México y Colombia no tan parecidos en la política actual

Encontramos muchas apreciaciones las cuales intentan asemejar el gobierno de Colombia con el de México por sus cortes de izquierda. Aquí analizamos cuatro puntos fundamentales que distan de esa conclusión.

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La economía, la seguridad, las relaciones internacionales, el respeto por la separación de poderes, la independencia y la justicia, y como última, la calidad de vida y la confianza en las instituciones, forman parte de ese arsenal de preocupaciones y esperanzas que se enlistan en los primeros lugares de los ciudadanos de ambos países, y nos aventuraríamos a decir que se replica en estricto sentido en el resto del continente.

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Cuando Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia de México, algunos lo recordaban por sus hechos en la jefatura de Ciudad de México, pero más allá de eso, un hombre curtido de más de 30 años de un manejo excepcional a su manera de las comunicaciones, de un despliegue de carisma que en ciertos sectores de la sociedad es muy bien recibido y con algo de controversia, supo hacerse a un espacio en la política mexicana.

Ahora, cuando logra heredarle su trono a Claudia Sheinbaum, muchos dicen que es el gran éxito de la izquierda en México lo que logra esto, y es lo que hay que hacer en Colombia. Ha servido, todo hay que decirlo, para que algunos militantes del progresismo en Colombia le exijan a Gustavo Petro cambiar su forma de gobernar, pidiéndole que se parezca más a Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, en el manejo de la relación con los medios de comunicación.

De manera que le piden a Petro que replique el famoso programa «La Mañanera» de López Obrador, que se transmite cerca de 2 horas todos los días, en donde el presidente, pues si bien controvierte la mayoría del tiempo información de medios de comunicación, también se pronuncia sobre distintos hechos de índole nacional e internacional con algunos corresponsales de medios de comunicación.

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Pero quisiéramos detenernos no en el debate superficial de la comunicación, sino en unas líneas que consideramos muy fundamentales que efectivamente sí se deberían tomar nota esto y es, primero, López Obrador estuvo lejos de tener una actitud hostil hacia los empresarios mexicanos. Muy pocas fueron sus controversias con los más destacados líderes industriales del país Azteca; todo lo contrario, se filtró, durante más de una ocasión, las reuniones, almuerzos en muchos casos, y cenas que sostenía con empresarios como Carlos Slim y otros industriales del sector de telecomunicaciones, sector bancario, del sector minero, energético, y de las nuevas tecnologías.

Además de haber propuesto distintas formas de trabajo, que se sincronizan con la gestión empresarial, si no que se sincronizan con la parte de la construcción de nueva infraestructura, a pesar de sus controversias con el aeropuerto con el que entonces el gobierno de Enrique Peña Nieto había dejado, pero el desarrollo que se está haciendo actualmente en la Riviera Maya, habla por sí solo de cómo una gran transformación a través de la obra pública sí tiene impacto en la vida de muchísimas personas. Y no solamente esto, sino calienta focos de desarrollo como el turismo.
Ahí encontramos un gran abismo de distancia con lo que sucede en Colombia, que no avanza en infraestructura, que tiene sus frentes de obra detenidos, que no tiene una buena relación con los empresarios, y que hoy encuentra en su economía un declive notorio, un estancamiento, y una inflación suficientemente alta acompañada de unas altas tasas de interés, teniendo el país en una condición económica preocupante.
Segundo rasgo, López Obrador no intentó en ningún momento subvertir el orden constitucional de lo establecido en México para tratar de apalancar sus proyectos, y es algo que en Colombia se ha hecho y se pretende seguir haciendo.
López Obrador si comparte en algo lo que está sucediendo en Colombia, lastimosamente, y es la inseguridad. Nada más esta campaña política dejó más de 38 candidatos asesinados en México. En Colombia, estamos atravesando por una de las situaciones más graves de seguridad vista en los últimos 20 años. La política de abrazos no balazos, para nada ha funcionado en México.
Por lo demás, en materia de relaciones internacionales, formación con inversionistas, confianza en los mercados respecto a las instituciones y justicia, podríamos decir que México ha tenido un papel bastante cuestionable, cómplice con dictaduras, con regímenes corruptos como el de Rafael Correa en Ecuador, Cuba, Venezuela, y en eso se asemeja bastante con la actual política internacional colombiana, y muy similar en la actual estado del conflicto entre Israel y Palestina.
No se trata de que un presidente sea mejor que otro y que el uno deba copiar lo que hace el otro, pero sí encontramos como una buena conclusión que el presidente Petro debería revisar muy bien esa política económica, industrial, agraria, de trabajo con los empresarios que el presidente López Obrador impulsó, y esa confianza en la obra pública y en la necesidad de crear un país o moldear un país con mejores condiciones de vida para sus personas. México no es un paraíso; está lejos de serlo, pero está muchísimo mejor que Colombia.

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