EDITORIAL
El presidente Petro compara en reiteradas ocasiones la cocaína con el sector minero-energético, con el gas, con el petróleo y con el carbón. Y en otros apartes se fue lanza en ristre contra todo lo que representa Estados Unidos, contra una relación diplomática que ha sido exitosa entre los dos países y que en los últimos años había logrado una desnarcotización de la agenda.
Quisiéramos analizar este discurso en diferentes editoriales pero lo que más nos preocupa el día de hoy es el mensaje que se le sigue entregando al sector minero-energético colombiano, el cual ha tenido una incertidumbre absolutamente preocupante, ha encontrado mensajes difusos, ambivalentes, incoherentes desde la campaña del presidente Petro pasando por su discurso de posesión, ahora en el ejercicio de su gobierno; ha tenido que verse la cara con una ministra de Ambiente que ha sido hostil con diferentes proyectos que se desarrollan en el país, con una ministra de Minas que para nada ha generado comunicación, confianza y coherencia en sus mensajes.
Lo peor de todo es que ante la Asamblea de las Naciones Unidas, el presidente Petro hace una comparación para nosotros altamente equivocada en donde relaciona un sector que genera más de 200.000 empleos informales en Colombia que es uno de los principales focos que atrae inversión extranjera, tan precaria por estos días, que obtiene ingresos por más de 14 billones de pesos y tiene proyectos de responsabilidad social empresarial en las áreas de impacto de cada una de las áreas de trabajo y que al fisco colombiano le entrega más de 5 billones de pesos en regalías e impuestos.
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El petróleo es la joya de la corona del gobierno colombiano en cabeza de Ecopetrol. ¿Qué sería de nosotros sin Ecopetrol? Fácilmente estaríamos al mismo nivel del África subsahariana, estaríamos con los peores niveles de pobreza, atraso, mendicidad, violencia nunca antes visto. Este sector le ha traído a Colombia desarrollo, crecimiento económico, empleos, construcción de escuelas, de hospitales, infraestructura, la formalización de miles de mineros, la mitigación de los daños ambientales en los proyectos; este sector ha tenido que convivir con la minería ilegal que sí es la culpable de destrozar nuestros bosques, selvas y ríos, basta con montarse en un avión y ver desde las alturas nuestra tierra maltratada por una minería ilegal que hoy campea sin que nadie haga nada.
La cocaína ha destruido cientos de familias, le ha arrebatado vidas a miles de personas tanto en Colombia como en Estados Unidos y en Centroamérica porque hoy Colombia no solamente exporta droga sino que también la consume. No se puede comparar la maldita coca con un sector que ha estado en la legalidad y sí le ha traído beneficios al país, todo lo contrario a lo que ha ocurrido con la cocaína, con el narcotráfico, que todavía hoy seguimos cargando ese lastre que nos dejó Pablo Escobar y que ha sido perpetuado por miles de narcos a lo largo y ancho del país.
Bienvenido el discurso y el debate sobre la legalización de las drogas, pero ese debate no puede tener como punto de partida la estigmatización, el ataque y la comparación a sectores que verdaderamente aportan al beneficio y al crecimiento de un país como Colombia.