Por más que se quiera reinventar el papel de la coca en la humanidad actual, mostrando las bondades y usos alternativos. Estamos a una de las estancias astronómicas de poder equiparar un beneficio de una maldición que padecemos hace más de 30 años.
EDITORIAL
Las cifras reveladas en materia de aumento de cultivos de coca en Colombia, no pueden ser más alarmantes. Colombia está en un viaje continuo desde hace un año a sus épocas de los años 2000, 2001, 1999; no solamente por las masacres, por los secuestros, por las excepciones, por el narcotráfico, por los desplazamientos, sino, por toda la ilegalidad que va consumiendo al país.
Venimos desde el año 2015 con diferentes alertas sobre lo que iba a suceder con la cocaína en Colombia, luego de que algunas artimañas políticas, académicas y con intereses de narcotraficantes se mezclaron para decir que no se podía hacer las aspersiones de glifosato. En ese momento, el procurador, Alejandro Ordóñez, advirtió ante las risas, ridiculizaciones y de muchos quienes hoy gobiernan, que el país iba a nadar en coca, mención que dio cuando ese Consejo Nacional de Estupefacientes iba a suspender las aspersiones con glifosato.
Desde ese año, hasta esta misma semana, haciendo un hincapié en el año 2018, cuando Colombia empezó a aumentar dramáticamente el número de cultivo de coca, ha sido solamente el hecho de registrar que el país iba a nadar en coca.
Para el 2018 se tenían más de 180 mil hectáreas de coca, el expresidente Iván Duque, fue incapaz de dar una lucha frontal en contra de este flagelo y desde luego, el gobierno de Gustavo Petro no iba a hacer la excepción de atacar a quienes cultivan coca.
Nos han vendido que los que cultivan coca son unos pobres indios, unos pobres campesinos, que no tienen nada más que hacer en la vida que la siembra de coca, pero solo hace parte de un cuento más por querer justificar un acto criminal.
Lo que está sucediendo en el departamento del Putumayo, donde un aumento del 77% de cultivos ilícitos es aterrador, y lo conectamos con lo que está sucediendo en Ecuador, con las graves crisis de inseguridad por grupos terroristas, donde hay colombianos, venezolanos y ecuatorianos solamente nos encontramos con una gran frontera del crimen. Lo más irónico, es que en un año de recesión, donde los nueve principales sectores económicos del país, están detenidos y están decreciendo, lo único que crece es el narcotráfico, y la cocaína.
Volvimos a romper un nuevo récord, 230 mil hectáreas en el año 2022. Seguramente para el año 2024 tendremos un reporte de que existirán más de 270 mil hectáreas que se están sembrando en este momento. Es un 12,7% más que en el año 2021, alrededor de 1.738 toneladas de cocaína, 24,4% más; mientras nos han querido vender que hay crisis cocalera, que ya no se consume coca, pero la verdad es que las incautaciones de cocaína han ido en aumento en el gobierno de Gustavo Petro.
En Colombia, tendremos que dar el debate sin más vacilaciones, entendiendo que no hay una reducción de la demanda, por el contrario; el Cauca, el Putumayo, el Caquetá, la frontera con Ecuador, están plagadas de cocaína y por ende de grupos criminales.
Es importante recordar que Colombia ha tratado de implementar tareas de reemplazo de cultivos, pero esto ha sido un absoluto fracaso y aun algunos que hoy quieren seguir romanizando, tapar y mantener.
Ese debate que nosotros creemos que se tiene que dar, tiene que ir en dos sentidos extremos. De manera que o lo penalizamos como algunos países hacían el narcotráfico, desde la siembra de coca hasta quién compra la cocaína o la legalizamos, pero no podemos estar en esta mitad, que nos autodestruye y que solo nos trae perjuicios de ser un país que se le conoce por la droga.
Por eso, las agendas bilaterales con otros países se han narcotizado, de manera que en Colombia solo prospera, en su mayoría, quienes han optado por esos caminos de la ilegalidad y de la criminalidad. Hasta que Colombia no resuelva este punto en específico, será imposible hablar de paz, hablar de legalidad, hablar de construcción de sociedad y de un país alejado de ese camino de la cocaína.
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