Seguimos viendo cómo las vidas de personas que han expuesto su integridad durante varios años han entregado la mayor parte de su vida. Las jornadas más extenuantes y más largas que un profesional pueda tener, ellos se las han entregado a Colombia.
Se las han entregado con el deseo de servir con la vocación de proteger no solamente a las personas, sino a todo el territorio nacional colombiano.
En las últimas horas observamos cómo un helicóptero de la armada se vino a tierra y terminó en un lago, cobrando la vida de uno de los oficiales que estaba a bordo y resultando heridos a tres más.
Y es que no es un secreto; hasta el cansancio se ha dicho el pesimismo, el impresentable, el nefasto estado de la flota de aeronaves de las Fuerzas Armadas colombianas, no solo por viejas, obsoletas, vetustas, sino también por inseguras.
Este gobierno ha sido incapaz de prever y de gestionar dichas renovaciones, mantenimientos y compra de nuevas aeronaves, que si bien es cierto el problema no lo incubaron ellos, sino que es un problema que se viene creando, se viene acrecentando desde finales del gobierno de Juan Manuel Santos y se agudizó en el gobierno de Iván Duque, gobierno en el que no se hizo absolutamente nada por eso.
El resultado es que hoy se sigan cobrando vidas de pilotos, de policías, de soldados, de miembros de la armada, de la fuerza aérea porque se caen los aviones en los que se transportan, se caen sus helicópteros o sencillamente no hay la posibilidad de ofrecerles traslados aéreos, apoyos aéreos, logística aérea a los soldados y policías que están en tierra.
Entonces, la realidad hoy de nuestros uniformados es que, si no están cayendo bajo las balas criminales de la docena de grupos terroristas y narcotraficantes que operan en este país y que en su mayoría todos tienen un plan pistola al mejor estilo mafioso de Pablo Escobar de dar dinero como recompensa a cambio de todas las bajas que se consiguen de policías, de soldados, de marinos, de uniformados en general,
Y los que quedan vivos tienen una gran inseguridad jurídica a sus espaldas, tienen un respaldo nulo por parte del gobierno, no solamente de este actual, sino de los anteriores.
Primero, porque se han mantenido procesos de paz, diálogos de paz, se cesa el fuego y un montón de decisiones tinterillas, melifluas, diplomáticas, tontas, que solamente han ido en detrimento de la fuerza pública.
Porque entonces, por más que están asediados por terroristas, por más que pueden capturar a terroristas, pues luego los tienen que dejar en libertad, como sucedió con el mafioso terrorista, alias Calarcá, en las vías de Antioquia.
Cuando este fue capturado y por gestiones del innombrable e impresentable consejero de paz, del ministro de defensa de entonces y el presidente, pues se decidió que había que dejarlo en libertad.
Entonces, cuando un policía reacciona, como reaccionó en Antioquia una policía que estaba de civil, se puso su chaleco antibalas de manera valiente y salió a dar de baja a dos delincuentes que querían atentar contra sus compañeros.
Luego, estos policías tienen que enfrentar una serie de procesos, de investigaciones, de culpas, de críticas, de reproches porque dio de baja a dos criminales.
Seguramente muchos siguen esperando a que primero dialoguen con los criminales, les pregunten cómo están, les den los buenos días, les pregunten por qué van a hacer lo que van a hacer e intenten persuadirlos.
Esto definitivamente es patético y se sale de todos los moldes de coherencia, consecuencia y sentido común en la vida republicana.
Sea, pues, esto dicho, nos preocupa mucho la suerte de los uniformados que siguen en las filas de las organizaciones estatales, de todos los conglomerados que hacen parte del Ministerio de Defensa, de las instituciones armadas colombianas.
Porque su vida, hay que decirlo, corre peligro, corre peligro inminente. Son presas fáciles, son carne de cañón, no tienen el apoyo suficiente, ni logístico, ni jurídico, ni siquiera con armas.
Increíblemente, sus contrincantes están mejor armados que ellos, no tienen inteligencia que les ayude, que prevenga atentados terroristas, y pues se entiende por qué el número de hombres cada vez va para abajo.
Y quienes deciden ingresar a las filas del ejército, la policía, la armada, la fuerza… ¿quién quiere ser presa fácil y quién quiere dar su vida por más patriota que sea si ni siquiera está siendo valorada?
Son días tristes, son días oscuros, son días de grises. Pero queremos decirles que no están solos, queremos decirles a sus familias que entendemos su dolor, que nos solidarizamos, que rechazamos las palabras comunes, los clichés repetidos de quienes tienen que hacer algo, de quienes tienen que actuar y no lo hacen diciendo que condenan, que lamentan, que reprochan, que harán lo que sea para que se haga justicia.
Cuando en realidad todos sabemos que llevamos más de 30 años sin una verdadera justicia en este país, donde las víctimas siempre son las menos favorecidas y las víctimas más premiadas.
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