabilidades fiscales; quiere ver a un funcionario público que fue el único que no sufrió durante la pandemia el riesgo de ver en peligro sus ingresos. Sobre eso hay que insistir.

Los únicos que en los nueve meses del año pasado no tuvieron ningún peligro sobre sus ingresos fueron los burócratas, los funcionarios públicos; todos los demás, pequeños y microempresarios, independientes, nosotros, estábamos buscando con mucho trabajo y esfuerzo dónde estaban las fuentes de nuestros ingresos.

Por eso es que la ciudad en general quiere ver a esos burócratas, a esos funcionarios públicos, ser eficientes, prestar un buen servicio, alejarse de la corrupción y resolver los problemas nacionales.

No podemos esperar que lo ganado en 20 años y perdimos en nueve meses, se vuelva todo a recuperar de manera muy rápida. Hay que pedirle a la ciudadanía paciencia, sobre todo pedirles a los jóvenes que entiendan que la riqueza no es fácil, no se construye de un día para el otro; necesita esfuerzo, disciplina y sacrificio. Por tanto, esta juventud que ha sufrido más que todos la crisis de desempleo y pobreza, entienda también que no tiene sentido parar, ir a la protesta, a los actos de vandalismo y a los bloqueos porque esas conductas solamente traen más desempleo y más pobreza, agudizando más la crisis socieconómica. 

Así que necesitamos paciencia y un esfuerzo común de todos, una disciplina y una vocación de sacrificio que nos permitan volver a las buenas cifras que teníamos antes de la crisis del 2020, en un año o un año y medio.

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Nieto Loaiza en nuestros estudios.

360:

Hay leyes o ecuaciones que son de vida. No hay dinero que tenga valor si no hay producción de la riqueza, eso va en contravía de una de las propuestas de los candidatos presidenciales que es prender la máquina e imprimir billetes. Otra es una cultura de asistencialismo, Estados Unidos ha registrado la inflación más alta desde el 2008, 5 %; esa cultura del subsidio y los programas sociales está comprobado que no terminan bien.

Sobre los impuestos, las empresas han dicho que ponen lo de la reforma tributaria y somos el país de la OCDE con tasas corporativas más altas a nivel de impuestos para las empresas, y los naturales siguen siendo los que menos tributan, cuando debería ser a la inversa pero parece que tramitar una reforma tributaria en ese sentido parece imposible. Se ha construido una narrativa en contra de la fuerza pública y la CIDH ha tratado de poner al Estado como el malo de la película, y hay cuatro líneas políticas bastante peligrosas que no funciona.

¿Qué piensa acerca de esto?

R.N.:

La reforma tributaria era inoportuna e inconveniente, y mostró que el Gobierno adolece de olfato y tacto político. Pensar en aumentar los impuestos en un momento en el cual las empresas y los ciudadanos empiezan apenas a sacar cabeza después de esa terrible crisis del año pasado, era no entender que iba a generarse una enorme molestia como efectivamente ocurrió.

Cualquier tributaria pasa necesariamente por un esfuerzo serio en materia de austeridad y ahorro, por examinar la naturaleza y calidad del gasto público, tarea que en Colombia nunca se hace, y por una reducción en el gasto. El presupuesto en el año 2010 era de 148.6 billones de pesos y en este año es de 313.9 billones de pesos, es decir, a la vuelta de algo más de diez años hemos doblado el presupuesto y un poco más. Los gastos de funcionamiento en el mismo periodo se han triplicado.

La sociedad colombiana está sufriendo una inversión de carácter ético como resultado de dos grandes factores: el narcotráfico y la política asistencialista. Antes de la irrupción del narcotráfico a mediados de 1970 con la bonanza marimbera en Colombia se entendía que la generación de riqueza era producto del esfuerzo, de la persistencia, de la disciplina en el trabajo y el sacrificio, requería varios años para concretarse. Nuestros ricos eran todos discretos y cuidadosos, no hacían exhibición de sus riquezas hasta que la cultura emergente del narcotráfico cambió esta lógica y nos vendió la idea de que se podía hacerse rico de manera rápida, sin mayores esfuerzos y sacrificios, e incluso a través de la violencia o violando la ley.

Esa cultura del dinero fácil y rápido, eventualmente violento y ciertamente por las vías delincuenciales, ha permeado buena parte de la sociedad colombiana y es la que explica, al menos en parte, los problemas enormes de corrupción que tenemos hoy. Hay muchos ciudadanos que llegan al Estado pensando que esa es su oportunidad de enriquecerse y por tanto no tienen una cultura de servicio sino esta terrible, antiética de aprovechar la oportunidad para llenarse los bolsillos.

Por el otro lado, está la cultura asistencialista en la que se le enseña al ciudadano que puede exigir permanentemente al Estado, que no tiene que hacer un esfuerzo y que en todo caso va a recibir unas transferencias de carácter monetario. 

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No tengo duda de que en una sociedad como la colombiana hay ciertos sectores de la población que necesitan una red de asistencia social, porque puestos en el mercado no pueden competir. Pienso en adultos mayores que no tienen educación, o en personas con discapacidad que tampoco tienen condiciones y circunstancias como para poder entrar al mercado laboral y ser competitivos. Para ellos es indispensable una red de asistencia social, y también en ciertas situaciones de emergencia como la del año pasado hay que darle una ayuda al ciudadano para que no se desplace a la miseria, pero la permanencia de programas dirigidos a ciudadanos que están en edad de laborar y tienen condiciones para trabajar, sin buscar mecanismos de salida de esos programas de asistencia, ciertamente enseña equivocadamente la ética del exigir, del pedir y no la ética del trabajar y cumplir con los deberes.

En la combinación del narcotráfico y de esta política asistencialista encontramos cada vez más ciudadanos que piden, piden y piden, pero no están dispuestos a dar, no están conscientes de que para salir de la pobreza es indispensable el trabajo con esfuerzo, persistencia y disciplina. Hay que reconstruir el tejido ético de la sociedad colombiana si queremos salir adelante. 

Razones para quejarse hay muchas, las que he señalado de la crisis socioeconómica, el enorme problema de corrupción que vivimos, la falta de sostenibilidad en la protección medioambiental, una justicia corrupta, ineficiente que no da soluciones. Pero a la queja hay que acompañarla con un comportamiento ético, intachable y con una vocación de trabajo, lo cual nos puede permitir salir adelante.

El Estado no puede resolver todos los problemas de la sociedad. En cuanto al trabajo, antes de la crisis el Estado central, los gobiernos departamentales y municipales solamente generaban el 4.5 % del empleo y el sector privado el 95.5 % del empleo. En ese porcentaje, las micro y las pequeñas empresas de Colombia, que representan el 98 %, generaban el 82 % del empleo.

No hay forma de que ese sector público crezca como para reemplazar el empleo que se genera en el sector privado. Por el otro lado, hay programas que fueron importantes en la emergencia, como el de Ingreso Solidario, solo trasladaban 160.000 pesos al mes a las familias beneficiarias, el 15 % del ingreso de una persona que tiene un salario mínimo; es decir, la red de asistencia social no puede hacer transferencias monetarias ni siquiera parecidas a las que se obtienen cuando se trabaja, cuando se tiene empleo.

La mejor apuesta social en Colombia que resuelve verdaderamente la pobreza es la de generar riqueza, la de buscar nuevos emprendimientos, la de fomentar la ampliación de los emprendimientos existentes y por esa vía crear empleo porque quien tiene empleo formal en Colombia sale de la pobreza.

360:

Si bien ha dado pinceladas sobre lo que se debe hacer para conjurar esta crisis, ¿dónde cree usted que debe estar enfocado el próximo gobierno para lograr una verdadera reactivación, que sea sostenible, de largo aliento, y que le permita a Colombia tener unas bases más sólidas? Estábamos “tranquilos”, pero conscientes de que éramos frágiles y una pandemia nos demostró que ante un mínimo viento sucumbimos.

R.N.:

Es verdad, pero hay que hacer un contexto.

Lo cierto es que en todas las economías de occidente, el año pasado fue de los peores que hayamos tenido noticia y en todos ha tenido un impacto muy grande. Ahora, mal de muchos, consuelo de tontos; y aquí tenemos que buscar nuestras propias soluciones.

La mejor política social es crear tanto empleo como sea posible, de la manera más rápida que sea posible. En lugar de hacer unos esfuerzos para aumentar el gasto público y la red de asistencia social, lo que tenemos que hacer es que el Estado use esos recursos para impulsar tres grandes ramas de la economía que generan mucha mano de obra, y además mano de obra no calificada, la que ha salido más golpeada de la crisis del 2020.

Esos tres sectores son: infraestructura, vivienda y agro. 

Infraestructura de mediano impacto que se puede planear, diseñar y licitar en tiempos cortos, que se puede ejecutar en las regiones y en los municipios por medianas, pequeñas y microempresas trasladando recursos a las regiones, algo fundamental, y que además se concentra en la resolución de problemas sociales pero no bajo la línea del subsidio sino sobre la lógica del empleo.

Por ejemplo, vías terciarias, polideportivos, distritos de riego, centrales de acopio, infraestructura de esta naturaleza, que no son gigantescos proyectos pero que resuelven problemas muy concretos y generan mucha mano de obra no calificada de manera muy rápida.

En cuanto a la vivienda: el 10 % de las familias en Colombia no tiene vivienda propia, son casi un millón trescientas setenta y cinco mil familias que no tienen vivienda, y hay un 27 % más de familias que necesitan una mejora sustantiva en sus viviendas, pues no tienen calidad de dignidad.

El Gobierno ha planteado un programa de vivienda de 100.000 que me parece absolutamente insuficiente. Tenenmos que ser muchísimo más agresivos, un gran programa de medio millón de viviendas generaría una dinámica en la economía verdaderamente jalonadora de todos los sectores: ventanerías, muebles, carpintería, cobertería, electrodomésticos, entre otros, y por supuesto mano de obra no calificada para la construcción de estas viviendas.

Y el campo colombiano, donde tenemos una vocación de ser despensa del mundo como solamente otros siete países la tienen según la organización mundial de naciones unidas encargada del tema alimentaria, que es la FAO. Tenemos una vocación para ser despensa del mundo, pero no hemos mirado  suficientemente al campo colombiano, no le hemos dado los apoyos que necesita. Aquí también hay necesidades de mano de obra no calificada que generan respuestas sociales sustantivas y rápidas. Hay que hacer proyectos de distritos de riego, hay que hacer la infraestructura de vías terciarias y centros de acopio, hay que generar créditos a mediano y a largo plazo con tasas preferenciales, hay que subsidiar, eso sí, los insumos agroquímicos que se requieren y sobre esa vía podemos tener, finalmente, el desarrollo del campo colombiano, de lo pecuario, de lo piscícola y de lo agro que nos va a permitir tener unos ingresos por exportaciones que resultan fundamentales.

Con estos tres grandes programas tenemos la respuesta del proyecto fundamental de nación que necesitamos para el próximo gobierno, respondiendo a necesidades sociales, dinamizando sectores que tienen vocación exportadora y sobre todo generando tanto empleo como sea posible de la manera más rápida que nos sea dado a hacerlo.

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