Este movimiento marca un punto de inflexión en la política exterior del país y abre un debate sobre los beneficios, desafíos y posibles implicaciones de estrechar lazos con el gigante asiático bajo este esquema.
La Ruta de la Seda moderna es una estrategia global de inversión y cooperación internacional impulsada por China desde 2013.
Colombia se acerca a la Ruta China: oportunidades y riesgos de una alianza estratégica con China
Inspirada en las antiguas rutas comerciales que unían Asia con Europa y África hace más de dos mil años, esta iniciativa busca consolidar la influencia económica de China a través del financiamiento de obras de infraestructura y la expansión del comercio internacional.

De acuerdo con Andrés Giraldo, profesor del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Javeriana, la Ruta de la Seda no funciona como un tratado multilateral tipo G20 o BRICS, sino como una serie de acuerdos bilaterales entre China y los países que se adhieren.
¿Qué implica para Colombia?
El interés de Colombia por formar parte de la Ruta de la Seda responde al objetivo de atraer inversión en sectores clave como la infraestructura, el transporte y la energía.
El modelo de la iniciativa prioriza el desarrollo de puertos, carreteras, ferrocarriles y corredores logísticos que faciliten el comercio internacional.
Ejemplos tangibles del alcance de esta estrategia ya se ven en América Latina. Uno de los casos más emblemáticos es el del puerto de Chancay, en Perú, donde China ha invertido más de 3.400 millones de dólares para construir una plataforma marítima de casi 1.000 hectáreas que servirá como punto de enlace entre Sudamérica y Asia.
Para Colombia, los beneficios potenciales son significativos. China es actualmente el segundo socio comercial del país, solo detrás de Estados Unidos.
En 2024, el comercio bilateral superó los 18.000 millones de dólares. Además, según datos recopilados por Forbes, entre el año 2000 y 2023, China aportó más de 800 millones de dólares en inversión extranjera directa a la economía colombiana.
Algunos de esos recursos ya se han traducido en proyectos clave, como la construcción del Metro de Bogotá, una obra emblemática financiada en parte por entidades chinas.
Desde sectores empresariales se han elevado voces de alerta. La Cámara de Comercio Colombo Americana, por ejemplo, ha expresado preocupación sobre el posible deterioro de las relaciones con Estados Unidos, país que representa cerca del 30% de las exportaciones colombianas.
Cabe recordar que Panamá, primer país latinoamericano en adherirse a la Ruta de la Seda en 2017, se retiró este año en medio de tensiones diplomáticas tras la reelección de Donald Trump y supuestas presiones externas.

La inclusión de Colombia en la Ruta de la Seda podría representar un viraje geopolítico importante. Mientras algunos lo interpretan como una oportunidad para diversificar aliados y fuentes de financiamiento, otros temen que este movimiento aumente la dependencia hacia China y complique la relación con socios tradicionales.
Por ahora, el gobierno de Gustavo Petro parece decidido a avanzar. Queda por ver en qué términos se formaliza esta adhesión y qué proyectos concretos podrían llegar al país.
Lo cierto es que Colombia está en el radar de la mayor estrategia de influencia global del siglo XXI, y las decisiones que se tomen en los próximos meses marcarán el rumbo del país en el tablero económico y político internacional.
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