No hubo participación de las víctimas. Por consiguiente, nadie contrainterrogó ni confrontó nada. Fue una audiencia sin víctimas y, por lo mismo, en contra de éstas, por esa condena al silenciamiento, a la invisibilidad.
Por: Sofía Gaviria
La semana pasada, la JEP adelantó dos procedimientos judiciales que envían un mal mensaje sobre la justicia que va a salir de esta justicia especial.
De un lado, se anunció, con grande despliegue, que el lunes 9 de julio compareció a audiencia el General Henry Torres Escalante, acusado de falsos positivos, para que suscribiera el acta de sometimiento a la JEP.
Lo primero que hay que decir es que él ya había suscrito esa acta desde el 21 de julio de 2017, o sea hace un año. No se entiende entonces por qué tanta alharaca para volver a hacer lo mismo.
Lo segundo es que fue una audiencia sin las víctimas, de manera que no hubo oportunidad de abrir un espacio para contrainterrogar, para el diálogo y la reconciliación.
Lo tercero es que dijo: «Ni di órdenes, ni ordené ninguna muerte (los hechos) fueron cometidos por la Brigada que dirigía sin que yo tuviera conocimiento. Por eso, quiero pedir perdón a las víctimas por los daños causados y con la esperanza de que esto no vuelva a suceder». No se entiende cómo se pide perdón por lo que no se hizo, admitiendo una especie de culpa institucional, impersonal e invisible, que termina revictimizando.
Lo grave es que nadie lo confrontó ni lo interrogó por nada. Las cosas quedaron así.
Y, de otro lado, se anunció, todavía con más despliegue mediático, la realización de la primera audiencia por secuestro contra las Farc, el pasado viernes 13 de julio.
Desde luego que como colombianos debemos reconocer y celebrar que es la primera vez que las Farc rinden cuentas ante un juez de la República. Después de 50 años dando bala, evadiendo la justicia e intimidando a los jueces, ya era hora de que rindieran cuentas. Se trata en el fondo del reconocimiento judicial de su derrota militar. Pero este hecho no está exento de críticas.
Aquí, de nuevo, no hubo participación de las víctimas. Por consiguiente, nadie contrainterrogó ni confrontó nada. Fue una audiencia sin víctimas y, por lo mismo, en contra de éstas, por esa condena al silenciamiento, a la invisibilidad. Las volvieron a secuestrar, pero no físicamente, sino que esta vez les secuestraron la palabra. Más de 60.000 víctimas de secuestro, y lo digo yo que padecí el secuestro de mi mamá y mi hermano, volvimos a sentirnos impotentes.
Además, la audiencia fue básicamente procesal, para establecer si los poderes de los abogados podían ser reconocidos. Qué pesar ese retorno al formalismo del siglo XIX, para una justicia de transición y temporal, que por naturaleza es excepcional. Desde 1991, en la tutela los poderes de los abogados se reputan auténticos. No se entiende entonces por qué aquí, en vez de darle tránsito al dolor y a la tragedia que ha ocasionado las Farc, se enredan un ritualismo insulso que no lleva a ninguna parte, salvo a la impunidad.
Pero lo más preocupante fue el contenido. Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”, en resumen, pidió perdón a las víctimas del secuestro por los daños “dantescos” que las Farc ocasionaron a las víctimas del secuestro entre 1993 y 2002; luego dijo que las Farc lucharon 20 años, “guiados por los principios de humanidad y solidaridad con las víctimas de toda injusticia”; y finalmente reclamó que la audiencia no hubiese sido reservada, “en violación clara de lo acordado”.
En primer lugar, no se sabe por qué no van a rendir cuentas por los secuestros cometidos antes de 1993 y posteriores a 2002, como el de mi hermano Guillermo Gaviria.
En segundo lugar, tampoco se entiende cómo, si la responsabilidad penal es personal, él pide perdón por los secuestros cometidos por el Secretariado y los excombatientes de las desmovilizadas Farc, como si fuese un juicio político contra una agrupación, sabiendo que es un juicio penal sobre un individuo. Esa culpa impersonal, institucional, tan difusa como gaseosa, es una forma de evasión de culpas y, por lo mismo, de impunidad. ¿Eso es lo que nos espera de la JEP?
En tercer lugar, ya es hora de que las Farc dejen el cinismo y la soberbia, cuando de nuevo se reclaman héroes por haber luchado “guiados por principios de humanidad y solidaridad. Secuestrar vilmente para destruir cuerpos, libertades, sueños y familias es para las Farc actuar con… “humanidad y solidaridad”.
Basta ya de esa desvergüenza, desfachatez, caradura, impudor y descaro. Basta ya de mentiras. Asuman de frente el daño y dolor “dantesco” que ocasionaron.
Basta ya de esa prepotencia, altanería y arrogancia. Basta ya de mentiras. Asuman de frente sus culpas personales.
En cuarto lugar, y no menos curioso, da la impresión de ser una audiencia “pactada” con los jueces, como si se tratase de un negocio. No se sabe qué se quiso decir con el rechazo al carácter público de la audiencia, con el temor a los medios de comunicación, a la publicidad, a la transparencia, cuando se quejó por no respetar “lo acordado”. La pregunta es: ¿y es que habían acordado algo? ¿con los magistrados de la JEP?
Mal comienzo de esta justicia especial. Pésimo mensaje para el país y las víctimas. Es mejor que los militares no vayan a esa especie de circo, de representación teatral de una tragedia real.