Gobernar es un ejercicio que requiere, inexorablemente, tener un equipo lo suficientemente competitivo, apto, capacitado y con un altísimo grado de responsabilidad aquí entran los funcionarios públicos. Incluso la experiencia, a pesar de ser un ingrediente fundamental a la hora de desarrollar con éxito una misión laboral, es fácilmente moldeable si la persona que llega a este cargo cuenta con otra serie de virtudes que le permiten afrontar con entereza y madurez esa responsabilidad.
La sociedad, los gobernados, al fin y al cabo, esperan y entienden que un solo alcalde, gobernador o presidente no hace milagros y, por eso, también delegan en esa persona a la que eligen, las facultades para nombrar a un equipo de gobierno que sea el encargado de sacar adelante las promesas de campaña. Con base en esto, y en lo que está en el papel y debería ser, tenemos que decir con total franqueza y pesar que el nivel del servicio público se ha visto completamente degradado en nuestro país.
Las declaraciones de muchísimos funcionarios públicos dan pena, dan grima absoluta. Les prestan micrófonos, están en cualquier foro, en cualquier congreso, en cualquier entrevista, y lo que sale por su boca es completamente inaceptable, no solamente cuando se apegan a fundamentalismos, a extremismos, a ideologías apasionadas desbordadas que van en contravía completamente de lo que demanda un cargo como lo es el apego a la verdad, la responsabilidad con el calibre de las palabras, la misma sapiencia y templanza para afrontar situaciones que puedan ser tensas y adversas.
Porque cuando se ocupa un cargo de estos, se deja, aunque sea por un tiempo, de ser político, de estar en campaña y de intentar estar inmersos o sumergidos en una retórica, en una verborrea politiquera que para nada beneficia o contribuye a los modelos de gobernanza que tienen que sacar adelante los territorios.
Hay ministros, para ser más exactos, en el caso del gobierno de Gustavo Petro, que realmente no tienen ningún inconveniente, y nos preguntamos con preocupación si es con dolo o es por ingenuidad o irresponsabilidad, de que lo que dice porque están convencidos que lo que dicen es cierto, que ahí es donde nos preocupamos, escuchar a la ministra de Trabajo otra ferviente seguidora del chavismo decir que las fallas geológicas son causadas por los empresarios, es algo que deja a quien lo escucha de una sola pieza. Es realmente de muy mala broma, de muy mala fe; no sabemos de dónde procede semejante afirmación.
Luego, escuchar a la ministra de Agricultura, en un escenario público decir que una política había sido fraguada por yupis y gomelos y cuando no son ellos, escuchamos al excanciller Álvaro Leyva, escuchamos al ministro de salud diciendo que las vacunas y las camas de COVID fueron un negocio; y a nivel regional, pues la última perla de la semana es en la que el exsecretario de cultura de Medellín, Manuel Córdoba, dijo, para él, su verdad de cómo había sido contratado o seleccionado como secretario de cultura, más o menos exponía cómo fue escogió sin saber que no tenía responsabilidad ni nada, pero pues el alcalde no podía hacer nada y que se fuera para allá a ver qué hacía y luego sale el alcalde y le pide la renuncia que era lo necesario.
Con todo respeto, pero quienes nombran a las personas en esos cargos no son los gobernantes, de manera que la primera responsabilidad recae en ellos y la segunda recae en quienes sin experiencia, si aptitudes, sin el conocimiento sin ser idóneos aceptan esos cargos y es un gran acto de corrupción e irresponsabilidad con la ciudad que van a representar.
Nosotros como medio de comunicación hacemos un llamado contundente y claro a todos los gobernantes, escojan bien sus equipos de trabajo y aunque sea por egoísmo piensen que necesitan personas buenas para que les ayuden a hacer bien su trabajo. Si escogen a amigos muy chéveres, muy bacanes, muy formales pero que no tienen ni idea de hacer algo, van a fracasar todos y no les van a ayudar a hacer un buen gobierno. Así que es la hora de la sensatez, de la madurez y de volver a colocar personas en esos cargos que sean las aptas.
Por último, personas que sepan hablar, que tengan modales, que tengan educación, que tengan decoro, que sepan dónde están parados, que no se vistan para ir a una fiesta en la playa sino que sepan que van a una reunión importante o a una comparecencia de prensa ante el Congreso o una asamblea. Es hora de devolverle la dignidad al servicio público en Colombia.