IATA habla del presente y futuro de la aviación en Colombia: infraestructura, sostenibilidad y democratización

La aviación en Colombia atraviesa un momento clave: mientras el número de pasajeros alcanza cifras récord y la conectividad se vuelve esencial para el país, persisten retos en infraestructura, regulación y sostenibilidad.

IATA habla del presente y futuro de la aviación en Colombia: infraestructura, sostenibilidad y democratización

En el marco del especial periodístico El Vuelo de la Conectividad, organizado por 360 Radio, se conversó con Paula Fernández, directora de IATA Colombia, sobre los desafíos y oportunidades del sector aéreo en el país. En esta entrevista, Fernández hace un recorrido por la evolución del transporte aéreo, los retos en infraestructura, la carga tributaria, la percepción sobre los precios de los tiquetes y el compromiso con la sostenibilidad.

¿Cómo han visto ustedes la evolución del mercado aéreo colombiano en los últimos años? 

Paula Fernández: En el mundo entero existen dos formas de entender un mercado aéreo: el doméstico y el internacional. Colombia reúne las características de ambos y resulta ser muy relevante en los dos aspectos. En lo doméstico, somos un país con cerca de 50 millones de habitantes, y el año pasado cerramos con más de 56 millones de pasajeros movilizados en vuelos nacionales e internacionales. Es decir, hubo más pasajeros que colombianos.

En cuanto a conectividad internacional, Colombia cumple un rol estratégico por su ubicación geográfica, en el centro del continente americano, lo que le da un potencial enorme para consolidarse como hub regional. Estamos a una distancia media de muchas rutas clave en América. En este contexto, el transporte aéreo no es un lujo, sino una necesidad, especialmente en un país con geografía compleja, atravesado por tres cordilleras, y pocas opciones viables de transporte terrestre entre muchas regiones.

¿Cómo ha sido la conversación con aerolíneas, actores públicos y privados para potenciar la infraestructura aeroportuaria?

Paula Fernández: Todos los aeropuertos son importantes, pero la relevancia de El Dorado es innegable. Por allí pasa la mayoría de los vuelos nacionales e internacionales, y solo en 2023 movilizó más de 45,8 millones de pasajeros. El buen funcionamiento de este aeropuerto influye directamente en la eficiencia del resto del sistema aeroportuario.

Rutas como Bogotá–Medellín están entre las cinco más transitadas del mundo. Pero también necesitamos aeropuertos bien operativos en ciudades como Barranquilla, Cartagena, Cali y muchas intermedias, donde el transporte aéreo es la única o la más eficiente forma de conectividad. El sistema debe funcionar bien en todo el territorio.

En cuanto a Medellín, su aeropuerto, José María Córdova, enfrenta un reto claro: el volumen de pasajeros ya supera con creces lo previsto en su concesión. Necesita inversiones urgentes para ponerse al día con la demanda y mantener la calidad del servicio.

¿Qué soluciones podrían implementarse a corto plazo en el José María Córdova?

Paula Fernández: La tecnología es clave. Una inversión urgente sería ampliar el número de máquinas biométricas (Biomic) para agilizar los procesos migratorios. Esta semana vimos numerosas quejas por demoras en filtros de migración. La tecnología puede complementar la labor de los funcionarios, quienes deben centrarse en los procesos más sensibles, como salidas de menores. Mientras se realizan obras estructurales, estas herramientas permiten mejorar la operación diaria de manera eficiente.

 ¿Cuál es la situación del aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón de Cali?

Paula Fernández: Cali ha experimentado una disminución en el volumen de pasajeros. A partir de septiembre, la Aerocivil retomará su administración, mientras se estructuran los pasos para una nueva concesión. La ciudad tiene un gran potencial como hub de carga, por su ubicación geográfica que facilita conexiones con Asia. Productos como fármacos podrían potenciar esa línea.

Proponemos que la nueva concesión tenga un esquema de remuneración basado en el crecimiento del número de pasajeros, para alinear esfuerzos entre concesionarios, aerolíneas, gremios y gobiernos locales. La conectividad aérea es vital para el suroccidente colombiano.

 ¿Y qué sucede con el aeropuerto de Cartagena?

Paula Fernández: Cartagena es un destino turístico y de negocios de primer orden, pero su aeropuerto actual es uno de los más cuestionados por pasajeros y aerolíneas. Existe una discusión abierta sobre la construcción de un nuevo aeropuerto en Bayunca, pero enfrenta incertidumbres jurídicas.

Mientras se define ese proyecto, es fundamental intervenir el aeropuerto Rafael Núñez para mejorar la experiencia del usuario. Una opción inmediata sería la implementación de tecnología biométrica para agilizar procesos. La experiencia del pasajero es determinante para que un turista decida regresar o recomendar el destino.

 ¿Colombia está alineada con los objetivos globales de descarbonización del sector aéreo?

Paula Fernández:Sí, estamos avanzando a buen ritmo. El sector tiene como meta alcanzar cero emisiones netas en 2050. Para lograrlo, es clave el uso de SAF (combustibles sostenibles de aviación), que reducen significativamente las emisiones. Ya tenemos una hoja de ruta nacional construida entre autoridades e industria, y hay un proyecto de ley en curso para hacer viable su producción y uso en el país. La sostenibilidad ambiental debe ir de la mano con la democratización del servicio.

 ¿Viajar en avión sigue siendo un lujo en Colombia?

Paula Fernández: Definitivamente no. El 75% de los pasajeros en Colombia pertenecen a los estratos 2 y 3. El acceso al transporte aéreo ya no es exclusivo de personas con altos ingresos, pero seguimos tratándolo, desde la política pública, como si lo fuera. Es el único servicio de transporte público que paga un IVA del 19%, lo mismo que el combustible de aviación, que además no está cobijado por ningún fondo de estabilización.

 ¿Qué factores inciden en los precios que percibe el usuario final?

Paula Fernández:Muchos. El 80% de los costos de una aerolínea están en dólares, mientras los ingresos son en pesos. Con una tasa de cambio desfavorable, eso genera presión sobre los precios. Además, hay una carga tributaria alta, y tasas aeroportuarias elevadas.

Pese a ello, las tarifas puras han bajado desde 2012, cuando se liberalizaron. Pero el precio final se eleva por impuestos y costos adicionales. La rentabilidad es baja: una aerolínea en Colombia gana, en promedio, 3 dólares por silla vendida. Si queremos hablar de reducción de precios, el camino más efectivo es revisar los costos estructurales, no reducir la ya baja utilidad de las aerolíneas.

¿Cómo está Colombia para afrontar el futuro del sector aéreo?

Paula Fernández: El sector ha mostrado un crecimiento sostenido en carga y pasajeros. Representa el 4% del PIB nacional y su impacto económico es enorme. Pero el aporte social es aún más relevante: muchas personas están viajando por primera vez. Algunas aerolíneas reportan que más del 10% de sus pasajeros son primerizos.

Tenemos que continuar profundizando en la democratización del servicio, manteniendo la accesibilidad como eje central. También debemos revisar la regulación para que contemple adecuadamente los derechos y necesidades de estos nuevos usuarios. Como sociedad, debemos entender que el acceso al transporte aéreo debe ser un derecho real y garantizado.

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