La empresa es Colombia

Por: Iván Trujillo, CEO Grupo Trinity

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La actividad empresarial ha acompañado al desarrollo humano y a las civilizaciones como pilar de su evolución. Incluso antes de llegar a la figura del Estado, tal y como la conocemos hoy, las empresas actuaban dando ejemplo de asociación y trabajo colectivo en pro de un objetivo común: la producción de valor. Lo que en otras palabras se traduce en generación de riqueza.

El nivel de bienestar social está determinado por la riqueza de los países. Una conclusión evidente que, expresada de manera más sencilla, sería que a mayor actividad empresarial, menores niveles de pobreza. Una realidad palpable desde las regiones, pues mientras Bogotá y Cundinamarca, donde se concentran el 28 % de las compañías, tienen la tasa de pobreza más baja del país (22,8 %); en La Guajira y Magdalena, dos de los departamentos con menor número de compañías, dicho índice es tres veces superior.

Dicha situación debería motivarnos a actuar con determinación en la consolidación de una política de Estado que promueva la evolución del tejido empresarial colombiano, con el fin supremo de avanzar en la generación de capital como antídoto ante la pobreza y como fuente de bienestar social.

Durante el recibimiento del IX Premio Enrique V. Iglesias al Desarrollo del Espacio Empresarial Iberoamericano, Carlos Slim, refiriéndose a la responsabilidad del sector privado en la generación de valor social, señaló que “el empresario es un administrador temporal de la riqueza”. Una definición muy acertada, que también debería aplicar a quienes desde los gobiernos lideran la política pública. Pues en nuestro caso, la empresa es Colombia.

La economía colombiana: nuestra empresa 

Hoy, cuando la economía colombiana —nuestra empresa— vive un momento de suma complejidad. Con sectores clave como la construcción, acumulando más de dos trimestres en negativo. Marcando así lo que bien podría denominarse una recesión sectorial, con las perspectivas de crecimiento para este año por debajo del 1 %, y con inflación y tasas de interés en dos dígitos, es necesario apelar al sentido de responsabilidad de quienes desde lo público son administradores de nuestra riqueza.

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Según las cifras del DANE, la formación bruta de capital, es decir, la generación de riqueza, cayó en 11 % durante el tercer trimestre del 2023. Si bien la coyuntura que experimentamos tiene un alto componente externo, y la economía global enfrenta una situación desafiante, también es cierto que la única forma de gestionar dicha incertidumbre es generando confianza. Eso es lo que nuestra empresa necesita hoy: acciones que generen certeza, y combatan el estancamiento económico en el que está cayendo, no solo la actividad productiva, sino también los hogares colombianos.

El empresario juega un rol determinante en esta tarea por reconstruir la esperanza en el progreso. Por naturaleza, es un agente de cambio capaz de movilizar y promover la transformación, pues además de aportar a la productividad y el empleo, hacer empresa engrandece el espíritu colectivo, ya que detrás de cada emprendimiento exitoso hay una narrativa poderosa de hacer posible lo que lucía inalcanzable.

Así, la principal de las certezas que debemos generar entre los colombianos es asumir que empresarios y gobierno, como administradores temporales de riqueza, estamos llamados a generar valor social. Luego, no son antagonistas; por el contrario, los une el mismo compromiso y obligación con las generaciones presentes y futuras de generar mayores y mejores oportunidades de ingreso. Para ello, es necesario pasar de la agenda de la confrontación a la agenda del crecimiento.

Colombia y sus empresas tienen todo el potencial para sobreponerse ante la adversidad. Así quedó demostrado durante la pandemia, cuando a partir de la reactivación empresarial se logró el mayor crecimiento económico de la historia (10.7 % en el 2021). El ecosistema empresarial que hizo esto posible aún está presente y, de ampliarse, podría incluso lograr hitos mayores para el país. Tanto en los temas planteados como prioritarios desde el gobierno nacional, como el turismo, la transición energética y la reindustrialización, como en muchos otros que se han venido desarrollando a largo de los años, el potencial de Colombia es infinito. Sin embargo, su materialización depende de los mismos: seguridad y confianza.

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En el peor momento de la pandemia, la escritora canadiense Margaret Atwood, parafraseando a Charles Dickens, en su famoso ‘Cuento de dos ciudades”, escribió: “Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos. Al final depende de nosotros”. Hoy, cuando en momentos de balances del 2023 y proyecciones para el 2024, esta reflexión cobra más relevancia, pues nos recuerda el poder del actuar, y hacerlo a tiempo. Aún estamos a tiempo. La empresa es Colombia.

Este contenido hace parte de la octava edición de Revista 360 y cuenta con la participación de más de 70 invitados de todos los principales sectores económicos, productivos y políticos de Colombia. Ministros, líderes gremiales, líderes en áreas de la construcción, sectores bancarios, logística e infraestructura, telecomunicaciones, gobernantes regionales, analistas, economistas, entre otros.

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