Más allá de llamarlos izquierda – como se ha acostumbrado – quisiera denominarlos agentes del caos, con intereses políticos, económicos y sociales que apuntan exclusivamente a debilitar el Gobierno, a atentar contra las instituciones y destruir la economía sin importar que estemos en una pandemia que ha dejado grandes rezagos.
Por: Andrés Gaviria Cano
No se puede negar que en el mundo existen personas malas por naturaleza, por simple vocación, servicio, hobbie o porque les da placer, sería algo completamente engañoso, y Colombia no es ajena en este momento a un plan que se ha construido desde estructuras internacionales para afectar sistemáticamente a países donde no se han instaurado modelos políticos de izquierda.
Lastimosamente y aunque sé que es recurrente el ejemplo, tenemos al lado a Venezuela, un país que hace más de 15 años era líder en toda la región, allí se asentaban las principales empresas de todo el continente, llegaron cientos de multinacionales, aerolíneas, empresas de todas las categorías y tenían un futuro más que prometedor. No solamente era el país con más reservas petroleras en el mundo, sino con características geográficas interesantes para permitir un comercio productivo y competitivo.
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Tenían acceso a vehículos con precios favorables, excelente infraestructura vial, un precio irrisorio en la gasolina, contaban con una capacidad industrial admirable, pero lastimosamente la política, el populismo y la demagogia llevaron a que todo esto acabara y se destruyera por dentro dejando hoy un país en ruinas.
En Colombia – si bien no hemos tenido un asomo mayoritario de esas intenciones – si es notable que desde hace varios años existen movimientos y corrientes políticas que se mueven soterradamente a través de las falencias que el Estado colombiano ha tenido.
No puedo negar que Colombia es un país inequitativo, que tiene más territorio del que puede gobernar. No se puede ocultar que hay lugares del país donde el Estado nunca ha hecho presencia y, por el contrario, hay grupos ilegales. No se puede obviar que existe un inconformismo con cierta clase política que se ha aprovechado en cada ejercicio de lo público para obtener intereses propios y no ha dado su mayor esfuerzo para entregar beneficios y progreso para las comunidades.
Esto forma un coctel peligroso para quienes creemos en un Estado legal, competitivo, liberal, con independencia económica, propiedad privada, entre otras características, pero es apetitoso para quienes buscan destruir o quienes solo quieren ver arder a Colombia.
En ningún nivel de la cordura cabe que sin salir de una pandemia y solamente haciendo una reapertura parcial de la economía – porque era inconcebible continuar encerrados – este grupo de personas que pueden sumar cinco mil, siete mil, o quizás, quince mil, tenga un interés por programar marchas, convocar paros, ejercer bloqueos, acabar con el comercio, con la propiedad privada, el patrimonio público, entre otros.
Son clarísimas las intenciones y el actual Gobierno ha cedido demasiado en concesiones para que estas personas ejerzan una protesta violenta, porque en ningún momento es una propuesta pacífica que es la que el Estado debe permitir amparándose en la Constitución Política.
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Veo con preocupación como muchos grupos significativos tienen temor por lo que está sucediendo, por la posibilidad de que en el 2022 gane una propuesta populista, demagógica y mediocre, que ha demostrado cuando ha gobernado, malos resultados.
Es preocupante que no se elijan fuertes estamentos, grupos sociales y políticos para dar un debate sano, deliberativo, con ideas y propuestas para formar bloques de opinión y de tesis que controviertan al populismo tan dañino que quiere entrar a gobernar el país en dos años.
Quienes han estado del lado de la legalidad, saben qué es trabajar todos los días, generar empleo, pagar impuestos, y me refiero a todos los trabajadores del país, desde quienes generar oportunidades laborales, hasta los obreros del sector de la infraestructura, industrial o minero, somos los que tenemos que dar un paso adelante y defender lo que hemos construido, mejorarlo ante las deficiencias y hacer frente a esta amenaza que no puede dinamitar a Colombia.