Mostrando los dientes

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Los pésimos resultados del gobierno Santos en el tema de narcotráfico podría tener un efecto en el plano comercial como señal de castigo.


Por: Miguel Gómez Martínez

Oponerse a la globalización es tan absurdo como oponerse a la ley de la gravedad. Salvo que uno se llame Donald Trump. La política de nacionalismo económico que parece insinuar el gobierno estadounidense es el mayor riesgo para la estabilidad de la economía mundial. Como en todas las guerras, los primeros incidentes parecen menores y todos esperan que se pueda evitar un desenlace mayor. Pero nada garantiza que ello sea posible.

Trump anunció que impondrá aranceles del 25 y 10 por ciento al acero y el aluminio importado. La noticia cayó como un baldado de agua fría, pues provenía del país que, en las últimas décadas, más ha hecho por promover el libre comercio. Además, si hay algo en que la economía tiene un muy amplio consenso teórico es en que el proteccionismo es una opción menos favorable para el crecimiento que la apertura de los mercados.

El discurso del mandatario estadounidense es peligroso pero coherente con su estrategia. Para cumplir su lema político de “América Primero”, una medida populista de este tipo cuadra a la perfección. Castiga a la Unión Europea y China, los dos mayores exportadores de acero y además fuertes críticos de la nueva política económica de Washington. Favorece a estados de norte y centro norte (Pensilvania, Michigan, Ohio) de los Estados Unidos que tienen una base industrial y obrera duramente golpeada por los acuerdos de libre comercio y donde Trump aseguró su victoria electoral. Puede ser que castigue a otros sectores empresariales que importan estos insumos, pero el efecto político de enviar un mensaje internacional se logra plenamente.

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El aumento de los aranceles de estos dos productos solo contribuye de forma marginal a cerrar la brecha comercial negativa de Estados Unidos que ascendió, en el 2017, a 566 mil millones de dólares. Las principales exportaciones de bienes fueron alimentos y bebidas donde sobresalen la soja, la carne y el pollo. Le siguen en importancia el petróleo y combustibles, seguidos de los aviones y los motores y piezas de automóviles.
Trump apuesta a que la retaliación de los afectados por sus restricciones arancelarias serán de poco impacto, pues Estados Unidos son un gigantesco exportador de servicios (sector que ocupa el 70 por ciento del empleo total) donde este tipo de medidas son menos efectivas y más difíciles de implementar, ya que pueden afectar directamente a quien las impone.

Los europeos anuncian que, de concretarse el alza de los aranceles, tomarán retaliaciones para afectar las importaciones de motos Harley Davidson, los blue-jeans, el whisky bourbon, la mantequilla de maní y los arándanos. Hasta el momento, nada realmente significativo, pero así empiezan las guerras, con escaramuzas. Colombia buscará quedar exenta de las medidas restrictivas, pues solo representamos 0,8 por ciento de las importaciones de Estados Unidos en estos rubros. Pero los pésimos resultados del gobierno Santos en el tema de narcotráfico podría tener un efecto en el plano comercial como señal de castigo.

La Organización Mundial de Comercio jugará un papel central en esta disputa. Intentará evitar que la guerra se declare. Pero Trump ha demostrado muy poco respeto por los organismos multilaterales que considera, no sin razón, como grandes burocracias ineficientes. Los europeos, más legalistas, esperan que los chinos muestren los dientes. Los cañones están cargados.

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