Orwell, el visionario

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No es de extrañar que los modelos democráticos, aun los más desarrollados, muestren señales de una crisis sin precedentes.


Por: Miguel Gómez Martínez

Michel Onfray es un filósofo francés que se describe como libertario, anarquista, comunitarito, ateo y hedonista. Viene de publicar en Francia un libro titulado Teoría de la Dictadura (Robert Laffont, 2019). Onfray afirma que Orwell es uno de los grandes filósofos políticos de todos los tiempos, de importancia comparable a la de Maquiavelo, Hobbes, Rousseau o La Boétie. 

El texto es una relectura de la célebre obra del George Orwell titulada, 1984, que fue publicada en 1949. El libro de Orwell es considerado como una distopía, que significa una “sociedad ficticia indeseable”, lo contrario a una utopía. 1984, es una novela de ciencia ficción donde se describe un futuro negativo de la humanidad dominada por una forma especial de dictadura y de sofisticado control socia

El análisis está centrado en identificar los elementos que Orwell caracterizó en su visión futurista y contrastarlo con la realidad actual. ¿Cómo se puede hoy instaurar un dictadura de un nuevo tipo? Onfray responde: “He identificado siete tiempos principales (para instaurar un dictadura)”.

Para destruir la libertad, es necesario: asegurar una vigilancia perpetua, arruinar la vida personal, suprimir la soledad, alegrarse por las fiestas obligatorias, uniformizar la opinión y denunciar al que piensa por sí mismo.

Para empobrecer la lengua, es necesario: practicar una lengua nueva, utilizar el doble sentido de los términos, destruir las palabras, “oralizar” el idioma, hablar una lengua única y suprimir los clásicos. Para abolir la verdad, es necesario: enseñar ideologías, instrumentalizar la prensa, propagar noticias falsas y producir lo real. Para suprimir la historia, es necesario: borrar el pasado, reescribir la historia, inventar la memoria, destruir los libros, industrializar la literatura.

Para negar la naturaleza, es necesario: destruir el pulso de la vida, organizar la frustración sexual, higienizar la vida y procrear por medios médicos. Para propagar el odio, es necesario: crearse un enemigo, fomentar la guerras, “siquiatrizar” el pensamiento crítico, acabar con el último hombre. Para aspirar al Imperio, es necesario: formatear los hijos, administrar la oposición, gobernar con las élites, esclavizar con el progreso y disimular el poder. 

Cuando constatamos el poder invasor de la tecnología en nuestras vidas, la permanente manipulación mediática, la pobreza creciente del razonamiento y del lenguaje, la uniformización del pensamiento derivada de lo “políticamente correcto”, el control del régimen por los beneficiarios del poder, es difícil no sentirse preocupado por la evolución de las democracias actuales. 

La reflexión de este polémico pensador inspirada en la obra de Orwell resulta atractiva. Tanto Orwell como Onfray son conscientes que la mejor forma de dictadura es aquella en la que los sometidos no son conscientes que viven en ella. Sólo pequeñas minorías excluidas y marginalizadas perciben la telaraña que amarra sus vidas a las prioridades fijadas por el modelo dictatorial.

¿Quién rige esta dictadura? Lo que es maravilloso de la reflexión es que nadie ejerce como dictador pero la dictadura existe. Es invisible para casi todos aunque es muy real. 

Pero lo que resulta evidente es que, a medida que el sistema dictatorial se perfecciona, la democracia muere por lenta asfixia. No es de extrañar que los modelos democráticos, aun los más desarrollados, muestren señales de una crisis sin precedentes.  Orwell imaginó un futuro poco halagüeño y terrorífico. Onfray confirma que era un visionario sin igual.

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