La ONU y la OMS, ¿realmente están haciendo su trabajo?

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Las directrices improvisadas durante la pandemia por parte de la OMS y la falta de acciones tangibles de la ONU en el actual conflicto entre Rusia y Ucrania, hace que sea inevitable cuestionarse si sus decisiones están en línea con los fundamentos para las que ambas organizaciones fueron creadas.


Por: Redacción 360 Radio

Aunque desde siempre los seres humanos, en general, han intentado continuar su vida con normalidad, adaptándose a las circunstancias del presente, es innegable que en los últimos años el mundo ha tenido que seguir girando en medio de eventos inesperados que cambiaron nuestra realidad sustancialmente y que hacen que hoy en día creamos que todo puede pasar, que nuestro contexto puede cambiar en cuestión de segundos.

Entre tanto, en este artículo queremos centrarnos en los dos hechos históricos más importantes que están sucediendo en este preciso momento – la pandemia por el Covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania – y el porqué las poderosas instituciones que nacieron para supuestamente mantener la estabilidad frente a este tipo de hechos, parecen no tener idea de cómo actuar para cumplir sus históricas promesas.

Empecemos hablando de la pandemia provocada por el Covid-19. En diciembre del 2019 el mundo conoció este virus. Nadie imaginaba que iba a alcanzar la magnitud que hoy conocemos y vivimos, sobre todo porque tuvo origen en China, un país que es admirado por su reacción ante las adversidades y su capacidad de control y, que en el caso de Occidente, se trata de un lugar lejano, casi de un mundo aparte, pero que nos sorprendió por su incapacidad de hacer algo frente a un virus que surgió en uno de sus tantos laboratorios. Sin embargo, aquí no nos referiremos a China y lo que pudo o no haber hecho.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) fue creada el 7 de abril de 1948 con el objetivo de gestionar políticas, planes de prevención y acciones de nivel mundial para combatir cualquier tipo de virus, enfermedad, pandemia, epidemia… que amenazara la vida humana. Es cierto que el Covid-19 nos tomó por sorpresa, pero de este virus se conocían versiones anteriores y, por ende, mínimamente se debía contar con un esquema de prevención que nos protegiera, mientras se comprendían los detalles de lo que estaba ocurriendo.

Al principio, no solo se restó importancia a su capacidad de expansión para convertirse en una pandemia, sino que se cuestionó si podía contagiarse de animales a humanos, si se trataba de una gripa común, etc. Los científicos más preparados del mundo parecían no tener idea de cómo cumplir con su trabajo, incluso cuando hacían y hacen parte de la más importante organización, cuyo único objetivo es estar preparados para el peor panorama en temas de la salud mundial. No se trataba solo de su trabajo, sino del trabajo de sus vidas.

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No estamos cuestionando la importancia de esta institución, que durante años ha atendido a las comunidades más vulnerables y abandonadas del planeta con programas integrales que buscan su bienestar, el de niños, adultos y ancianos sin discriminación alguna; además de los estudios e investigaciones que ha liderado y su trabajo titánico para producir las vacunas con las que contamos hoy.

Lo que ponemos sobre la mesa es el hecho de que esta institución, conformada por 195 estados miembros, de cierta manera demostró no estar preparada para cumplir con su tarea principal. Incluso, se puede decir que la flaqueza de sus declaraciones frente al Covid-19 dio lugar a las teorías conspirativas, a que tomaran fuerza los argumentos antivacunas y a que muchas personas llegaran a creer que el virus no era real. Su débil capacidad de reacción frente a la crisis nos hace preguntarnos si en todos estos años la OMS estuvo estudiando la posibilidad de enfrentar una amenaza global y lo que harían si llegaba a ocurrir.

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Ahora, cuando la humanidad cree estar en la etapa final de esta pandemia, que arrebató 5,93 millones de vidas alrededor del mundo, en un abrir y cerrar de ojos, inicia una guerra entre Rusia y Ucrania que, a pesar de disputarse en territorio europeo, trae consecuencias para muchos otros países.

No se trata de un conflicto que acaba de surgir, el trasfondo histórico de lo que hoy sucede data de muchos años atrás y tiene matices sociales, políticos y económicos que involucran a demasiadas naciones, motivos e intereses. Lo esencial es que el presidente ruso Vladimir Putin, autoritario y desafiante desde siempre, decidió desplegar sus tropas en el territorio ucraniano con el motivo principal – según él – de suprimir el neonazismo de Ucrania y proteger a los habitantes prorrusos que viven allí. En un contexto como este la Organización de las Naciones Unidas (ONU) debería saber cuáles son las decisiones de peso que evitarían que se extienda una nueva guerra en la cuna de la diplomacia en pleno siglo XXI.

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La ONU fue creada el 24 de octubre de 1945 y es la mayor organización internacional que existe, con 193 estados miembros y 2 observadores. Su principal objetivo es mantener la paz y fomentar las buenas relaciones entre las naciones del mundo. Y hoy, siendo testigos de las crisis que atraviesan países como Venezuela, Siria, Afganistán y ahora Ucrania, es imposible no preguntarse si realmente esta emblemática organización sabe lo que está haciendo o si solo se trata de un numeroso grupo de encorbatados burócratas.

Las sanciones de la ONU y de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) frente a la toma injustificada de Ucrania por parte de Rusia no son suficientes para intimidar a Putin. Sanciones económicas y políticas no pueden arrinconar a una potencia nuclear en cabeza de un jefe de estado que no le teme a quiénes lo desafían. Es cierto que una respuesta ofensiva por parte de estas organizaciones sería el peor de los escenarios, pero sí deberían ser mediadores con la capacidad de llevar a cabo un cara a cara entre Putin y su homólogo ucraniano Volodímir Zelenski, ¿o acaso para eso no fueron creados hace 76 años? ¿para esto no es por lo que trabajan a diario en Ginebra?

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«Pídanse perdón», es lo que dicen los memes en redes sociales refiriéndose a las decisiones y declaraciones por parte de la ONU frente a los graves acontecimientos que desestabilizan democracias, atentan contra la dignidad humana y cobran a diario víctimas inocentes. Se vuelve necesario mencionar los memes en un artículo que invita a una reflexión tan importante como esta, porque a eso se ha reducido la frustración de las personas frente a las organizaciones e instituciones incapaces de cumplir sus promesas históricas, porque a las personas comunes y corrientes no nos queda más que la libertad de reírnos frente a los hechos que nos causan impotencia y dolor.

Hoy estamos viviendo una realidad que hace dos años no podíamos ni imaginar. El mundo ha cambiado debido a situaciones que lo obligaron a hacerlo. Tal vez el caos que nos rodea nos indica que hay que continuar esa transformación, mirando con ojo crítico a los actores internacionales que desde siempre hemos respetado y tener el valor de preguntarles si en el presente continúan siendo útiles o si necesitan mutar para tener la capacidad de intervenir, de ser una verdadera autoridad, un ejemplo de diplomacia o de mano firme cuando no haya más opciones. ¿Realmente están haciendo su trabajo? La forma en la que finalicen estos dos grandes desafíos nos dará o no la razón.

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