Contratar médicos cubanos constituye un acto de complicidad con una dictadura criminal, un caso de detrimento patrimonial y hasta un asunto de traición a la patria.
Por: Saúl Hernández Bolívar
Por más que uno se documenta sobre el tema de los médicos cubanos, más se convence de que la única justificación de semejante solicitud es política o, más bien, ideológica. Poco antes de la pandemia, ya en Santa Marta se hablaba de la llegada de médicos y entrenadores cubanos importados por el gobernador del Magdalena, Carlos Caicedo, exterrorista del ELN. Y cuando se presentaron los primeros contagios en el país, el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, fue el primero en proponer su traída. Recuérdese que Jorge es hijo de Iván Marino Ospina, terrorista fundador del M-19. De hecho, él mismo es un médico cubano, como lo reconoció en un trino del 15 de marzo: «Si estudie en Cuba mi bachillerato y universidad y soy Médico y para nada me avergüenzo de ello [sic]». [ver trino]
Por eso, no hay que asombrarse de que el siguiente paso lo haya dado el alcalde de Medellín, Daniel ‘Pinturita’ Quintero, quien se paseó por todo el país haciéndole campaña al Señor de las Bolsas, cerrando discursos con esa exclamación veintejuliera de «soy fulano de tal y quiero que Gustavo Petro sea mi presidente». Quintero ha sido un oportunista visionario que se hizo célebre con su Partido del Tomate, haciéndoles matoneo a figuras públicas. Luego fue santista y después se aprovechó de la crisis de Hidroituango para catapultarse propalando fake news en los que anunciaba el colapso inminente de la presa y de las finanzas del Grupo EPM (Empresas Públicas de Medellín), del que ahora quiere que el Concejo de la ciudad le dé facultades extraordinarias para reformar sus estatutos con el fin de que las EPM se metan en cualquier negocio que parezca altamente rentable así no se tenga experiencia en ello, como vender empanadas, por ejemplo. Eso sí es poner en peligro la vaca sagrada de los antioqueños.
Pero Danielito no es bobo, él quiere que los cubanos atiendan es pueblo, no a la gente de alcurnia. Él no hubiera permitido ni loco que los galenos cubanos le practicaran el trasplante de hígado a su hija ni que metan las manos en su recuperación. Esto porque Quintero conoce muy bien las cuatro cosas que hay que saber sobre el llamado ‘Ejército de Batas Blancas’ que el mismísimo dictador Castro se inventó. Cada quien podrá variar el orden de importancia a su gusto.
Primero, la calidad de los médicos cubanos. Para empezar, muchos de los que hacen parte de estas delegaciones no son médicos sino técnicos en enfermería y enfermeras. Y, de los médicos, la mayoría son generales, hay pocos especialistas. Su formación deja mucho qué desear, pues la isla está sumida en el atraso tecnológico y científico. Allá no hay universidades ni hospitales de renombre. En los sitios donde han estado, se ha puesto de manifiesto que su nivel de conocimientos es bajo, que pueden desempeñar tareas de prevención, pero no trabajar en las UCI. Además, abundan las quejas de los colegios médicos y los reportes sobre su escasa preparación y sus malas prácticas médicas. En cambio, la medicina antioqueña, particularmente, está a la par de la mejor del mundo; nuestros profesionales son altamente reconocidos y nuestros centros médicos son de avanzada. En 2018, la revista América Economía (Chile) publicó el ranking de los 58 mejores clínicas y hospitales de Latinoamérica y, óigase bien, en ella aparecen 23 instituciones colombianas (casi la mitad), y nueve de ellas son de Medellín. Sobra decir que de Cuba no hay ninguna. [ver ranking]
Segundo, el apoyo a una dictadura. Cuba no está haciendo actos solidarios al alquilar médicos sino un negocio para sostener una dictadura criminal y corrupta. En 2018, esta actividad le generó ingresos al régimen por 6.400 millones de dólares, muy por encima del turismo. Se dice que unos 50.000 médicos cubanos trabajan en más de 60 países, a un costo de entre 1.000 y 10.000 dólares por cabeza, según el país, pero el régimen se queda con entre el 70% y el 90% del salario. Hay que pagarles aparte el transporte, el hospedaje y la alimentación. Eso le ha dado a la dictadura cubana una alternativa de ingresos para mantener a flote a esa tiranía totalitaria que tras la caída de la Unión Soviética ayudó a desangrar a Venezuela para mantenerse. Contratar médicos cubanos, aun si fuesen excelsos, es una colaboración evidente con un Estado criminal y violador de los derechos humanos.
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Tercero, es un caso de esclavitud. Muy ligado a lo anterior, es muy diciente que organizaciones de derechos humanos de izquierda, como Human Rights Watch, hayan condenado abiertamente el programa de alquiler de médicos cubanos por semejar claramente un caso de explotación que más parece esclavitud. A este personal le controlan dónde vivir, con quién hablar y hasta con quién entablar relaciones sentimentales. No pueden opinar, dar entrevistas, ir a fiestas o pasear. Según HRW, «les vulneran, entre otros, los derechos a la privacidad, la libertad, la libertad de expresión y asociación y el libre movimiento». Se ha denunciado que les quitan el pasaporte para evitar que deserten y solo les entregan sus exiguos ingresos al regresar a la isla. Por ejemplo, México pagó un promedio de 10.000 dólares por el trabajo de 585 médicos y enfermeros cubanos que estuvieron tres meses allí, pero el régimen solo les dio 660 dólares por los tres meses a cada galeno
Cuarto, es una máquina de propaganda. La presidenta encargada de Bolivia, Jeanine Áñez, aseguró acerca de la delegación de médicos cubanos que estuvo en su país, que menos de un tercio eran profesionales de la salud. Se sabe que Cuba envía también espías, personal militar y expertos en adoctrinamiento, todo dentro de un plan encaminado a promover el comunismo en los países que contratan estas misiones, operando desde las zonas más deprimidas, donde es más fácil de instrumentar el descontento social. Ellos han tenido mucho que ver con la permanencia del régimen de Maduro y con la reciente «brisita bolivariana» que recorrió la región.
Mejor dicho, por donde se mire, contratar médicos cubanos es una aberración; constituye un acto de complicidad con una dictadura criminal, un caso de detrimento patrimonial de los recursos públicos y hasta un asunto de traición a la patria.
EN EL TINTERO. Esta pandemia está dejando muchas víctimas tiradas en el camino, entre personas, empresas e instituciones. El periódico EL MUNDO, de Medellín, ha decidido suspender actividades, cosa que no nos cansaremos de lamentar. Por cerca de 17 años ha sido tribuna de unas 750 columnas que he escrito con total libertad, por lo que me siento muy agradecido. Solo me resta expresar el anhelo de que para El Mundo pronto vuelva a brillar el sol.