No dije lo que dije

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Si algo puede ofender a un país es que quienes ocupan posiciones de poder partan del supuesto de que el resto de la población es torpe, tonta, sorda, y bajo ese supuesto tratar de defender lo indefendible frente a realidades innegables.


Por: Cecilia López Montano

Obviamente cuando se trata de temas que implican violación de leyes, es la justicia la que debe definir su calidad o no de delito; también es cierto que se tiene que respetar la presunción de inocencia. Pero esto es muy distinto a tratar de reversar unas palabras de una manera que se traduce claramente en un gran irrespeto a la inteligencia del pueblo colombiano. Y si algo tiene este pueblo es que es muy inteligente y sobre todo acostumbrado a punta de golpes a no tragar entero.  

Quienes escuchamos la larga entrevista de Vicky Dávila a Nubia Stella Martínez, la directora del partido de Gobierno, el Centro Democrático, permanecimos atentos fundamentalmente porque era una situación increíble. Esperábamos con curiosidad cómo la directora del partido iba a salir de semejante embrollo. Tratar de convencer a unos entrevistadores y a una audiencia de que lo que dijo no lo dijo, cuando existe la grabación perfectamente clara sobre sus palabras, resultaba tan insólito que era difícil dejar de seguir escuchando esta entrevista. 

Y surgió entonces una sorpresa aún mayor: ante la presión de los periodistas, la salida de ella ya llenó la copa de las sorpresas. El argumento de la entrevistada fue sorprendente; según ella se trató de un desafortunado lapsus, sencillamente esa era la razón, por el cual le pedía escusas sobre todo a quienes debían estar al borde de un ataque de nervios por semejante declaración que le crea un serio problema al partido de Gobierno, a la campaña del Presidente Duque y al gobierno mismo. Debe reiterarse que es la legitimidad de la campaña presidencial la más enredada con las graves consecuencias que se derivan para el gobierno. Difícil un tema más espinoso porque se trata de haber violado una norma que explícitamente prohíbe recibir apoyos de dineros extranjeros para financiar campañas políticas. La frase que se escuchó con absoluta claridad en la grabación de su conversación con otra persona bastante enredada, la tristemente célebre Cayita Daza, era muy clara: afirmó haber recibido 300.000 dólares de un ciudadano venezolano, el señor Cisneros, con muy reconocidos socios en el país, obviamente uribistas. 

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Hasta este momento es un misterio el rumbo que tomará lo insólito que representa “afirmar que no dijo lo que dijo”, pero se van acumulando episodios que complican en alto grado la campaña presidencial del Centro Democrático. Independientemente de si el dinero entró o no a la campaña o al mismo partido, lo que sí es necesario plantear es que no se equivoquen quienes se creen intocables, porque no se pueden justificar actuaciones partiendo de la base de subestimar a un grado infinito a la población. Esto es un verdadero irrespeto que esta sociedad colombiana no se merece. 

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