«Observo con gran temor que una de mis sospechas se ha confirmado y es que hay mandatarios actuales y aspirantes a la presidencia que están abogando cada vez más por un discurso de lucha de clases, por estratificar el debate político».
Por: Andrés Felipe Gaviria
Con gran asombro y, la verdad, resistiéndome a creer que esto está sucediendo, cada día que pasa lo veo materializarse, y es que Colombia ha elegido en los últimos años a políticos supuestamente independiente, aparentes líderes de la renovación de la política, personas que se han formado en la opinión y que vienen a cambiar a los dirigentes que han hecho parte de las castas tradicionales del establecimiento.
Sin embargo, no han resultado más que politiqueritos de turno que se han puesto caretas para lograr votos de incautos, ingenuos, la mayoría jóvenes, en donde se les podría pasar muchos errores si varios de ellos no fuesen graves y resultaran siendo en mi concepto una grave amenaza, no solamente para el orden público de una ciudad, sino para la altura de un debate público – político.
Yo no soy de los románticos de la política que aboga por acabar las polarizaciones, los debates y sobre todo la diferencia en los criterios, para nada, creo que es ir en contra de la naturaleza misma de la política. Firmemente, habrá siempre división de opiniones sobre la manera de gobernar un territorio, pero en lo que a mí respecta deberían existir unas líneas que no se pueden pasar por considerarse que alimentan la destrucción de una sociedad.
Colombia ha sido un país extremadamente violento, un país en el que han asesinado a personas por tener opiniones distintas y a quienes sustentan un poder y, además, con la gran inequidad que hemos tenido, con la pobreza que aún nos embarga se han hecho esfuerzos muy loables en los últimos 22 años por sacar a la gente de la pobreza extrema, por tratar de llevar mayores y mejores oportunidades sociales a nivel de educación, de salud, de deporte y de vivienda a quienes más lo necesitan.
Pero, ahora, observo con gran temor que una de mis sospechas se ha confirmado y es que hay mandatarios actuales y aspirantes a la presidencia que están abogando cada vez más por un discurso de lucha de clases, por estratificar el debate político.
Y es que el trino que la alcaldesa mayor de Bogotá, Claudia López, le escribió al empresario Mario Hernández, cuando este le hacía un reclamo absolutamente válido y absolutamente correcto, que, personalmente califico de manera constructiva y que yo también se lo he formulado a distintos alcaldes como Medellín y Bogotá, en el que le da una respuesta violenta frente a un tema importante pero que puede ser simple como el estado de la malla vial.
Mario Hernández ha hecho una pregunta que cualquier ciudadano, insisto puede hacer, y definitivamente la respuesta de López, demuestra que estamos frente a una mandataria populista, demagógica, irresponsable, reactiva, resentida y sobre todo experta en improvisación. Hernández escribió en el trino: «Señores, ¿qué pasa con las vías desbaratadas de la ciudad? ¿Dónde están los impuestos?».
Los vehículos particulares, y no me corresponde hablar de eso en esta columna, pagan muchos más impuestos que todos los que circulan en las vías de una ciudad. Por ende, si pagan impuestos, tienen derecho a hacer reclamos. Es una realidad que la malla vial de Bogotá está destrozada desde hace más de 15 años y ningún alcalde tiene el valor, la voluntad y el coraje de intervenir e instalar un plan de recuperación, no de reparcheo que es a lo que los alcaldes se han volcado, sino a apostarle a tener vías dignas y decentes para todos.
Aquí va el punto de mi columna. La respuesta de Claudia López es: «Los impuestos están atendiendo el rescate social de Bogotá. La renta básica para 336.000 hogares que cayeron en pobreza y falta cubrir 300.000 más con recursos que apruebe el Concejo. Los rines de tu lujoso carro pueden esperar, los estómagos de las familias en pobreza no». De esta manera, Claudia López sigue sembrando semillas y echando leña a ese debate de la lucha de clases, que es tan peligroso en mi concepto.
Es decirle a las personas que Mario Hernández es un rincachón, descarado, aristócrata, oligarca, que se pasea por las calles de la ciudad en sus lujosos carros y se queja porque hay huecos. Allá lo quiere poner Claudia López y eso no solamente carece de sentido, contexto y lógica sino que falta a la realidad de una manera irresponsable. Es que podemos irnos al debate y decir que Hernández es empresario y genera empleo para bajarlo del puesto de déspota en el que lo pone López, entonces dejémoslo en ciudadano del común. La respuesta de la mandataria deja ver otro rasgo más de su patrón de conducta, que habla muy mal de ella.
LE PODRÍA INTERESAR: El lamentable trino de Claudia López en respuesta a Mario Hernández
Algunos políticos en Colombia, a través de comparaciones entre ricos y pobres, entre estrato 1, 2 y 3 y 4, 5 y 6, entre barrios preferidos y otros ignorados en los que no se invierte, entre que la reforma tributaria era para favorecer a ricos y no a los pobres (cuando era todo lo contrario), están alimentando sin medir consecuencias una lucha de clases nefasta que no le conviene a ningún país. Entiendo que políticos como Gustavo Petro buscan fermentarla para sacar de ella provecho en época electoral, pero si viene de un alcalde en ejercicio es inaceptable.
Las vías son para absolutamente todos los ciudadanos, independientemente de que unos paguen más impuestos que otros, pero la alcaldesa de Bogotá en su afán de protagonismo se le olvida que por las vías pasan bomberos, bicicletas, motos, transportes escolares, personas con discapacidad, patrullas, buses, taxis, policías y las camionetas blindadas de los políticos, que por cierto creo que nunca han pagado ni el tanqueo del carro, ni ningún impuesto, ni mucho menos el mismo carro con su dinero.
De manera que es, de por sí, innecesario seguir analizando lo pasado, pero no podía dejar pasar esta semana ignorando este acontecimiento. Los ciudadanos definitivamente no pueden seguir eligiendo personas con estas características tan nocivas y más en un país como Colombia.
Los mandatarios tienen que ser conscientes de que la responsabilidad es con todos los ciudadanos, de que no hay colombianos de primera, de segunda o de tercera, de que hay muchos ciclistas y motociclistas que han perdido la vida por huecos que no se han tapado y de que uno de los principales elementos que una ciudad debería conservar, independientemente de su color político e ideología, son las vías, la jardinería, la seguridad, la iluminación, el aseo, los servicios públicos y el transporte público, elementos que tendrían que funcionar las 24 horas de los 7 días de la semana durante los 365 días del año, gobierne azul, blanco, rojo, verde o negro. Eso no puede cambiar. El día que las ciudades en Colombia lo entiendan vamos a tener mejor ciudadanos y mejores gobernantes.