Los niños no asesinan abuelos

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Una de las grandes incógnitas de la pandemia de coronavirus es su efecto en los niños. Un gran número de estudios refleja que la mayoría pasan la enfermedad de forma leve o asintomática y, ahora, un estudio muestra que los menores no son tan propagadores del virus como se pensaba, algo por lo que expertos creen que las escuelas deben volver a abrirse.


Por: Misael Cadavid

Hay evidencia de que los niños pueden ser menos propensos a infectarse que los adultos. Por otro lado, los niños podrían tener una infección de las vías respiratorias superiores más transitoria con una eliminación viral mínima, o el escenario menos probable de mostrar síntomas mínimos a pesar de la eliminación viral significativa.

Otra pregunta clave es la capacidad de los niños infectados para propagar el SARS-CoV-2. Una colección de estudios en grupos familiares internacionales descubrió que no era probable que los niños fueran el caso índice en los hogares, ya que solo eran responsables de alrededor del 3 % de los contagios, algo insignificante estadísticamente.

Un estudio de caso de un grupo en los Alpes franceses incluyó a un niño con coronavirus que no pudo transmitirlo a ninguna otra persona, a pesar de la exposición a más de cien niños en diferentes escuelas y una estación de esquí.

En los Países Bajos, los datos separados de la Atención Primaria y los estudios del hogar sugieren que el SARS-CoV-2 se propaga principalmente entre adultos, y de miembros adultos de la familia a niños.

Por lo tanto, en la actualidad, dice el estudio, los niños no parecen ser “super propagadores” lo que desvirtúa la tesis que los niños se convertirían en los asesinos de sus abuelos.

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Si bien, los datos de serovigilancia no están disponibles para confirmar o refutar estos hallazgos ante las decisiones políticas urgentes que deben tomarse sobre cómo y cuándo volver a abrir las escuelas.

Ahora bien, en Colombia llevamos 5 meses invisibilizando e ignorando el dolor de los niños. Los resultados de la primera encuesta hecha en el país por el Instituto Colombiano de Neurociencia, sobre los efectos del confinamiento en la salud mental de los niños, son devastadoras: El 88% de los niños tiene algún signo de efecto en su salud mental. Aterrador.

Todavía no ha pasado el suficiente tiempo para predecir las secuelas psicológicas y psiquiátricas que provocará el confinamiento, las cuales pueden resumirse en 3 esferas.

La primera, es el componente afectivo-emocional, cuyas manifestaciones clínicas serán evidentes en los episodios depresivos, las neurosis de ansiedad, los intentos de suicidio, las fobias, las dificultades en el neurodesarrollo y los trastornos de estrés post traumático e insomnio, las cuales serán sin lugar a duda otra lamentable e invisible pandemia.

Tendremos niños sometidos al consumo de benzodiacepinas, antidepresivos y antipsicóticos como expresión de un tratamiento, ante unas enfermedades inoculadas en la falta de planeación política.

La segunda, serán las dificultades en el desarrollo y el aprendizaje. Es una verdad de Perogrullo que las experiencias en los primeros años de vida determinarán conductas posteriores como el rendimiento académico, los logros laborales y las relaciones interpersonales.

La tercera, es la violación de muchos de sus derechos. Todas las medidas adoptadas, en su gran mayoría, han privilegiado a los adultos. Otra lamentable situación es el incremento de la violencia en contra de los niños, lo que ahonda aún más sus efectos en la salud mental y ni qué decir de una gran cantidad de niños que tenían como única garantía su seguridad alimentaria en la escuela, y hoy ese efecto del confinamiento se está viendo reflejado en un “brote” de desnutrición principalmente en los niños campesinos.

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La academia americana de pediatría instó a los gobiernos a que las políticas deben estar encaminadas a mitigar el riesgo ya que no hay ninguna acción para eliminar por completo la posibilidad de contagio- Tomar decisiones en torno a la evidencia, el contagio y la mortalidad en niños que son insignificantes y, a pesar de que son los que menos riesgo tienen, son los que más caro están pagando.

No debemos subestimar y minimizar el temor de los padres de familia, pero el pánico al cual nos han sometido va nublando nuestras mentes y por querer proteger a nuestros niños, les estamos haciendo un daño más grande.

Es hora de empezar a pensar en volver a la escuela y poder amar a los abuelos.

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