Lo que faltaba: «No es posible que mientras se está pensando en traer bólidos para el disfrute de unos pocos encopetados, por el otro lado, el 70% de los habitantes de esa ciudad no puedan acceder a las tres comidas diarias…»
Por: GUILLERMO GARCÍA REALPE – Senador
¿Fórmula Uno en Barranquilla?
Colombia sin lugar a dudas es un país de muchos contrastes, la brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande, problemas globales como la pandemia agudizaron las condiciones económicas de las familias y hoy lo que tenemos es una profunda crisis casi en todos los frentes que apenas estamos empezando a subsanar a paso lento.
Sin embargo, hace algunos días sorprendió la propuesta del alcalde de Barranquilla Jaime Pumarejo, de anunciar que su ciudad está haciendo gestiones para lograr que en la Puerta de Oro se realice un circuito de la Fórmula 1, un deporte que desde las épocas doradas de Juan Pablo Montoya, no se escuchaba en Colombia, pero que hoy quieren revivir por todos los medios, aun cuando estamos en medio de una exorbitante pobreza.
De ninguna manera cuestionamos esas gestiones que el mandatario de los barranquilleros está adelantando, lo que sí criticamos es el no darle prioridad a problemas locales serios, como la hambruna que padecen muchos barranquilleros debido a las precarias condiciones sociales en que viven.
No es posible que mientras se está pensando en traer bólidos para el disfrute de unos pocos encopetados, por el otro lado, el 70% de los habitantes de esa ciudad no puedan acceder a las tres comidas diarias. En ese punto Pumarejo, tiene doble bandera amarilla.
Y es que al piloto de los barranquilleros se le fueron las luces, por más que él mismo quiera justificar un evento cuyo privilegio tienen hoy 22 ciudades en el mundo con muchas más capacidades económicas, logísticas, de seguridad, en fin, la capital del Atlántico, difícilmente podría albergar en tres días a más de 320 mil espectadores, que según las cuentas de Pumarejo, gastarían 600 dólares diarios por persona que sí se traducirían en riqueza para la ciudad, pero tal vez para los poderosos y no para los que hoy están sumidos en la más penosa hambruna en sus barrios y periferia.
Traer a la “gran carpa” del automovilismo mundial a Curramba saldría por un ojo de la cara, lo primero que habría que hacer, según portales especializados en el tema, es firmar un contrato a diez años a 40 millones de dólares por cada carrera, sin duda, una locura, más aún cuando en esa región hay muchas necesidades de inversión por resolver.
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Todo eso en cambio contrasta con el reciente informe de la FAO que señaló que algunos grupos poblacionales en Colombia están en riesgo de hambre aguda para 2022, incluyendo ahí a los migrantes venezolanos que deambulan por el país sin un rumbo definido.
Adicional a esto es muy deplorable las condiciones de muchos niños indígenas en regiones como La Guajira o el Chocó, muchos de los cuales mueren por problemas de desnutrición, es decir, mueren de hambre.
A este tipo de problemas que son inaplazables es que debieran concentrar sus esfuerzos los mandatarios y el gobierno nacional, en vez de estar apoyando propuestas sacadas de la manga para el beneficio de unos pocos poderosos, mientras la mayoría del pueblo está pasando las duras y las maduras como consecuencia de la pandemia, la alta cifra de desempleo, la inseguridad y la carestía en los productos de la canasta básica familiar.
Pero de eso poco entienden nuestros dirigentes, por fortuna, pronto llegará a Colombia un piloto que le pondrá freno al derroche, a la corrupción, a la miseria, a la pobreza y que le meterá el acelerador a impulsar una nación más justa, más equitativa, con mejores posibilidades para nuestra gente, un piloto que no dejará estrellar a Colombia en el continuismo, y esa carrera está fijada para el 29 de mayo en un circuito que se llama Colombia, cuyos espectadores serán los electores y quien gane estará llamado a llevar las banderas del cambio y de un verdadero salto social que permita un mejor país con nuevas oportunidades para todos.