La ironía de la paz: Trump, el más criticado, logra lo que la ONU no pudo

Mientras la ONU continúa acumulando fracasos, el expresidente Donald Trump firma un acuerdo parcial entre Israel y Palestina.

La ironía de la paz: Trump, el más criticado, logra lo que la ONU no pudo
Foto: Redes sociales

Donald Trump ha logrado un acuerdo entre Israel y Palestina, al menos en su primera fase. Más allá de la dimensión diplomática, este hecho tiene una carga simbólica inmensa: representa la caída de una bandera que durante años muchos agitaron con oportunismo, populismo y demagogia. Numerosos líderes, analistas y movimientos políticos se aprovecharon de la causa palestina para construir discursos moralistas y proyectarse como supuestos defensores de la justicia global.

Y la ironía no podría ser mayor: el hombre al que más atacaron, cuyas banderas más quemaron y cuyo nombre se convirtió en sinónimo de intolerancia para muchos, es el que finalmente consigue, aunque sea de forma parcial, un acuerdo que detiene, por ahora, la escalada de una guerra que durante dos años dejó miles de muertos y millones de desplazados.

El mundo entero observa con sorpresa un hecho que desmonta narrativas y exhibe contradicciones. Porque lo que demuestra este acuerdo, ante todo, es que los caminos hacia la paz no siempre los recorren quienes presumen tener el monopolio de la diplomacia o la corrección política. Trump, con su estilo directo, muchas veces tosco y frontal, ha conseguido lo que una comunidad internacional llena de declaraciones vacías y cumbres inútiles no pudo lograr: sentar a dos enemigos históricos en una mesa y alcanzar un punto de entendimiento, aunque sea mínimo.

El mundo asiste, nuevamente, a la evidencia de que la ONU no sirve para nada. Se ha convertido en un club de señoritos que se reúnen en Nueva York a tomar café, con salarios generosos, viáticos y caravanas, pero sin resultados concretos. No ha detenido, prevenido ni resuelto conflictos en los últimos años. En eso, hay que admitirlo, Trump tiene razón: la ONU no lo ha hecho. Él, en cambio, sí. Trump ha sido partícipe, coautor y, en varios casos, protagonista de logros diplomáticos que han evitado guerras.

Muchos medios de comunicación, acostumbrados a usar a Trump como su caballo de batalla, hoy no saben cómo abrir sus noticieros ni qué poner en sus portadas. Durante años lo calificaron de antidiplomático, de políticamente incorrecto, de payaso o de obstinado. Sin embargo, los hechos muestran que ha sido uno de los presidentes más efectivos en materia diplomática. Ha dejado al descubierto la hipocresía de la diplomacia internacional, esa gran falsedad del “concierto de naciones” que presume buscar la paz mientras permite que los conflictos se prolonguen.

Quienes se autoproclaman pacifistas, quienes aseguran promover la unión y rechazan la polarización, veían en Trump a un extremista. Pero la realidad les dio la vuelta: el supuesto extremista es quien logra la paz, mientras los autodenominados moderados terminan generando más guerras, como lo demuestran los precedentes de gobiernos demócratas y republicanos en Estados Unidos.

Este acuerdo era necesario, aunque el mundo no lo reconociera. El próximo desafío, ojalá, sea Ucrania y Rusia. Ese debería ser el papel de las Naciones Unidas: mediar sin ideologías, sin intereses políticos, buscando soluciones reales. Pero, lamentablemente, la política termina siempre contaminando los espacios multilaterales.

Vale la pena destacarlo, aunque muchos medios no lo harán: Trump, con todas sus formas y maneras, logra lo que otros no. Si fuera otro quien consiguiera este acuerdo, los titulares serían de celebración. Y es que, más allá de los nombres, lo que se debe aplaudir es todo esfuerzo que acerque al mundo a un periodo de calma, de relativa paz, aunque esa paz completa sea una utopía. Lo importante es que existan acuerdos que den estabilidad y protejan a las minorías, sin distinción alguna.

Porque no puede ser que hoy, mientras se celebran acuerdos en Medio Oriente, se mantengan silencios vergonzosos sobre tragedias como la persecución de cristianos en Nigeria a manos de Boko Haram, grupo que ha asesinado y secuestrado a cientos, incluso a religiosas, entre ellas una monja colombiana. Y el mundo, otra vez, guarda silencio.

El ideal sigue siendo un mundo donde todos puedan convivir, sin importar su religión, ideología o creencias personales, siempre que estas no atenten contra la vida o la libertad del otro. Que nadie sea asesinado por pensar distinto, que cada quien pueda defender sus convicciones desde el respeto y sin vulnerar los derechos ajenos. Ese debería ser el propósito.

La esencia de reconocer que, aunque muchos no quieran admitirlo, Trump ha sido efectivo. Lo es, aunque el mundo aún no se lo reconozca.

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