Las Mojanas

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«Parece como si La Mojana no fuese más que una escena que se repite en todo el país, en las regiones olvidadas, en los desplazados marchantes, en los niños hambrientos, en los hospitales que nunca fueron construidos, la comida que nunca llegó…»


Autor: Orlando David Buelvas Dajud

“De todos modos los tiempos no estaban para ferias. El gobierno del general Rojas Pinilla, ya en conflicto abierto con la prensa y gran parte de la opinión pública, había coronado el mes de septiembre con la determinación de repartir el remoto y olvidado departamento del Chocó entre sus tres prósperos vecinos: Antioquia, Caldas y Valle. A Quibdó, la capital, sólo podía llegarse desde Medellín por una carretera de un solo sentido y en tan mal estado que hacían falta más de veinte horas para ciento sesenta kilómetros. Las condiciones de hoy no son mejores”. (Vivir para Contarla, Gabriel García Márquez, 2002).

El olvido ha sido el mayor de los males para las provincias colombianas, tanto así, que no pareciese que existiese una Colombia, sino 32 diferentes regadas a lo largo y ancho de lo que nuestra suerte ha llamado “país”.

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Orlando David Buelvas Dajud, Twitter.

A la fecha de hoy son 120.000 damnificados en la subregión La Mojana, con fuertes inundaciones y al menos 10.000 animales muertos. Los habitantes, aburridos de esta situación, han salido a las calles a bloquear las vías principales que comunican al departamento de Sucre con Córdoba. Ni siquiera el hambre crónica y el calor sabanero pudieron con la furia de un pueblo que siente humillado.

“No hay otra forma de que nos escuchen” y “el pueblo es el que manda” son los argumentos con los que estos hombres se presentaban en las calles sucreñas, decididos a cambiar su suerte, enfrentando un destino tan repetido que parece ser un guion mal escrito, una vida mal rifada. Pero esto no importa cuando ya no se tiene nada más que perder.

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“Un campesino sin tierra no es nada” dijo una mujer del César que cargaba en su espalda con lo que alguna vez fue su vida. Una desplazada como muchas otras, hija de una tierra que fue a parar a otra sin culpa y sin dolientes. Múltiples familias se marcharon del César, por la violencia, al Tolima. Perdieron todo una y otra vez bajo la esperanza de volver a empezar.

El lunes pasado fueron asesinados dos lideres indígenas en el Chocó. Hace unos días se mataron entre sí 18 miembros de grupos ilegales en el Putumayo. Hubo miedo, lágrimas y sangre, después cargaron los cadáveres en un camión y llegó el silencio. En Córdoba 6 personas fueron asesinadas y 2 se quitaron la vida, todo está semana.

Tenemos tantos muertos que si hablaran necesitaríamos de muchas vidas para escucharlos.

Hace más de un año 14.200 personas huyeron de Nariño por las trampas del destino tejidas por los grupos al margen de la ley. El Gobierno lanzó un “S.O.S.”, sin poder hacer mayor cosa porque en estas tierras hace tiempo no hay autoridad que valga. Para este año se han sumado al menos 6.000 nuevos desplazados.

Algunos cuentan que Panamá intentó separarse en diferentes ocasiones, gracias a las condiciones precarias en las que vivieron por décadas, para luego aprovechar los despistes de Marroquín zafando el destino colonial. Sin embargo, nuestra historia no es ajena a estas ínfulas independistas, pues en cierto momento cada uno de los departamentos contaba con su propia constitución, repudiando al Gobierno central.

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Parece como si La Mojana no fuese más que una escena que se repite en todo el país, en las regiones olvidadas, en los desplazados marchantes, en los niños hambrientos, en los hospitales que nunca fueron construidos, la comida que nunca llegó, en la injusticia latente y en los muertos del ayer que ya se encuentran con los de hoy. La Mojana no es una, son Las Mojanas, olvidadas para siempre por un país indolente.

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