Las cárceles colombianas, centros de criminalidad y corrupción

Es realmente inconcebible que mientras centenares de personas gozan de esquemas de seguridad del Estado aún sin tener ninguna amenaza, un director de una de las cárceles más importantes ande en un vehículo sin blindaje y sin escoltas.

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En Colombia han existido lamentablemente situaciones que se han normalizado con el pasar de los años. Debido a que ocurren, se permiten, no se castigan y terminan incorporándose increíblemente a la cotidianidad de este país. Entre ellas, que las cárceles colombianas se convierta en un centro de alto entrenamiento, aprendizaje y especialización de la criminalidad.

Los delincuentes, bandidos y criminales que entran a una cárcel, donde supuestamente deberían pagar sus penas, reformarse y luego resocializarse, experimentan todo lo contrario. Entran y salen más bandidos, más pervertidos, más malos, más inhumanos. Es juntar a toda una recua de criminales que ya han sido condenados por innumerables delitos para que tengan espacios de conspiración, articulación e intercambio de ideas.

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Por eso, desde las cárceles se siguen cometiendo una gran cantidad de delitos como la extorsión, el secuestro, el microtráfico y el sicariato. Irónicamente, y de manera paralela, hay personas que defienden que las cárceles no son el castigo adecuado y que el modelo de justicia no se puede basar en lo punitivo, algo con lo que este medio de comunicación discrepa.

No entendemos cómo una persona pueda violar la ley y que sencillamente no le pase nada, o que vaya a su víctima con una carta y un lápiz a aplicar una justicia restaurativa y de ética, valores humanos y conmutar penas con abrazos y canciones, mientras las personas pierden sus vidas, pierden sus posesiones, son perturbadas en su tranquilidad personal y no pasa nada porque hay que entender a los «pobres» delincuentes.

Lo ocurrido en la 30 con 80 en la capital del país el jueves en las horas de la tarde es simplemente aterrador. Nos recuerda las épocas más violentas de este país, hace 24, 30 y 35 años, en las que en cualquier cruce vial asesinaban congresistas, magistrados, policías, empresarios, familiares de políticos y directores de cárceles. Lastimosamente, fuimos uno de los países más violentos del mundo.

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Ver cómo al director de una de las cárceles más importantes del país le formularon múltiples amenazas por el solo hecho de estar haciendo su trabajo de cumplir la ley, nos dice lo mucho que está enfermo el país, lo mal que está el sistema de seguridad colombiano y lo corrupto que es el sistema penitenciario del país. Cómo las vidas en Colombia otra vez están degradándose y cada vez valen menos.

¿Cómo es posible que el Estado colombiano, que tiene maestría en comprar camionetas blindadas para proteger a cuanta persona pida un esquema de seguridad, mantenga estos esquemas incluso para la novia, la esposa, el novio, el hijo, los hermanos y hasta para sacar el perro a pasear, pero un director de una cárcel -insistimos, de las más importantes- no tenga ni un carro blindado ni un escolta? ¿Cómo se puede permitir esto? ¿Cómo se puede entender que criminales desde la cárcel cumplieron sus amenazas de asesinarlo, porque también habían amenazado a su familia?

Si eso le pasa a un director de una cárcel, ¿qué puede esperar un simple ciudadano? En definitiva, el Inpec necesita no solamente una intervención certera, rigurosa y muy radical. Además, se debe liquidar el imperio de corrupción en el Inpec, porque hay -y es de público conocimiento- no una manzana, sino canastas de manzanas podridas coludidas con criminales al interior de las cárceles.

Hasta cuándo se va a permitir que en las cárceles pase de todo y el Estado colombiano no actúe. Todos tienen celulares, todos toman trago, hacen fiestas, tienen unos años de retiro muy fructíferos en las cárceles colombianas. Nadie se mete, nadie entra a las cárceles porque quien entra, como el director que mataron, lastimosamente pierde su vida. Hasta dónde el Estado colombiano termina siendo cómplice de esto.

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Bueno, el Estado no, quienes tienen que hacer las cosas y no las hacen. Porque hay que decir algo: esto ocurrió en este gobierno, irónicamente en el gobierno de la «potencia mundial de la vida». Pero esto pasaba en anteriores gobiernos y hay que decirlo con toda claridad, los problemas de las cárceles en Colombia no son de ahora, vienen de hace 15 años.

Hace más de 14 años no se construye una sola cárcel en Colombia, y hay intereses que no dejan que lleguen los privados a manejar las cárceles. Hay muchos interesados en que nadie le meta la mano a las cárceles. Ojalá nos equivoquemos, pero la muerte de este director va a quedar impune y sus criminales van a estar gozando, mientras cumplieron con su amenaza de quitarle la vida a un funcionario que solamente cumplía su labor constitucional.

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