Por: Wilmar Vera Zapata
Hace 100 años, la prensa escrutadora en EEUU se definió como los perros guardianes de la sociedad. La figura es muy poderosa por el uso de dichos animales, pero no era original pues en 1216 el papa Honorio III autorizó la conformación de una orden religiosa llamada dominicos, fundada por santo Domingo de Guzmán (1170-1221) y que se autodefinieron como los Domini canis, o los perros de Dios.
Ellos son la representación de la fidelidad y también de la capacidad de defensa del amo. Por eso, cuando hace un siglo la prensa se endosó la capacidad de vigilar al gobierno y cuidar a la sociedad, por el bien de todos, el mensaje era de fiscalización constante y de hacer respetar los bienes públicos para el beneficio general.
Así ha sido por décadas, unas veces con más fuerza que en otros momentos, y en la historia periodística colombiana se ha dado muestras de que muchas veces han sido fieles y celosos canes para evitar los desmanes de los poderosos. Y en otras se convirtió en un canchoso faldero.
Casos hubo muchos: los famosos narco casetes que denunciaron dinero del cártel de Cali en la elección del presidente Ernesto Samper (1994-1998); los asesinatos de Estado realizados por militares para levantar las cifras del supuesto triunfo sobre la guerrilla a comienzos de este siglo; la compra de vehículos blindados, unos para el uso del presidente y otros para la caravana del residente de la Casa de Nari. Ahora está en el foco de las miradas mediáticas la mala gestión de la ministra de los Char, Karen Abudinen, y los $70.000 millones perdidos sin consecuencias ni vergüenza alguna. Cifra que parece puede alcanzar el $1 billón de pesos.
Y es que, en este gobierno, el que la hace le pagan, como bien dicen sus críticos.
DEL MISMO AUTOR: Las verdades (incómodas) de la comisión I
Hoy los perros están muecos. Se les cayeron los dientes, tal vez cariados de tanto meter las narices en la mermelada que con cuidado el gobierno de la tercera y cuarta letra del alfabeto han derrochado desde que llegaron en 2018.
Que la prensa tenga intereses económicos y políticos es normal. Los periódicos nacionales nacieron así, bajo el amparo de las ideas partidistas que, a su vez, estaban alienados con los grandes grupos de intereses económicos. Antes unas ideas sí representaban dos posiciones distantes y antagónicas, como el papel del Estado en la educación de sus ciudadanos o si éste debía regular o no el mercado. Esos fueron algunos elementos que (en teoría) diferenciaban a los liberales de los conservadores.
Hoy, ¿qué ideas tienen antagonistas? El mercado se encargó de unificar a la prensa hegemónica, en especial desde que un puñado de grupos económicos decidió que los medios eran herramientas rentables para incrementar su influencia en la audiencia y negociar con el Estado la pauta que les da ganancias. Más que servicio es un negocio.
Venderse a la pauta oficial y disfrazarlo de posición informativa es la trampa que numerosos directivos han aceptado con gusto. Desde una revista que circula cada ocho días hasta diarios económicos o de información general que disimulan, esconden, desvirtúan o justifican el mal accionar del gobierno o ese ensañan con los que no son de su línea ideológica, es el común denominador.
Con pauta estatal se marca el ritmo y el enfoque del contenido informativo. A mucho caudal, más complaciente, “press-titutas” que se venden al mejor postor.
Puede que ante los dueños del poder éstos se sientan agradecidos por el servicio al “bien mayor de la Patria” que realizan con sus contenidos prefabricados, pero en la audiencia, la comunidad, sus usuarios la sensación es de orfandad e impotencia, pues más que ser sus voceros y representantes son los áulicos cómplices de la injusticia y el abuso.
Los medios digitales no se quedan atrás. Algunos viven de extorsionar a los entes territoriales exigiendo pautas en sus portales a cambio de noticias favorables al gobernante. En otras ocasiones, son los dueños de esos medios digitales los que se venden por un amplio plato de lentejas publicitarias.
El papel de la prensa como “guardianes de la sociedad” es actuar como perros feroces y leales. No hay acoso a un funcionario cuando se le exige claridad y responsabilidad por sus acciones u omisiones. Y si debe renunciar que lo haga, pero en este momento de la Historia nacional más que méritos se necesita prontuario y dudas para ser un funcionario probo.
El dinero público debería ser intocable y desde hace muchos años los gobernantes piensan que es la caja menor para sus lujos, derroches y corruptelas, delito presente en la Costa, en Antioquia o en Bogotá. Eso no puede seguir así y menos cuando los medios (alternativos, digitales o hegemónicos) han mostrado -como el meme famoso- que a unos personajes les ladran con ferocidad y con otros se esconden mimosos bajo su amplia falda presupuestal.
No está de más recordar a George Orwell cuando sentenció: “periodismo es publicar lo que otro no quiere que se publique. Todo lo demás son relaciones públicas”.
Y al que no le guste que lo exhiban robando, pues que no robe…